Aspectos Psicosociales en La Gestacion

Aspectos psicosociales en la gestación

“Es necesaria la aceptación emocional y psíquica del embarazo por parte de la futura mamá. Una madre tiene que nacer psicológicamente, tal como su bebé nace en forma física.” Inés Dibártolo (psicóloga).

El embarazo supone una ilusión para los padres, un proyecto de vida, pero a la vez está unido a un sentimiento de miedo. Los padres suelen tener miedo a que el recién nacido presente alguna enfermedad, al dolor del parto, a la nueva etapa de ser padres… Es importante que la matrona facilite la información adecuada en cada una de las visitas de embarazo y en la educación maternal con el fin de reducir estos miedos. Los programas de preparación al parto pueden hacer disminuir la ansiedad en la mujer embarazada, además de mejorar el apoyo social y la autoestima que parecen relacionarse positivamente con el estado emocional de la mujer durante el embarazo.

Los aspectos psicológicos hacen referencia a las reacciones emocionales asociadas, a la identidad personal y a la autoestima, a la imagen corporal, al sentido de autorrealización y al crecimiento y madurez personal que implica la adaptación a la nueva situación. Los aspectos sociales aluden a los cambios de roles de los progenitores, a las interrelaciones de la pareja consigo misma y con su entorno social y afectivo.

Las 3 esferas que envuelven el fenómeno de la maternidad son la:

  • Psicológica
  • Física
  • Social

En la actualidad se ha retrasado la edad materna del primer embarazo y se ha reducido el número de hijos. Es por ello que el embarazo supone algo desconocido, creando miedo, ilusión y preocupación por el nuevo hijo. El embarazo supone un estado caracterizado por una situación de ambivalencia amor-temor, atracción- rechazo que favorece la situación de inestabilidad psicológica que supone el embarazo en sí. Los embarazos en adolescentes, debido a su inmadurez psicológica, presentan estos efectos más marcados.

Los factores económicos, laborales y culturales suelen influir en el desarrollo del embarazo y en la mortalidad perinatal. Los factores sociales considerados de riesgo para el embarazo se muestran en la siguiente tabla.

Regina Lederman (1984, 1996) a través de entrevistas con embarazadas y valoraciones de éstas, creó una encuesta denominada PSQ (Prenatal Self-Evaluation Questionnaire), que evalúa siete dimensiones psicosociales que hay que tener en cuenta en las consultas prenatales.

Diversos estudios ponen de manifiesto que las madres con un menor apego a sus hijos presentan niveles de depresión y ansiedad más altos, así como niveles más bajos de apoyo social fuera de su relación de pareja. Por tanto, el estado psicológico de la mujer durante el embarazo influye notablemente en su apego maternal.

Influencias culturales y religiosas

El aumento de los nacimientos en España en los últimos años, al igual que ocurre en otros países europeos, se ha debido en gran parte a la incorporación de mujeres inmigrantes en edad fértil. Es importante desarrollar una sensibilidad cultural en la consulta y respetar las ideologías y costumbres de las gestantes.

A. Mujeres latinoamericanas

La tasa de embarazo no deseado es mayor que la de las mujeres españolas; sobre todo cuando se trata de segundas gestaciones. La tasa de interrupción del embarazo es muy alta y en semanas de gestación muy avanzadas.

El embarazo suele diagnosticarse tardíamente pero, a pesar de esto, realizan un control de embarazo muy estricto.

Existe diversidad en los diferentes estudios acerca de las complicaciones durante el embarazo. Algunos estudios afirman que son las mismas que las españolas y otros concluyen que la diabetes, la preeclampsia, el parto prematuro y las infecciones urinarias son mayores en las mujeres latinoamericanas.

En los estratos sociales más bajos, el cuidado de la familia corresponde a la madre que cuenta con el apoyo de la red familiar. En la clase media y alta, el papel del padre es más activo.

B. Mujeres magrebíes

Los embarazos de las mujeres magrebíes suelen ser deseados en un entorno familiar muy estable. Presentan la tasa de interrupción voluntaria del embarazo más baja.

El embarazo suele diagnosticarse tardíamente y suelen no cumplir los controles prenatales. Aunque el uso de prácticas preventivas o terapéuticas propias de cada cultura es más frecuente entre estas mujeres, es el colectivo que presenta menos problemas a la hora de cumplir con el tratamiento pautado.

El Ramadán interfiere en la adecuada nutrición de la gestante, en la asistencia a controles prenatales y en la realización de cuidados durante el embarazo. Durante el embarazo y la lactancia, las mujeres están exentas de su realización, pero muchas lo siguen practicando.

Presentan un elevado índice de masa corporal durante la gestación debido a sus costumbres dietéticas (ricas en hidratos de carbono) y sus hábitos de vida (ausencia de ejercicio físico).

Suelen presentar tasas de hemoglobina más bajas a las de otras embarazadas asociándose a una mayor incidencia de parto pretérmino. Se recomienda la suplementación con hierro y ácido fólico. Casi un tercio del total de embarazadas son portadoras del estreptococo del grupo B. La tasa de preeclampsia es baja y no existe mayor prevalencia de diabetes gestacional que en las autóctonas.

Suelen solicitar información acerca de los cursos de educación maternal, pero no suelen acudir o los abandonan por dificultad con el idioma o por motivos laborales. Suelen pasear para aumentar su actividad física.

Muchas musulmanas consideran tabú que sea un profesional hombre quien realice la exploración, por lo que mostrarán rechazo. En muchas ocasiones el marido no entra a la consulta.

C. Mujeres del África subsahariana

Las mujeres del África subsahariana son las que menos acuden a los controles prenatales junto con las chinas. Presentan mayores tasas de diagnóstico tardío del embarazo y un mayor uso de prácticas terapéuticas de su cultura.

La tasa de gestantes portadoras de estreptococo del grupo B es claramente superior a la de las autóctonas. Es importante tener presente la posibilidad de malaria, tuberculosis, sífilis y otras enfermedades de transmisión sexual, parasitosis intestinales, filariasis cutáneas y déficit de glucosa-6-fosfato deshidrogenasa. Es necesario recordar que la infección por VIH tiene en sus países de origen una prevalencia altísima, y que el porcentaje de portadoras de hepatitis B y C es mucho más alto que en las autóctonas.

Tienen mayor riesgo de preeclampsia y de hipertensión arterial respecto a la población autóctona. Entre estas mujeres inmigrantes podemos encontrar más casos de anemias y más graves, tanto por la alimentación como por la predisposición genética de algunos colectivos.

Suelen dar gran valor a la sangre, de ahí que frecuentemente se extrañen e incluso se nieguen a las extracciones sanguíneas repetidas, especialmente si no explicamos claramente los motivos.

Es conveniente realizar actividades de información y educación sanitaria con las familias procedentes de países de riesgo para la mutilación genital femenina, tanto en los controles del niño sano como en los controles de embarazo.

D. Mujeres de Europa del Este

Las mujeres de Europa del Este tienen una tasa de embarazos no deseados superior a la de las españolas, son las que menos acuden a los controles prenatales junto con las chinas. Hacen un gran uso de prácticas preventivas o terapéuticas de la propia cultura y presentan frecuentes problemas respecto al cumplimiento y adhesión al tratamiento pautado.

Se asocian a mayores tasas de diabetes gestacional y preeclampsia. Pueden presentar tasas de hemoglobina preparto inferiores a las de mujeres de otras áreas geográficas, lo que se asocia con mayor incidencia de parto pretérmino. Se deben suplementar con hierro y ácido fólico de forma preventiva.

E. Mujeres de Asia Central

Las mujeres de Asia suelen presentar embarazos no deseados sobre todo en las segundas gestaciones. Tienen una tasa de interrupción voluntaria del embarazo muy baja. El diagnóstico del embarazo suele ser tardío y, en general, van tarde a la primera visita y además cumplen peor el seguimiento prenatal. Suelen acudir a urgencias de maternidad si presentan algún problema pero no suelen acudir a los controles.

No hacen los cursos de preparación al parto o los abandonan cuando se encuentran con alguna dificultad, lo cual suele estar provocado por el desconocimiento del idioma o por motivos laborales.

Las mujeres asiáticas creen que las extracciones debilitan la salud por eso son muy poco partidarias de hacerse análisis de sangre. Suelen presentar anemias, tanto por la alimentación como por la predisposición genética de algunos colectivos a determinadas anemias. Presentan una alta prevalencia de tuberculosis y de portadoras de hepatitis B.

No suelen dar lactancia materna a sus hijos, como mucho durante el primer o el segundo mes de embarazo, ya que sus hijos suelen ser enviados a Asia, tras su primer mes de vida, para ser atendidos por la familia de origen y, además, se suelen incorporar muy pronto a la vida laboral.

11.3. El significado y la repercusión del embarazo en la pareja y en el entorno familiar y social

Tradicionalmente el embarazo y parto ha sido “cosa de mujeres”. Se ha implicado excesivamente a la madre y desvinculado al padre de la responsabilidad que le corresponde en el embarazo, parto y cuidados del bebé.

Por supuesto que el padre también necesitará el apoyo de su mujer, ya que el sólo hecho de pensar en convertirse en papá también podría llegar a ser abrumador. Para él, el embarazo puede ser una situación compleja; él no sufre los cambios físicos, hormonales ni las molestias típicas de la embarazada. El futuro papá es un pilar y consuelo, un apoyo permanente, una ayuda a la gestante en aquellos momentos de especial fragilidad física y emocional. La intimidad de una pareja será vital en estos momentos y será la única manera de que el padre se sienta involucrado en todo el proceso. Algunas veces la mujer tiende a pagar los malos momentos con el que tiene más cerca, así es que su pareja será el foco de todos sus arrebatos de furia y frustración. Si la pareja está al tanto de todos los cambios que se van a producir y de todos los miedos que alberga su mujer, aguantará con mayor serenidad estos malos momentos y los aceptará como parte del proceso.

Desde el momento de la certeza de embarazo, comienza un nuevo estado plural:

  • Dos: la pareja
  • Tres: los hermanitos
  • Muchos: abuelos, tíos…

Son muchos los que se involucran en esta nueva situación, que conlleva alegría e ilusión y también inseguridad y temor. La intensidad de todas las emociones que acompañan en este nuevo estado es directamente proporcional al centro de la diana: madre-feto.

A. Pareja

Debemos entender que el hombre también tiene que adaptarse a la gestación.

Es posible que aparezcan dudas e inseguridades que le hagan apartarse de su mujer. Ambos miembros de la pareja deberían compartir inquietudes y dudas sobre cualquier aspecto que les preocupe. A veces, el marido es incapaz de averiguar las necesidades de su pareja y no actuará hasta que ella no se las haga ver.

Desde el principio el padre entra en un mundo nuevo y extraño. Temores habituales del futuro papá:

  1. No saber cómo ayudar a su pareja. La mejor manera es acompañándola en todo el embarazo, acudiendo a las consultas y educación maternal. La preparación para el parto capacita a la pareja, mediante el aprendizaje teórico-práctico, para vivir su embarazo y parto como una experiencia sana y feliz, dándole gran satisfacción al participar activamente en el parto.
  2. No darse cuenta de lo que necesita su pareja: debe observar y preguntar, apoyar y ayudar en las tareas domésticas y del recién nacido. Demostrarle todo el amor que tiene por ella y por el bebé que lleva dentro.
  3. Pensar que no vaya a ser un buen padre. No hay libros ni manuales. La mujer aprenderá a la par de él convirtiéndose en buenos padres a la vez. Es un buen camino hablar entre sí sobre sus miedos y preocupaciones, e intentar encontrar juntos soluciones a sus problemas.
  4. Muchos no están seguros de poder soportar ver cómo sufre dolor la mujer que aman. En la actualidad el papá suele presenciar el nacimiento, pero es decisión de cada pareja. Sentirse mal durante el parto les asusta.
  5. Ser un buen protector y abastecedor, y temor a la paternidad en sí misma. Salud madre-hijo: que las cosas no salgan como esperaban y que la madre o el bebé sufran algún daño.
  6. Por la relación: “temor a la exclusión”. El binomio que resulta después del parto entre hijo-madre debe dar paso al trinomio hijo-madre-padre.
Síndrome de la “Covada”

Existe un ritual ancestral llamado “Couvada”, en el que, tras el parto, el hombre se mete en la cama y simula las contracciones y estar dando a luz. En algunas variantes del ritual, vecinos y familiares traen regalos y cuidan al ”parturiento” como forma de incluirle plenamente en el acontecimiento. En algunas culturas matriarcales este gesto sirve para reafirmar la legitimidad del padre.

Couver significa en francés “incubar”. Algunos hombres sienten molestias durante el embarazo de su pareja: náuseas, vómitos, pérdida del apetito, antojos, dolores de cabeza, dolores de espalda, insomnio y aumento temporal del peso, que pueden aparecer en cualquier momento durante el embarazo y generalmente desaparecen después del nacimiento del bebé. Incluso algunos pueden llegar a sentir calambres en el abdomen y dolor en el pecho durante el parto de su mujer. Los especialistas explican que existe una fuerte asociación con la pareja y con los problemas físicos que experimentan, y ellos mismos terminan sintiendo en su cuerpo los mismos problemas. Otros, en cambio, indican que son problemas derivados de la angustia y de la preocupación generalizada por varias cuestiones, la llegada del nuevo hijo y las nuevas responsabilidades, la situación económica, la relación sentimental con la pareja durante el embarazo, etc.

B. Padres/otros hijos

Con respecto a la relación con los padres de la gestante, puede llegar a haber un acercamiento respecto a lo que fueron otras etapas. Pero cuando la relación ya era conflictiva puede ocurrir que, si no se salvan las distancias, se genere un distanciamiento aún mayor.

En otras ocasiones la madre de la embarazada e incluso del marido, son la sabias consejeras e informadoras de todo el proceso de embarazo y parto.

Preparando al primer hijo para la llegada del recién nacido, se le ayudará a aliviar sus temores y será mucho más fácil que todos compartan la alegría del nacimiento. Hay que saber elegir el momento idóneo para informarle de todo lo referente al nuevo miembro, y resolver todas sus dudas acerca del embarazo y ese hermano que está dentro de ella; igualmente, hay que explicarle que no se quedará solo cuando llegue el hermanito y decirle quién lo va a cuidar mientras.

Es normal cierto grado de regresión las primeras semanas.

C. Personal sanitario/matrona

Entre las personas que cobran también importancia y con quien se suele tener especial expectativa es con el profesional que la atiende (obstetra-matrona). En él depositan toda la confianza y con quien se tiene gran conexión, no solo por parte de la madre sino también del padre.

La matrona tiene la importante misión de guiar a la mujer/pareja durante todo su proceso de embarazo y parto; debe trabajar con profesionalidad y dar un trato humanizado, respetando las decisiones de la mujer y apoyándola en todo momento. Entre la parturienta y la matrona existe, hasta cierto punto, una relación que es de dependencia, ya que la mujer confía en la experiencia de la matrona.

El vínculo entre matrona-mujer/pareja es muy especial. Se puede decir que nace una solidaridad mutua que derriba todo tipo de inhibiciones y obstáculos.

D. Entorno socio-laboral

Aunque la mujer espere su primer hijo/a, la sociedad supone que está capacitada para aceptar la responsabilidad de su gestación, para tener éxito como madre/pareja en la familia y como profesional en su trabajo. Todo esto puede llevar a la embarazada a una sobrecarga emocional, al no poder cumplir en un momento dado, con todo lo que se espera de ella.

El peso de las actividades laborales también afecta a las futuras mamás al agregar una exigencia más, y muchas se sentirán aliviadas cuando dejen de lado actividades que ahora no consideran prioritarias.

Las consecuencias más estudiadas que se dan en la mujer a causa del embarazo son las de tipo osteomuscular. Los puestos de trabajo no están diseñados, en principio, para las mujeres embarazadas, lo que puede acarrear malas posturas y/o posturas forzadas y sobreesfuerzos. Las malas posturas o las mantenidas demasiado tiempo y el manejo de cargas suelen dar este tipo de patologías, en la mujer embarazada se ha de sumar el hecho de que ha de soportar un sobrepeso, debido a su propio embarazo.

Otras causas negativas de la relación trabajo-embarazo están asociadas con las condiciones organizacionales, de condiciones del puesto laboral, como el trabajo en solitario, que las actividades durante la gravidez sean mucho tiempo sentadas o mucho tiempo de pie, como el no tener facilidades para abandonar el puesto laboral cada vez que lo requiera, las instalaciones sanitarias no adecuadas y lejos del lugar de trabajo, y no tener, además, una mayor frecuencia de pausas para ingerir alimentos.

Todos estos cambios a nivel socio-laboral, además de las posibles dificultades económicas, también suponen una fuente de preocupación para la pareja.

Cambios psicológicos en la gestación

Durante la gestación, las mujeres experimentan, además de las modificaciones fisiológicas, cambios emocionales aunque el embarazo haya sido deseado. Colman, en 1971, definió los cambios psicológicos por trimestres.

A. El primer trimestre

El primer trimestre de gestación suele estar marcado por la ambivalencia. Cuando se diagnostica el embarazo, surgen las dudas sobre si es el momento adecuado para tener un hijo por motivos laborales, económicos o familiares.

  • Ansiedad y miedo
  • Dificultad en la adaptación de la nueva condición
  • Sentimientos contradictorios respecto a la maternidad
  • Estrés e inseguridad emocional
  • Temor a perder el embarazo
  • Dudas de si está embarazada
  • Euforia y a alegría si es deseado
  • Ansiedad y depresión si no fue planificado
  • Pánico a los vómitos o náuseas
  • Probabilidad de disminución de la apetencia sexual
  • Vulnerabilidad debido al estallido hormonal

B. El segundo trimestre

El segundo trimestre se caracteriza por la aceptación. Los ultrasonidos, el conocimiento del sexo del niño y el nombramiento del niño fueron identificados como elementos clave para el desarrollo del apego prenatal.

En esta etapa se alivian las molestias del primer trimestre y, además, la madre es capaz de percibir los movimientos fetales; aceptando la nueva situación. Caracterizado por la estabilidad y adaptación.

  • Es más serena y positiva
  • Le preocupa si su figura la va a recuperar
  • Retoma las relaciones sexuales
  • Sueños con hijos nacidos
  • En general se busca la figura materna
  • Más sensible al tacto

C. El tercer trimestre

El tercer trimestre y el final del embarazo suelen estar caracterizados por la introversión. La gestante necesita estar concentrada en su nuevo estado. Suele aislarse buscando la intimidad y la tranquilidad; aspecto que puede generar tensiones en la pareja y la familia. Este aislamiento suele estar asociado a la necesidad del descanso y a la preocupación del momento del parto.

No hay que olvidar el temor que surge en la futura madre conforme avanza el embarazo, ocasionado por el miedo a lo desconocido, al dolor y a que el recién nacido pueda tener algún problema no detectado en las ecografías realizadas o que se presente durante el transcurso del parto.

  • Se caracteriza por la sobrecarga
  • Aparición del instinto de nido
  • El inicio de las primeras contracciones uterinas
  • Angustia por verse demasiado abultada
  • Sentimientos de fealdad: depresión y celos respecto de la pareja
  • Temor más notorio: ¿cómo será el parto?
  • Cansancio y dificultad para dormir y moverse
  • Creencia que el tiempo corre lento

Las embarazadas suelen presentar una labilidad emocional con importantes cambios de humor. Esto es debido a los cambios hormonales, a la intranquilidad que origina el crear una nueva vida y una nueva responsabilidad o al miedo al parto. Las clases de educación maternal, el yoga, el ejercicio… suelen ser la forma más idónea de controlar estas situaciones de estrés y miedo.

El estado psicológico de la madre ante la maternidad estará influenciado por diversas variables. En primer lugar, estará marcado por la relación que haya tenido con su familia a la hora de afrontar sus necesidades emocionales y de comunicación. Otro factor fundamental será su estabilidad psicoafectiva, es decir, el estado de las relaciones con su pareja y su capacidad para afrontar y resolver posibles situaciones adversas. Un tercer aspecto digno de tener en cuenta son los recursos, tanto económicos como de apoyo social, de los cuales la mujer pueda disponer en cualquier momento.

Las características propias de la personalidad de las mujeres embarazadas van a influir de manera distinta en la forma en que se va a afrontar la transición a la maternidad, y los cambios que esta acarrea.

En un estudio realizado comparando mujeres en el tercer trimestre de embarazo y mujeres no embarazadas, evaluándolas a ambas mediante el Inventario de Personalidad de Eysenck (EPI), se encontró que las mujeres embarazadas estaban más ansiosas y con mayores sentimientos de inferioridad que las mujeres no embarazadas.

En diversos estudios se ha demostrado que las preocupaciones más frecuentes durante el embarazo son:

  • La posibilidad de problemas de salud del feto
  • El momento del parto
  • La posibilidad de aborto espontáneo

Diferentes estudios han puesto de manifiesto la relación existente entre variables psicológicas (estrés, depresión, baja autoestima, ansiedad), con partos más prolongados para las mujeres y una mayor cantidad de resultados negativos para el bebé, tales como nacimientos pretérmino y bajo peso al nacer.

Vínculo afectivo

El poderoso efecto que las primeras vivencias de los recién nacidos ejercen sobre su desarrollo fue observada por primera vez en animales. Los trabajos de los biólogos y zoólogos, y especialmente los de Konrad Lorenz, pusieron de manifiesto lo que no supimos apreciar en nosotros, esto es, la existencia de una etapa crítica tras el nacimiento, un momento mágico de máxima permeabilidad, para la cual cada especie tiene una serie de ritos y conductas, especialmente programadas, que madres y recién nacidos nunca dejan de realizar, y cuya inhibición tiene consecuencias que se prolongan durante toda la vida del individuo.

El mundo uterino constituye para el feto un universo sensorial que le influye, y al cual debe adaptarse. Los estímulos de todo tipo que le llegan durante su desarrollo constituyen, de hecho, una fuente de estimulación constante para su desarrollo físico y neuronal. Los estímulos que recibe el feto durante la gestación, no solo le ayudan a conformar su sistema nervioso sino que incluso provocan en él respuestas de agrado o desagrado, que son más concretas y complejas a medida que avanza la gestación. El feto responde a un ruido desagradable, a una amniocentesis o a una presión en el vientre materno, igualmente responde a la ingestión de nicotina, cafeína, alcohol o droga por parte de la madre.

El útero, pues, no constituye sólo el espacio donde el feto se desarrolla y alimenta, sino también un entorno con el que interactúa, y en el que se ensaya su capacidad de percepción, de respuesta y de relación.

Según investigaciones llevadas a cabo por los doctores Kennel y Marshall, las madres que se vinculan inmediatamente tras el parto, tienen un comportamiento maternal distinto de las que lo hacen (o tratan de hacerlo) al cabo de 12 horas, pasado el momento crítico. Al cabo de dos días, las madres vinculadas sostenían en brazos, acariciaban y besaban a sus pequeños mucho más que las madres que se habían conectado más tarde. Pero además, amamantar al bebé o cambiar los pañales les resultaba mucho más fácil.

Las madres vinculadas, además, amamantaron a su hijo durante más tiempo. Las madres que han tenido la posibilidad de vincularse con sus hijos recién nacidos se relacionan mejor con ellos, saben responder mejor y captar más intuitivamente sus necesidades, y disfrutan más de su maternidad. Las madres vinculadas hablan más a sus hijos, por lo que los niños vinculados son más verbales que los no-vinculados y alimentados con biberón.

Aunque la relación del padre no es tan directa y biológica como la de la madre, el contacto temprano también parece jugar un papel importante y positivo en la relación con su hijo, e incluso en la relación a trío. Todo parece indicar que es el recién nacido el que actúa como desencadenante de conductas maternales, pero también paternales. La activación de los sentimientos y actitudes maternales desde el momento del nacimiento es vital, porque permite al niño disfrutar de las mejores cualidades de sus padres.

Numerosos estudios demuestran que el contacto precoz, ininterrumpido y prolongado del recién nacido piel-piel con su madre, tras el parto, promueve, en gran medida, la adaptación a la vida extrauterina: el metabolismo y la termorregulación mejoran y se favorece el inicio de la succión del pecho materno. Igualmente importante, se estrechan los lazos entre madre y bebé, iniciándose los procesos de vinculación afectiva y de apego como un tipo de vinculación más emotivo, y hay que tener en cuenta que éste no es el único factor para una vinculación óptima posterior.

El recién nacido es un ser indefenso: se forma en un medio tranquilo, acuático, con una temperatura constante y pasa de forma brusca a un medio aéreo, con cambios de temperatura y con estímulos táctiles, auditivos y visuales que no ha experimentado nunca. Necesita que alguien se haga cargo de él, y recibir la información que le permita deducir que se halla en buenas manos. En función de dicho contacto, el bebé puede establecer distintos tipos de vínculo que van a ser su modelo posterior de relación consigo mismo y los demás. El vínculo seguro crea una confianza básica en la vida, capacidad de relación, seguridad interna, autoestima y un sentimiento de ser digno de amor.

Existen unas especies, llamadas “de acarreo”, que llevan a sus bebés encima, y otras llamadas “de escondite”, que los dejan en nidos mientras los padres van a buscar alimento. En las de acarreo, las crías comen cuando tienen hambre, y protestan cuando están solas. Por contra, las de escondite permanecen en silencio mientras están solas para no atraer a los depredadores. Nuestras características y comportamientos, como seres humanos, indican que pertenecemos a una especia de acarreo y por ello nuestros bebés se calman cuando los mecemos en brazos, y acostumbran a llorar cuando los dejamos solos.

Cuando no ha habido una buena vinculación o ésta ha sido escasa, el niño se muestra indiferente ante la aparición o desaparición del adulto. Al no tener a quien “agarrarse”, puede ir desconectándose del mundo y perdiendo la confianza en su entorno. Esto podría derivarle hacia un comportamiento agresivo, introvertido, o con tendencia a sufrir depresiones.

Por el contrario, si hay una buena vinculación, el niño llora cuando su persona de referencia desaparece, pero cuando la recupera, se calma y se agarra a ella para sentirse protegido y recobrar así el equilibrio.

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