04. Sistema Tegumentario

Debido a que la piel es fácilmente accesible y constituye uno de los mejores indicadores del estado general de salud, su observación cuidadosa es importante en la exploración física. La piel se toma en consideración en el diagnóstico diferencial de casi todas las enfermedades. La piel proporciona:

  • Protección del cuerpo frente a los efectos ambientales, como erosiones, pérdida de líquidos, sustancias nocivas, radiación ultravioleta y microorganismos invasores.
  • Contención de las estructuras corporales (ej. tejidos y órganos) y de las sustancias vitales (especialmente los líquidos extracelulares), lo que previene la deshidratación, que puede ser grave en las lesiones cutáneas extensas (ej. quemaduras).
  • Regulación térmica, mediante la evaporación del sudor y/o la dilatación o constricción de los vasos sanguíneos superficiales.
  • Sensibilidad (ej. al dolor) mediante los nervios superficiales y sus terminaciones sensitivas.
  • Síntesis y almacenamiento de vitamina D.

La piel, el mayor órgano del cuerpo, se compone de la epidermis, o capa superficial, y la dermis, una capa de tejido conectivo más profunda (fig. 1-6).

Fig. 1-6

Fig. 1-6. La piel y algunas de sus estructuras especializadas.

La epidermis es un epitelio queratinizado, es decir, con una capa superficial córnea y fuerte que cubre y protege la capa basal profunda, regenerativa y pigmentada. La epidermis carece de vasos sanguíneos y linfáticos. La epidermis avascular se nutre a través de la dermis vascularizada subyacente. La dermis recibe irrigación de arterias que penetran en su cara profunda y forman un plexo cutáneo de anastomosis arteriales. La piel también recibe terminaciones nerviosas aferentes, sensibles al tacto, la irritación (dolor) y la temperatura. La mayoría de las terminaciones nerviosas se hallan en la dermis, pero algunas penetran en la epidermis.

La dermis es una densa capa de colágeno entrelazado y fibras elásticas. Estas fibras proporcionan tono a la piel y le confieren su fortaleza y resistencia. La dermis de los animales se separa y curte para elaborar el cuero. Aunque los haces de fibras de colágeno de la dermis discurren en todas direcciones para producir un tejido fuerte semejante al fieltro, en algunas localizaciones se encuentran en la misma dirección. El patrón predominante de fibras de colágeno determina la tensión característica y los surcos de arrugas de la piel.

Las líneas de tensión (también denominadas líneas de Langer) tienden a discurrir en espirales longitudinales en los miembros, y transversalmente en el cuello y el tronco (fig. 1-7). Las líneas de tensión en los codos, las rodillas, los tobillos y las muñecas son paralelas a los pliegues transversales que aparecen al flexionar los miembros. Las fibras elásticas de la dermis se deterioran con la edad y no son reemplazadas; por lo tanto, en los individuos de edad avanzada la piel se arruga y cuelga al perder su elasticidad.

Fig. 1-7

Fig. 1-7. Líneas de tensión en la piel. Las líneas discontinuas indican la dirección predominante de las fibras de colágeno en la dermis.

La piel también contiene muchas estructuras especializadas (fig. 1-6). La capa profunda de la dermis contiene folículos pilosos, asociados a músculos lisos erectores y glándulas sebáceas. La contracción de los músculos erectores del pelo provoca la erección de este, causando la «piel de gallina». Los folículos pilosos suelen estar inclinados hacia un lado, y varias glándulas sebáceas se disponen en el lado hacia donde se dirige el pelo cuando emerge de la piel. Así pues, la contracción del músculo erector da lugar a que el pelo se enderece, lo que comprime las glándulas sebáceas y les ayuda a emitir su secreción oleosa sobre la superficie de la piel.

La evaporación de la secreción acuosa (sudor) de las glándulas sudoríparas de la piel constituye un mecanismo termorregulador para la pérdida de calor (enfriamiento). En la pérdida o conservación del calor corporal intervienen asimismo las pequeñas arterias (arteriolas) en el interior de la dermis, que se dilatan para llenar los lechos capilares superficiales con el fin de irradiar calor (la piel tiene un aspecto rojo), o se contraen para minimizar la pérdida de calor en la superficie (la piel, especialmente en los labios y las puntas de los dedos, aparece azul). Otras estructuras o derivados de la piel son las uñas (de manos y pies), las glándulas mamarias y el esmalte dentario.

Localizado entre la piel suprayacente (dermis) y la fascia profunda subyacente, el tejido subcutáneo (fascia superficial) consta principalmente de tejido conectivo laxo y grasa almacenada. Contiene glándulas sudoríparas, vasos sanguíneos superficiales, vasos linfáticos y nervios cutáneos (fig. 1-6). Las estructuras vasculonerviosas del tegumento (nervios cutáneos, vasos superficiales) discurren por el tejido subcutáneo y sólo distribuyen sus ramas terminales en la piel.

El tejido subcutáneo constituye la mayor parte del depósito de grasa corporal y su espesor varía considerablemente, según el estado nutricional del individuo. Además, la distribución del tejido subcutáneo varía notablemente en los diferentes lugares del mismo sujeto. Compárese, por ejemplo, la abundancia relativa de tejido subcutáneo, objetivada por el grosor del pliegue de piel que puede pellizcarse en la cintura o el muslo, con el de la parte anteromedial de la pierna (la espinilla, o borde anterior de la tibia) o el dorso de la mano; estos dos últimos lugares se hallan casi desprovistos de tejido subcutáneo. Considérese también la distribución de tejido subcutáneo y de grasa entre ambos sexos. En la mujer tiende a acumularse en las mamas y los muslos; en cambio, en el hombre la grasa subcutánea se acumula en la parte baja de la pared abdominal.

El tejido subcutáneo participa como aislante en la termorregulación, al conservar el calor en el núcleo central del organismo. También sirve de almohadilla protectora de la piel frente a la compresión de las prominencias óseas, como en las nalgas.

Los retináculos de la piel (ligamentos cutáneos) son pequeñas bandas fibrosas que, en gran número, se extienden a través del tejido subcutáneo y unen la cara profunda de la dermis con la fascia profunda subyacente (fig. 1-6). La longitud y la densidad de estos retináculos determinan el grado de movilidad de la piel sobre las estructuras profundas. Allí donde los retináculos cutáneos son más largos y escasos, la piel es más móvil, como ocurre en el dorso de la mano (fig. 1-8 A y B). En cambio, donde los retináculos son cortos y abundantes, la piel se halla firmemente unida a la fascia profunda subyacente, como ocurre en las palmas de las manos y las plantas de los pies (fig. 1-8 C). En la disección, para extirpar la piel de los lugares donde los retináculos son cortos y abundantes, es necesario utilizar un escalpelo muy afilado. Los retináculos de la piel son largos, pero particularmente bien desarrollados, en las mamas, donde constituyen los ligamentos suspensorios de la mama para la sujeción del peso.

Fig. 1-8

Fig. 1-8. Retináculos de la piel en el tejido subcutáneo. A) El espesor del tejido subcutáneo puede calcularse aproximadamente como la mitad del espesor de un pliegue de piel pellizcada (un pliegue cutáneo incluye dos capas de tejido subcutáneo). El dorso de la mano tiene relativamente poco tejido subcutáneo. B) Los retináculos de la piel largos y relativamente dispersos permiten la movilidad de la piel que se muestra en la ilustración A. C) La piel de la palma (como la de la planta del pie) está firmemente unida a la fascia profunda subyacente.
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