05. Fascias, compartimentos fasciales, bolsas y espacios potenciales

Las fascias son los elementos que envuelven, compactan y aíslan las estructuras profundas del cuerpo. Bajo el tejido subcutáneo (fascia superficial), en casi todos los lugares se halla la fascia profunda (fig. 1-9). La fascia profunda es una capa de tejido conectivo denso y organizado, desprovisto de grasa, que cubre la mayor parte del cuerpo paralelamente a (y en la profundidad de) la piel y el tejido subcutáneo. Las extensiones que se originan en su superficie interna recubren las estructuras profundas, como los distintos músculos (también denominado epimisio; v. fig. 1-21) y paquetes neurovasculares, en forma de fascia de revestimiento. Su grosor varía considerablemente. Por ejemplo, en la cara no hay capas de fascia profunda.

Fig. 1-9

Fig. 1-9. Sección tridimensional de la pierna que muestra la fascia profunda y las formaciones fasciales.

En los miembros, los grupos de músculos con funciones similares que suelen compartir la misma inervación, se agrupan en compartimentos fasciales, separados por espesas láminas de fascia profunda, denominadas tabiques intermusculares, que se extienden centralmente desde el manguito fascial circundante y se insertan en los huesos. Estos compartimentos pueden contener o dirigir la propagación de una infección o un tumor.

En algunos lugares, la fascia profunda presta inserción (origen) a los músculos subyacentes (aunque no suele incluirse en las listas o tablas que indican los orígenes e inserciones); sin embargo, la mayoría de los músculos pueden contraerse y deslizarse en la profundidad de dicha fascia. No obstante, la propia fascia profunda nunca discurre libremente sobre el hueso; allí donde establece contacto óseo, se une firmemente al periostio (cobertura del hueso). La fascia profunda, casi exenta de flexibilidad, que rodea los músculos, especialmente en los compartimentos fasciales de los miembros, limita la expansión excéntrica de los vientres de los músculos esqueléticos al contraerse. La sangre se expulsa al comprimirse las venas de los músculos y compartimentos. Las válvulas en el interior de las venas sólo permiten el paso de la sangre en una dirección (hacia el corazón), lo cual impide que retroceda cuando los músculos se relajan. Así pues, la fascia profunda, los músculos al contraerse y las válvulas venosas actúan conjuntamente como una bomba musculovenosa para devolver la sangre al corazón, sobre todo en los miembros inferiores, donde la sangre ha de desplazarse contra la fuerza de la gravedad (v. fig. 1-26).

Cerca de determinadas articulaciones (ej. el carpo y la articulación talocrural) la fascia profunda es notablemente gruesa y forma un retináculo que mantiene los tendones en su debida posición al cruzar la articulación, para impedir que en la flexión y la extensión «tomen un atajo» en cuerda de arco a través del ángulo creado (v. fig. 1-19).

La fascia subserosa, que posee tejido adiposo en diversa cuantía, está situada entre las superficies internas de las paredes musculoesqueléticas y las membranas serosas que tapizan las cavidades corporales. Son las fascias endotorácica, endoabdominal y endopélvica; estas dos últimas se denominan conjuntamente fascia extraperitoneal.

Las bolsas son sacos cerrados o envoltorios de membrana serosa (una fina membrana de tejido conectivo que secreta líquido para lubrificar una superficie interna lisa). Suelen estar colapsadas. A diferencia de los espacios tridimensionales reales, estos espacios potenciales carecen de profundidad, sus paredes están en aposición y sólo contienen una fina capa de líquido que las lubrifica, secretado por las membranas circundantes. Cuando la pared presenta alguna solución de continuidad, o cuando el líquido se secreta o forma en exceso en su interior, se convierten en espacios reales; sin embargo, este proceso es anormal o patológico.

Habitualmente situadas en zonas sometidas a fricción, las bolsas permiten que una estructura se mueva más libremente contra otra. Las bolsas subcutáneas se encuentran en el tejido subcutáneo entre la piel y las prominencias óseas, como el codo y la rodilla; las bolsas subfasciales se hallan por debajo de la fascia profunda; las bolsas subtendinosas facilitan el movimiento de los tendones sobre el hueso. Las vainas sinoviales tendinosas son un tipo especializado de bolsas alargadas que envuelven los tendones y habitualmente los engloban cuando atraviesan los túneles transversos osteofibrosos que fijan los tendones en su lugar (fig. 1-10 A).

Las bolsas a veces comunican con las cavidades sinoviales de las articulaciones. Como están formadas por membranas serosas finas y transparentes y se hallan colapsadas, no es fácil visualizarlas o disecarlas en el laboratorio, aunque pueden ponerse de manifiesto al inyectar en su interior un líquido coloreado que las distienda.

Fig. 1-10

Fig. 1-10. Vainas sinoviales de los tendones y bolsas serosas. A) Las vainas sinoviales de los tendones son bolsas longitudinales que rodean los tendones cuando éstos pasan profundamente al retináculo o a través de vainas fibrosas de los dedos. B) Las bolsas serosas envuelven estructuras diversas, como el corazón, los pulmones, las vísceras abdominales y los tendones, de manera similar a como este globo desinflado envuelve al puño. Una fina película de líquido lubricante entre las láminas parietal y visceral confiere movilidad a la estructura rodeada por la bolsa dentro de un compartimento cerrado. Los pliegues transicionales de membrana sinovial entre las láminas parietal y visceral continuas de la bolsa, que rodean el tallo conector (el carpo en el ejemplo) y/o las estructuras vasculonerviosas para el tejido circundante, se denominan mesenterios. En el caso de la vaina sinovial de un tendón, el mesenterio se denomina mesotendón.

Hay bolsas colapsadas en torno a muchos órganos importantes (ej. el corazón, los pulmones y las vísceras abdominales) y estructuras (ej. porciones de tendones). Esta configuración es muy semejante a la de un gran balón vacío que rodee una estructura, como un puño (fig. 1-10 B). El puño queda así rodeado por dos capas del balón vacío, pero no se halla dentro de este, que sigue vacío. Para una comparación más exacta hay que llenar previamente el balón de agua y luego vaciarlo, lo que deja su interior mojado. Exactamente de este modo, el corazón está rodeado por el saco pericárdico (pero no en su interior). Cada pulmón está rodeado por un saco pleural (pero no su interior), y lo mismo cabe decir de las vísceras abdominales con respecto al saco peritoneal. En estos casos, la capa interna del balón o saco seroso (la adyacente al puño o la víscera) se denomina lámina visceral; la capa externa del balón (o la que se halla en contacto con la pared corporal) recibe el nombre de lámina parietal. Esta doble capa de membranas circundantes, humedecidas en sus superficies opuestas, confiere libertad de movimientos a la estructura rodeada cuando esta se halla en un espacio confinado, como el corazón dentro de su saco fibroso (pericardio) o los tendones flexores dentro de los túneles fibrosos que los mantienen contra los huesos de los dedos.

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