03. Columna Vertebral
La columna vertebral es una estructura conjunta que consta normalmente de 33 vértebras y sus componentes que las unen en una organización funcional y estructural única —el «eje» del esqueleto axial (fig. 2-1). Debido a que proporciona el «núcleo» central semirrígido en relación al cual se producen los movimientos del tronco, las estructuras «blandas» o huecas que siguen un curso longitudinal pueden sufrir lesiones o torsión (ej. la médula espinal, la aorta descendente, las venas cavas, el conducto torácico y el esófago). Por lo tanto, se hallan en estrecha proximidad con el eje vertebral, donde reciben su apoyo semirrígido y se minimizan las fuerzas de torsión sobre dichas estructuras.
Articulaciones de la columna vertebral
Las articulaciones de la columna vertebral incluyen:
- Articulaciones de los cuerpos vertebrales.
- Articulaciones de los arcos vertebrales.
- Articulaciones craneovertebrales (atlanto-axial y atlanto-occipital).
- Articulaciones costovertebrales.
- Articulaciones sacroilíacas.
Articulaciones de los cuerpos vertebrales
Las articulaciones de los cuerpos vertebrales son sínfisis (articulaciones cartilaginosas secundarias) destinadas a soportar el peso y tener fortaleza. Las superficies articulares de las vértebras adyacentes están conectadas por discos intervertebrales y ligamentos (fig. 2-14).
Los discos intervertebrales proporcionan una unión potente entre los cuerpos vertebrales, los unen para formar una columna continua semirrígida y forman la mitad inferior del borde anterior del foramen intervertebral. En conjunto, los discos componen el 20-25% de la longitud total (altura) de la columna vertebral (fig. 2-1). Además de permitir movimientos entre las vértebras adyacentes, su deformabilidad elástica les capacita para absorber los choques. Cada disco se compone de un anillo fibroso, que es una parte fibrosa externa formada por laminillas concéntricas de fibrocartílago, y una masa central gelatinosa denominada núcleo pulposo.
El anillo fibroso es un anillo abultado que consta de laminillas concéntricas (capas) de fibrocartílago que constituyen la circunferencia externa del disco intervertebral (figs. 2-14 y 2-15 A). Los anillos se insertan en los rebordes epifisarios, lisos y redondeados, en las caras articulares de los cuerpos vertebrales, formados por la fusión de las epífisis anulares (figs. 2-2 B y 2-15 B y C). Las fibras que forman cada laminilla cursan oblicuamente de una vértebra a otra, alrededor de 30º o más desde la vertical. Las fibras de las laminillas adyacentes se entrecruzan de forma oblicua en direcciones opuestas y ángulos mayores de 60º (fig. 2-14). Esta disposición permite una rotación limitada entre las vértebras adyacentes, al tiempo que proporciona una fuerte unión entre ellas. El anillo es más delgado en la parte posterior, donde en el adulto puede estar incompleto en la región cervical. La vascularización del anillo va disminuyendo hacia su parte central, y sólo hay inervación sensitiva en su tercio externo.
El núcleo pulposo es el centro del disco intervertebral (fig. 2-15 A). Al nacer contiene cerca de un 88% de agua y es más cartilaginoso que fibroso. En gran medida, su naturaleza semilíquida es la causa de la flexibilidad y elasticidad del disco intervertebral, y de la columna vertebral en conjunto.
Las fuerzas verticales deforman los discos intervertebrales, que actúan como amortiguadores de los choques. El núcleo pulposo se vuelve más ancho al comprimirse, y más delgado cuando se tensa o distiende (como cuando se está colgado o suspendido) (fig. 2-15 C). La compresión y la tensión ocurren simultáneamente en el mismo disco durante la flexión, anterior y lateral, y la extensión de la columna vertebral (fig. 2-15 D). Durante estos movimientos, y en la rotación, el núcleo turgente actúa como un punto de apoyo semilíquido. Debido a que las laminillas del anillo fibroso son más delgadas y menos numerosas posteriormente que en las partes anterior y lateral, el núcleo pulposo no queda centrado en el disco, sino que se sitúa entre el centro y su parte posterior (fig. 2-15 A). Este núcleo es avascular y recibe sus nutrientes por difusión desde los vasos sanguíneos situados en la periferia del anillo fibroso y el cuerpo vertebral.
No hay disco intervertebral entre las vértebras C1 y C2; el disco funcional más inferior es el situado entre L5 y S1. Los discos varían de grosor según las diferentes regiones, y aumenta a medida que se desciende en la columna vertebral. Sin embargo, su grosor en relación con el tamaño de los cuerpos vertebrales que conectan está más en función de la gama de movimientos, y el grosor relativo es mayor en las regiones cervical y lumbar. El grosor es más uniforme en la región torácica. Los discos son más gruesos anteriormente en las regiones cervical y lumbar; su diversa morfología ocasiona las curvaturas secundarias de la columna vertebral (fig. 2-1 B).
Las «articulaciones» o hendiduras uncovertebrales (de Luschka) se suelen desarrollan después de los 10 años de edad entre los procesos unciformes de los cuerpos vertebrales de C3 o C4 a C6 o C7 y las superficies inferolaterales biseladas de los cuerpos vertebrales inmediatamente superiores (fig. 2-16). Las articulaciones se hallan en los bordes lateral y posterolateral de los discos intervertebrales. Las superficies articulares de estas estructuras semejantes a articulaciones están cubiertas por un cartílago humedecido por el líquido contenido en un espacio potencial interpuesto, o «cápsula». Algunos las consideran como articulaciones sinoviales; otros creen que se trata de espacios (hendiduras) degenerativos en los discos, ocupados por líquido extracelular. Las articulaciones uncovertebrales son lugares donde con frecuencia se forman espolones óseos en los últimos años, que pueden ocasionar dolor cervical.
El ligamento longitudinal anterior es una potente banda fibrosa ancha que cubre y conecta las caras anterolaterales de los cuerpos y discos intervertebrales (fig. 2-17). El ligamento se extiende longitudinalmente desde la cara pélvica del sacro hasta el tubérculo anterior de la vértebra C1 y el hueso occipital por delante del foramen magno; las partes más superiores reciben los nombres específicos de ligamentos atlanto-axial anterior y atlanto-occipital. Aunque es más grueso sobre la cara anterior de los cuerpos vertebrales (en las ilustraciones a menudo sólo se representa esta porción), el ligamento longitudinal anterior cubre también las caras laterales de los cuerpos vertebrales hasta el foramen intervertebral. Este ligamento impide la hiperextensión de la columna vertebral y mantiene la estabilidad de las articulaciones entre los cuerpos vertebrales. El ligamento longitudinal anterior es el único ligamento que limita la extensión; todos los demás ligamentos intervertebrales limitan tipos de flexión.
El ligamento longitudinal posterior es una banda mucho más estrecha y algo más débil que el anterior (figs. 2-17 y 2-18 B). Cursa por dentro del conducto vertebral, por la cara posterior de los cuerpos vertebrales. Se fija principalmente a los discos intervertebrales y menos a la cara posterior de los cuerpos vertebrales, desde C2 hasta el sacro; a menudo hay tejido adiposo y vasos sanguíneos entre el ligamento y la superficie ósea. El ligamento se opone débilmente a la hiperflexión de la columna vertebral y ayuda a evitar o redirigir la hernia posterior del núcleo pulposo. Posee abundantes terminaciones nerviosas nociceptivas (dolor).
Articulaciones de los arcos vertebrales
Las articulaciones de los arcos vertebrales son las articulaciones cigapofisarias. Se trata de articulaciones sinoviales planas formadas entre los procesos articulares superior e inferior (cigapófisis) de las vértebras adyacentes (figs. 2-15 y 2-17). Cada articulación está rodeada por una cápsula articular. Las cápsulas de la región cervical son especialmente delgadas y laxas, lo que refleja su amplia gama de movimientos (fig. 2-18). La cápsula está unida a los bordes de las superficies articulares de los procesos articulares de vértebras adyacentes. Ligamentos accesorios unen las láminas, los procesos transversos y los procesos espinosos, y ayudan a estabilizar las articulaciones.
Las articulaciones cigapofisarias permiten movimientos de deslizamiento entre los procesos articulares; la forma y la disposición de las superficies articulares determinan los tipos de movimientos posibles. El margen (amplitud) de movimiento viene determinado por el tamaño del disco intervertebral en relación con el tamaño del cuerpo vertebral. En las regiones cervical y lumbar, estas articulaciones soportan un cierto peso y comparten esta función con los discos intervertebrales, especialmente durante la flexión lateral.
Las articulaciones cigapofisarias están inervadas por ramas articulares procedentes de los ramos mediales de los ramos posteriores de los nervios espinales (fig. 2-19). Cuando estos nervios pasan posteroinferiormente, se sitúan en unos surcos sobre las superficies posteriores de la parte medial de los procesos transversos. Cada rama articular inerva dos articulaciones adyacentes; por lo tanto, cada articulación está inervada por dos nervios.
Ligamentos accesorios de las articulaciones intervertebrales
Las láminas de los arcos vertebrales adyacentes están unidas por bandas anchas de tejido elástico amarillo claro, denominadas ligamentos amarillos. Estos ligamentos se extienden casi verticalmente desde la lámina superior a la inferior; las de ambos lados se unen y mezclan en la línea media (figs. 2-14 y 2-17). Los ligamentos amarillos unen las láminas de las vértebras adyacentes y forman secciones alternas de la pared posterior del conducto vertebral. Los ligamentos amarillos son largos, delgados y anchos en la región cervical, más gruesos en la región torácica y aún más gruesos en la lumbar. Estos ligamentos se oponen a la separación de las láminas vertebrales, al limitar la flexión brusca de la columna vertebral; por lo tanto, evitan las lesiones de los discos intervertebrales. Los ligamentos amarillos, fuertes y elásticos, ayudan a preservar las curvaturas normales de la columna vertebral y a enderezarla después de una flexión.
Los procesos espinosos adyacentes están unidos por ligamentos interespinosos débiles, a menudo membranosos, y por supraespinosos, potentes y fibrosos (fig. 2-18 A y B). Los delgados ligamentos interespinosos conectan los procesos espinosos adyacentes y se insertan desde la raíz hasta el vértice de cada proceso. Los ligamentos supraespinosos, semejantes a un cordón, que conectan los vértices de los procesos espinosos desde C7 hasta el sacro, se fusionan en la zona superior con el ligamento nucal en el dorso del cuello (fig. 2-18 A). A diferencia de los ligamentos interespinosos y supraespinosos, el ligamento nucal, fuerte y ancho, está compuesto por un grueso tejido fibroelástico que se extiende en forma de banda media desde la protuberancia occipital externa y el borde posterior del foramen magno hasta los procesos espinosos de las vértebras cervicales. Debido a la cortedad y profundidad de los procesos espinosos de C3-C5, el ligamento nucal proporciona inserción a los músculos que se unen a los procesos espinosos de las vértebras a otros niveles. Los ligamentos intertransversos, que conectan los procesos transversos adyacentes, están formados por fibras dispersas en la región cervical y por cordones fibrosos en la torácica (fig. 2-18 B). En la región lumbar, estos ligamentos son delgados y membranosos.
Articulaciones craneovertebrales
Existen dos clases de articulaciones craneovertebrales: las atlanto-occipitales, formadas entre el atlas (vértebra C1) y el hueso occipital, y las atlanto-axiales, entre el atlas y el axis (vértebra C2) (fig. 2-20). La palabra griega atlanto se refiere al atlas (vértebra C1). Las articulaciones craneovertebrales son de tipo sinovial, sin discos intervertebrales. Su disposición permite una gama de movimientos más amplia que en el resto de la columna vertebral. Las articulaciones comprenden los cóndilos occipitales, el atlas y el axis.
Articulaciones atlanto-occipitales
Las articulaciones se hallan entre las caras articulares superiores de las masas laterales del atlas y los cóndilos occipitales (figs. 2-6 A y B, y 2-20 A). Estas articulaciones permiten los movimientos de flexión y extensión de la cabeza, como en la afirmación gestual. También permiten la inclinación lateral de la cabeza. El principal movimiento es la flexión, con escasa flexión lateral y rotación. Son articulaciones sinoviales de tipo condíleo, con cápsulas delgadas y laxas.
El cráneo y C1 están conectados también por las membranas atlanto-occipitales anterior y posterior, que se extienden desde los arcos anterior y posterior de C1 hasta los bordes anterior y posterior del foramen magno (figs. 2-20 B y 2-21). Las membranas anteriores están compuestas por fibras anchas, densamente entrelazadas (especialmente en la zona central, donde continúan con el ligamento longitudinal anterior). Las membranas posteriores son anchas, pero relativamente débiles. Las membranas atlanto-occipitales ayudan a evitar los movimientos excesivos de las articulaciones atlanto-occipitales.
Articulaciones atlanto-axiales
Hay tres articulaciones atlanto-axiales (fig. 2-20 B a D): dos (derecha e izquierda) articulaciones atlanto-axiales laterales (entre las caras inferiores de las masas laterales de C1 y las caras superiores de C2) y una articulación atlanto-axial media (entre el diente de C2 y el arco anterior del atlas). Las articulaciones atlanto-axiales laterales son articulaciones sinoviales planas de tipo deslizante, mientras que la articulación atlanto-axial media es de tipo trocoidea.
El movimiento en las tres articulaciones atlanto-axiales permite que la cabeza gire de lado a lado (fig. 2-20 D), como en la negación gestual. Durante este movimiento, el cráneo y C1 rotan sobre C2 como una unidad. En la rotación de la cabeza, el diente de C2 es el eje o pivote que se mantiene en una cavidad o collarín formado en la parte anterior por el arco anterior del atlas y en la parte posterior por el ligamento transverso del atlas (fig. 2-20 A a D), una potente banda que se extiende entre los tubérculos existentes en las caras mediales de las masas laterales de la vértebra C1.
Los fascículos longitudinales superior e inferior, orientados verticalmente pero mucho más débiles, se extienden desde el ligamento transverso al hueso occipital en la parte superior y hasta el cuerpo de C2 en la parte inferior. El ligamento cruciforme del atlas, así denominado por su forma de cruz, se compone del ligamento transverso del atlas y los fascículos superior e inferior (fig. 2-20 A).
Los ligamentos alares se extienden desde los lados del diente del axis hasta los bordes laterales del foramen magno. Estos cordones, cortos, redondeados y de unos 0,5 cm de diá-metro, unen el cráneo con la vértebra C1 y actúan como ligamentos restrictivos para impedir la rotación excesiva de las articulaciones.
La membrana tectoria (fig. 2-20 A y B) es la potente continuación superior del ligamento longitudinal posterior, que se ensancha y pasa posteriormente sobre la articulación atlanto-axial media y sus ligamentos. Hacia arriba cursa desde el cuerpo de C2, atraviesa el foramen magno y se une a la parte central del suelo de la cavidad craneal, en la superficie interna del hueso occipital.
Movimientos de la columna vertebral
El rango de movimientos de la columna vertebral varía según la región y los distintos individuos. Los contorsionistas, que comienzan su aprendizaje en las primeras épocas de la infancia, son capaces de realizar movimientos extraordinarios. La gama normal de movimientos posibles en un adulto joven y sano disminuye típicamente un 50% o más con el envejecimiento.
La movilidad de la columna vertebral es consecuencia principalmente de la compresibilidad y elasticidad de los discos intervertebrales. La columna vertebral puede realizar movimientos de flexión y extensión, frontales o laterales, y de rotación (torsión) (fig. 2-22). La inclinación de la columna vertebral a derecha o izquierda de la posición neutra (erecta) es la flexión lateral; el retorno a la postura erecta desde la flexión lateral es la extensión lateral.
El movimiento de la columna vertebral viene limitado por:
- El grosor, la elasticidad y la compresibilidad de los discos intervertebrales.
- La forma y la orientación de las articulaciones cigapofisarias.
- La tensión de las cápsulas articulares de las articulaciones cigapofisarias.
- La resistencia de los músculos y ligamentos del dorso (ej. los ligamentos amarillos y el ligamento longitudinal posterior).
- La fijación a la caja torácica (costillas).
- El volumen del tejido circundante.
Los movimientos no se producen exclusivamente por los músculos del dorso.
Estos reciben ayuda de la acción de la gravedad y de los músculos anterolaterales del abdomen. Los movimientos entre vértebras adyacentes se producen en los elásticos núcleos pulposos de los discos intervertebrales (que sirven de eje al movimiento) y en las articulaciones cigapofisarias (figs. 2-14 y 2-15).
La orientación de las articulaciones cigapofisarias permite algunos movimientos y limita otros. Con la excepción quizás de C1-C2, el movimiento no se produce nunca en un solo segmento de la columna. Aunque los movimientos entre vértebras adyacentes son relativamente pequeños, sobre todo en la región torácica, la suma de todos ellos permite una movilidad considerable de la columna vertebral en conjunto (ej. en la flexión para tocar el suelo; fig. 2-22 A). Los movimientos de la columna vertebral son más libres en las regiones cervical y lumbar que en otras. La flexión, la extensión, la flexión lateral y la rotación del cuello son especialmente libres porque:
- Los discos intervertebrales, aunque delgados en comparación con la mayoría de los otros discos, son gruesos en relación con el tamaño de los cuerpos vertebrales a este nivel.
- Las superficies articulares de las articulaciones cigapofisarias son relativamente grandes y se hallan en planos casi horizontales.
- Las cápsulas de las articulaciones cigapofisarias son laxas.
- El cuello es relativamente delgado (con menos tejidos blandos circundantes en comparación con el tronco).
La flexión de la columna vertebral es máxima en la región cervical. Los planos articulares de la región lumbar, orientados sagitalmente, favorecen la flexión y la extensión. La extensión de la columna vertebral es más notable en la región lumbar y suele ser más amplia que la flexión; sin embargo, el encaje entre los procesos articulares impide aquí la rotación (fig. 2-9). La región lumbar, al igual que la cervical, posee unos discos intervertebrales grandes en relación con el tamaño de los cuerpos vertebrales. La flexión lateral de la columna vertebral es máxima en las regiones cervical y lumbar (fig. 2-22 B).
La región torácica, en cambio, posee unos discos intervertebrales delgados en relación con el tamaño de los cuerpos vertebrales. En esta región, la estabilidad relativa viene dada también por su conexión al esternón mediante las costillas y los cartílagos costales. Los planos articulares están situados aquí en un arco centrado en el cuerpo vertebral, lo que permite la rotación en la región torácica (fig. 2-22 C). Esta rotación de la parte superior del tronco, combinada con la rotación de la región cervical y en las articulaciones atlanto-axiales, permite la torsión del esqueleto axial que se produce, por ejemplo, al mirar por encima del hombro. Sin embargo, la flexión, incluida la lateral, está limitada en la región torácica.
Curvaturas de la columna vertebral
La columna vertebral del adulto presenta cuatro curvaturas: cervical, torácica, lumbar y sacra (fig. 2-23). Las cifosis torácica y sacra son cóncavas anteriormente, mientras que las lordosis cervical y lumbar son cóncavas posteriormente. Al observar la superficie posterior del tronco, especialmente en una vista lateral, se ponen sobre todo de manifiesto las curvaturas normales de la columna vertebral (fig. 2-24).
Las cifosis torácica y sacra son curvaturas primarias que se desarrollan durante el período fetal en relación con la posición del feto (en flexión). Al comparar las curvaturas en la figura 2-23, se observa que las curvaturas primarias se hallan en la misma dirección que las curvaturas principales de la columna vertebral fetal. Las primarias se conservan toda la vida por las diferencias de altura que hay entre las porciones anterior y posterior de las vértebras.
Las lordosis cervical y lumbar son curvaturas secundarias que se producen a consecuencia de la extensión desde la posición de flexión fetal. Comienzan a aparecer al final del período fetal, pero no se hacen obvias hasta la época de lactante (aproximadamente en el primer año). Las curvaturas secundarias se mantienen principalmente por las diferencias de grosor entre las partes anterior y posterior de los discos intervertebrales.
La lordosis cervical se hace plenamente evidente cuando el lactante empieza a levantar (extender) la cabeza estando en decúbito prono y la mantiene erguida al estar sentado. La lordosis lumbar se hace aparente cuando el lactante comienza a adoptar la postura erguida, mantenerse en pie y caminar. Esta curvatura, generalmente más acentuada en la mujer, finaliza en el ángulo lumbosacro, formado por la unión de la vértebra L5 y el sacro (fig. 2-1 D). La cifosis sacra difiere también en ambos sexos; en la mujer es más reducida, de tal modo que el cóccix protruye menos en el estrecho inferior de la pelvis.
Las curvaturas de la columna le aportan una flexibilidad adicional (elasticidad para absorber los choques) a la proporcionada por los discos intervertebrales. Cuando la carga que soporta la columna vertebral es muy grande (como al llevar una mochila voluminosa), se comprimen los discos intervertebrales y las curvaturas flexibles (es decir, las curvaturas tienden a incrementarse).
Mientras que la flexibilidad aportada por los discos intervertebrales es pasiva y limitada sobre todo por las articulaciones cigapofisarias y los ligamentos longitudinales, la que proporcionan las curvaturas es resistida activamente (dinámicamente) por la contracción de los grupos musculares antagonistas al movimiento (ej. los extensores largos del dorso se oponen a una excesiva cifosis torácica, y los músculos flexores abdominales resisten frente a una excesiva lordosis lumbar).
Al llevar peso adicional por delante del eje gravitacional normal del cuerpo (ej. mamas demasiado grandes, abdomen pendular en la obesidad o fases finales del embarazo, o al llevar en brazos a un niño) también tienden a aumentar estas curvaturas. Los músculos que se oponen al aumento de la curvatura a menudo duelen cuando el peso se lleva durante un tiempo prolongado.
En la posición sentada, especialmente durante largos períodos, el individuo suele «ciclar» entre la flexión del dorso (dejarse caer) y la extensión (sentarse erguido), para minimizar la rigidez y la fatiga. Con ello se alterna entre el apoyo activo proporcionado por los músculos del dorso y la resistencia pasiva a la flexión, aportada por los ligamentos.
Vascularización de la columna vertebral
Las vértebras están irrigadas por ramas periósticas y centrales de las principales arterias cervicales y segmentarias y sus ramas espinales (fig. 2-25). Las arterias procedentes de las ramas periósticas, centrales y espinales se encuentran a todos los niveles de la columna vertebral, en estrecha asociación con ella, e incluyen las siguientes arterias:
- Arterias vertebrales y cervicales ascendentes en el cuello.
- Principales arterias segmentarias del tronco:
- Arterias intercostales posteriores en la región torácica.
- Arterias subcostales y lumbares en el abdomen.
- Arterias iliolumbares y arterias sacras laterales y media en la pelvis.
Las ramas periósticas y centrales se originan a partir de dichas arterias al cruzar las superficies externas (anterolaterales) de las vértebras. Las ramas espinales penetran en los forámenes intervertebrales y se dividen. Las ramas anterior y posterior del conducto vertebral, más pequeñas, pasan al cuerpo vertebral y al arco vertebral, respectivamente, y dan lugar a ramas ascendentes y descendentes que se anastomosan con las ramas del conducto vertebral de los niveles adyacentes (fig. 2-25). Las ramas anteriores del conducto vertebral emiten arterias nutricias hacia delante, al interior de los cuerpos vertebrales, que irrigan la mayor parte de la médula ósea roja del cuerpo vertebral central. Las ramificaciones de las ramas espinales, de mayor tamaño, continúan como arterias radiculares o medulares segmentarias, distribuidas a las raíces anterior y posterior de los nervios espinales y sus cubiertas, y a la médula espinal, respectivamente.
Las venas espinales forman plexos venosos a lo largo de la columna vertebral, dentro y fuera del conducto vertebral: los plexos venosos vertebrales internos (plexos venosos epidurales) y los plexos venosos vertebrales externos, respectivamente (fig. 2-26). Estos plexos se comunican a través de los forámenes intervertebrales. Ambos plexos son más densos anterior y posteriormente, y relativamente escasos en la parte lateral. Las venas basivertebrales, grandes y tortuosas, se forman dentro de los cuerpos vertebrales. Emergen de los orificios en las super-ficies de los cuerpos vertebrales (principalmente en su cara posterior) y drenan en los plexos venosos vertebrales anteroexternos, en especial en los anterointernos, donde pueden formar grandes senos longitudinales. Las venas intervertebrales reciben venas de la médula espinal y de los plexos venosos vertebrales; acompañan a los nervios espinales a través de los forámenes intervertebrales y drenan en las venas vertebrales del cuello y en las venas segmentarias (intercostales, lumbares y sacras) del tronco (figs. 2-26 A y 2-27).
Nervios de la columna vertebral
A excepción de las articulaciones cigapofisarias (inervadas por ramos articulares de los ramos mediales de los ramos posteriores, como se ha descrito al exponer estas articulaciones), la columna vertebral recibe su inervación de los ramos meníngeos (recurrentes) de los nervios espinales (fig. 2-27). Estos ramos, pocas veces descritos o representados, son los únicos que surgen de los nervios espinales mixtos; se emiten justo después de su formación y antes de su división en los ramos anterior y posterior, o desde el ramo anterior, inmediatamente después de su formación.
Dos a cuatro de estos finos ramos meníngeos emergen a cada lado de todos los niveles vertebrales. En las cercanías de su origen, los ramos meníngeos reciben ramos comunicantes procedentes de los ramos comunicantes grises cercanos. Cuando los nervios espinales salen de los forámenes intervertebrales, la mayoría de los ramos meníngeos retrocede a través de los forámenes hacia el conducto vertebral (de aquí el término alternativo de nervios meníngeos recurrentes). Sin embargo, algunos ramos permanecen fuera del conducto vertebral y se distribuyen por la cara anterolateral de los cuerpos vertebrales y los discos intervertebrales. También inervan el periostio y especialmente los anillos fibrosos y el ligamento longitudinal anterior. En el interior del conducto vertebral, los ramos transversos, ascendentes y descendentes distribuyen fibras nerviosas a:
- El periostio (que cubre la superficie posterior de los cuerpos vertebrales, así como los pedículos y las láminas).
- Los ligamentos amarillos.
- Los anillos fibrosos de la cara posterior y posterolateral de los discos intervertebrales.
- El ligamento longitudinal posterior.
- La duramadre espinal.
- Los vasos sanguíneos en el interior del conducto vertebral.
Las fibras nerviosas al periostio, los anillos fibrosos y los ligamentos inervan los receptores del dolor. Las fibras que llegan a los anillos fibrosos y los ligamentos inervan también los receptores propioceptivos (que captan la sensación de la propia posición corporal). Las fibras simpáticas a los vasos sanguíneos estimulan la vasoconstricción.