Antropología de la muerte

“ …está claro que un día vamos a morir, pero los demás días no…”

De todos los fenómenos que pueden ocurrir a los seres vivos sabemos que la muerte es el más universal y el más inevitable, aunque también es la gran desconocida…

La realidad humana es curiosa, ya que es posible no encontrar en los tratados de fisiología secciones dedicadas a la muerte, y esto podríamos decir que es alarmante, sobre todo desde el punto de vista de que los seres biológicos sólo pueden existir en dos estados de forma natural: vivos o muertos.

¿Pero entonces, por qué no se considera la muerte como un fenómeno natural? Para R. Spaemann:

“El temor ante la muerte no es en realidad miedo a estar muerto, sino miedo ante la situación en la que mi corazón se llenará del máximo temor”

Para Callahan y colaboradores, es necesario remarcar desde el comienzo y sobre todo desde el punto de vista más humano, que no existe una dignidad específica de la vida en la cercanía de la muerte, como si el final de la vida fuese una etapa diferente del resto, a la que le correspondiese otro tipo de dignidad.

El final de la vida es una continuación natural de la vida por lo que todos los principios que rigen la vida de un ser humano deben ser contemplados de la misma forma al final de la misma.

No parece lógico reflexionar sobre morir dignamente si no lo hacemos sobre los principios de vivir con dignidad. Defender la “dignidad de la muerte” es un indicador de excelencia, pero solo tiene sentido si previamente se ha defendido la dignidad de la vida en todo su conjunto.

“Las alas de la vida” es un documental basado en la vida real de Carlos Cristo, un médico al cual se le diagnostica una enfermedad terminal. Una historia conmovedora que termina enfrascando la conciencia del espectador, llevándolo a re-plantearse los verdaderos valores de la vida y de la existencia humana.

La muerte, encrucijada de discursos

La muerte es un fenómeno que se encuentra en una encrucijada de discursos ya que es un tema interdisciplinar, y es desde los distintos enfoques disciplinares, desde donde se puede abordar la cuestión del morir y de la muerte.

Los distintos enfoques desde los que se puede contemplar:

  1. Enfoque Biomédico
  2. Enfoque Sociológico
  3. Enfoque Antropológico
  4. Enfoque Ético
  5. Enfoque Psicológico
  6. Enfoque Teológico

Enfoque Biomédico

Se centra en el estudio y tratamiento de las enfermedades, considerándolas como entidades propias independientes de los pacientes.

Desde este enfoque se define:

  • El cuerpo humano como estructura anatómica con aspectos morfológicos y funcionales.
  • La enfermedad como lesión morfológica y/o funcional
  • El médico como el profesional técnico que la repara.
  • Los problemas de salud se deben a trastornos o alteraciones de los mecanismos físico-químicos (podrían explicarse desde su base molecular, genética o por agentes externos físicos o biológicos).
  • La investigación de las causas de la enfermedad y de los procedimientos terapéuticos se centra en “evidencias o pruebas materiales”, olvidando la compleja realidad del ser humano”

Sus objetivos son:

  • Curar la enfermedad con un diagnóstico preciso y un tratamiento correcto.
  • Determinar las razones de orden fisiológico que producen el final de la vida de una persona. Aunque el propósito principal de este enfoque no es tanto, describir las causas de la muerte, sino evitarla y encontrar formas de superación frente al proceso de morir (lo que cuenta es cuánto seguirá viviendo el paciente, no cómo seguirá viviendo)

La muerte ineludible de todo ser humano constituye simultáneamente para este enfoque, un reto y un fracaso.

Enfoque Sociológico

La muerte es una cuestión trascendental y universal para todos los seres humanos, pero los modos de morir en el seno de cada sociedad difieren sustancialmente, ya que los procesos sociales que acompañan al morir son radicalmente distintos y también la consideración social del hecho de morir.

Desde este discurso se trata de analizar el sentido del morir y los rituales y simbólicos en el seno de una determinada sociedad. En la cultura occidental por ejemplo, y en nuestra sociedad contemporánea, se vive de espaldas a ella, la muerte se ha convertido en una cuestión tabú, silenciada y escondida en sociedades modernas e industrializadas (lo cual denota una gran inmadurez de orden colectivo).

El hombre occidental trata de ignorar la muerte, se acerca lentamente hacia ella pero elude pensarla, y este hecho subsiste con una autentica banalización del hecho de morir, con la presencia cotidiana de la muerte en la pantalla, sin embargo ese bombardeo de imágenes de muerte no activa la reflexión sobre el morir.

Nuestra sociedad moderna vive privada de la consciencia de su propia finitud…

Enfoque Antropológico

Desde este enfoque en torno a la muerte, se trata de hacer un análisis de tipo filosófico y cultural.

  • Desde la perspectiva filosófica, la muerte es uno de los temas centrales en torno al ser humano, y la cuestión de esa disciplina es investigar el sentido último que tiene para el ser humano dicha experiencia. El hombre es el único animal que sabe que va a morir.
  • Desde la perspectiva cultural, la muerte es objeto de reflexión a partir de un marco cultural determinado, ya que adquiere connotaciones distintas en cada cultura.

Todos los individuos, y de todos los grupos humanos se ven inevitablemente atrapados en algún momento de su vida y se tienen que enfrentar a la muerte, ya sea de un familiar, un amigo o la de uno mismo. De manera que, aunque la muerte puede ser considerada de forma diferente dependiendo de los parámetros culturales que los individuos construyen, lo cierto es que la muerte no solo es el ritual social que la acompaña, también es el pensamiento simbólico/religioso que se recrea, ya sea para incorporar al difunto dentro de los antepasados, o quedando destinado al olvido.

En la cultura egipcia la religión constituía un aspecto fundamental de la vida, y su significación se prolongaba incluso después de la muerte. De aquí, el culto sumamente especial y fervoroso que rendían a los muertos. Este pueblo creía firmemente que, después de morir, el alma del hombre viviría feliz solo si se daba un tratamiento especial al cadáver para preservarlo de la corrupción. De esta manera, perfeccionaron el proceso de conversión llamado embalsamiento, por el cual convertían los cadáveres en momias que colocaban en sarcófagos…

Para el famoso historiador de las culturas Pierre Chaunu, la muerte en la actualidad es un tema tabú:

“Al no poder expulsar a la muerte de nuestra vida, se ha decretado que es vergonzosa, que es indigna de nosotros, que debemos arrojarla de nuestra mente. La han excomulgado porque pone en crisis todas las culturas hegemónicas de nuestro tiempo. Como no han podido hacerle sitio, la han ocultado, proscrito y prohibido.”

Enfoque Ético

Desde este discurso se afirma que existe una ética de la muerte, cuyo fin es determinar la dignidad del morir.

En una sociedad tecnológica como la nuestra, la probabilidad de prolongar la vida humana más allá de los límites adecuados es algo real, por lo que desde este discurso se reflexiona sobre delimitar el valor y la dignidad del morir.

En la atención al final de la vida y el enfermo terminal, se debe tener en cuenta que, más que ninguna otra cosa, en el momento de la agonía las personas desean estar rodeados de sus seres queridos, de personas que los comprendan y los traten humana y dignamente, no como algo sin valor o incluso un estorbo.

Si alguna vez piden la muerte, seguramente será porque algo ha fallado, ya que piden la muerte para eliminar la muerte, posiblemente les falten los cuidados humanos que necesitan, o quizá la medicina no ha conseguido eliminar el dolor…

Los errores en este enfoque provienen, sobre todo, de un reduccionismo por el cual se identifica al hombre con su cuerpo, a este con el funcionamiento fisiológico, y a la felicidad con la salud o el bienestar corporal, de tal manera que la persona que no tiene salud (y en términos puramente materialistas) sería mejor que no estuviese…

Enfoque desde la Psicología

Desde este discurso la cuestión de la muerte y del morir es fundamental, ya que dicho proceso altera profundamente la vida psíquica de la persona moribunda, y por extensión de las personas que forman su entorno y también de las que le cuidan.

Así, desde esta disciplina se estudia cómo afecta la muerte y el morir desde el punto de vista psicológico a los seres humanos y cuáles son las distintas emociones que produce.

También desde este enfoque se contempla el análisis psicológico del duelo y la pérdida, ya que es fundamental entenderlos para comprender los mecanismos que tiene la persona de superar (o no) en el plano de la vida psíquica, la ausencia del ser querido.

En el arte del cuidar la fase del duelo de los familiares que han sufrido la pérdida de un ser querido es una experiencia muy importante que no puede pasar desapercibida para los profesionales de la salud.

Enfoque Teológico

El fin de este enfoque en torno a la muerte es determinar su sentido desde la perspectiva trascendente del ser humano.

Desde una perspectiva religiosa la muerte no significa el final absoluto de la vida humana, sino el transito hacía otra forma de vida. El hombre tiene una pretensión de inmortalidad, porque “es capaz de amar y siempre quiere seguir amando”.

La religión católica ofrece la promesa de una vida eterna, para los cristianos, el sentido de la vida y de la muerte está en Cristo, Él estará contigo en esa realidad humana que es la muerte. Por lo que a pesar de la secularización creciente de la sociedad occidental, el reconocimiento de dicho discurso en el arte del cuidar es fundamental, pues no pocas personas iluminan su experiencia del morir a partir de categorías de orden trascendente o teológico. La muerte siempre ha significado para la humanidad marcharse de este mundo y habitar “otro”; eso es lo que la religión ilumina, algo a lo que a veces el conocimiento racional no puede llegar por sí mismo, la creencia y la fe en esos momentos proporcionan una certeza tranquilizadora.

De esta forma, a la hora de la muerte el hombre se encuentra en penumbra:

  • Por un lado, se sabe como un ser que se posee espiritualmente
  • Por otro, está ligado y trabado en la oscuridad de la realidad y acontecimientos materiales que le impiden la plena comprensión de sí mismo.

Esta dualidad y penumbra sobre la muerte condiciona el ser del hombre y a ella se debe la posibilidad y necesidad de preguntarse…

Los límites de la vida humana: nacimiento/muerte

La vida humana es un perpetuo fluir entre dos límites infranqueables: el nacimiento y la muerte. Todas las vidas se desarrollan inevitablemente entre esas dos fronteras, lo que varia realmente de un ser a otro, es la extensión o temporalidad y la intensidad o calidad.

Tanto la vida como la muerte son procesos, y la transición entre lo vivo y lo muerto es lo que podría entenderse como el proceso de la muerte.

En la conciencia humana, la experiencia del límite como la de la vulnerabilidad, pueden activar la capacidad reflexiva y transcendente del ser humano, haciéndole preguntarse por lo que puede haber más allá de los límites de su mundo presente.

La reflexión especulativa y critica sobre los límites de la vida humana es uno de los objetos fundamentales de la filosofía, precisamente por la conciencia de esos límites y el deseo de indagar sobre lo que se puede esperar más allá de ellos.

¿Qué es morir?

Morir es un cambio sustancial e irreversible, el límite que separa lo conocido de lo misterioso. La proximidad de ese límite, la experiencia de la muerte produce angustia, temor, miedo, vacío, etc., pues significa la desvertebración total del individuo y el abandono de sus marcos habituales.

El término “límite”, también llamado desde la antropología “situación de liminalidad” se entiende aquí como la expresión de la ruptura de un evento, y en todo evento hay un antes y un después. En la vida humana se pueden distinguir además de la muerte otros eventos o situaciones de liminalidad fundamentales:

  • Nacer es la condición de posibilidad de cualquier otro evento en el futuro, la aparición de un ser único y original.
  • Enamorarse no es una leve mutación en el decurso vital, es un hecho fundamental que altera al sujeto en todas sus dimensiones.
  • Sufrir como ya sabemos es una experiencia global.
  • Morir significa la disolución del ser, desligarse de los vínculos que uno ha tejido lentamente a lo largo de su biografía. Ese desatarse es el aspecto más dramático de la muerte, y no sólo para el que se va …

¿Qué es la muerte?

Es el cese definitivo de todos los actos cuyo conjunto constituye la vida de los seres organizados.

Las funciones vitales no se detienen al mismo tiempo en todos los tejidos y órganos, y durante mucho tiempo se ha considerado que la muerte de un individuo podía ser asegurada por la pérdida total de la conciencia con abolición de la motilidad, de la sensibilidad y de toda reacción a los diversos estímulos, por la detención de la circulación y de la respiración y por la midriasis.

Fenomenología de la muerte

¿Cuándo se inicia el proceso de la muerte?

La respuesta a esta pregunta involucra aspectos no sólo de carácter biológico, también legales, éticos y religiosos.

Para llegar a la comprensión de la muerte nos encontramos con uno de los obstáculos fundamentales que se oponen a su estudio, es un proceso en el que el hombre se estudia a la vez, como objeto y sujeto. Por lo tanto y a pesar de lo “difícil” de su estudio, debemos ser conscientes de que solo desde la adecuada articulación del conocimiento de la muerte es posible construir un arte del morir y acompañar en la muerte.

El proceso de la muerte comienza cuando se cruza el umbral de la irreversibilidad vital, el cual fatalmente terminará con la vida del sujeto. Ese proceso por el que pasa el moribundo, lleva a la pérdida de autonomía y libertad, lo que supone un incremento de su estado de dependencia y una perdida cualitativa de la potencialidad general.

Por umbral de irreversibilidad entendemos aquella situación en la que alcanzadas ciertas condiciones vitales, cualquier esfuerzo por asegurar la supervivencia de la persona a largo plazo sería inútil (esta situación se puede detectar desde la experiencia y los conocimientos de los profesionales de la salud).

De la muerte también podemos decir que es la “emoción por excelencia”, aunque es cierto que no la podemos separar de su carácter dramático, ya que es el paso del ser al dejar de ser, la partida hacía lo desconocido sin posibilidades de retorno.

Otros rasgos fundamentales de la muerte son:

  • Es inexorable
  • Irrumpe en el escenario de la vida humana de un modo ineludible e irreversible
  • Nadie puede escapar de ella, es inevitable.

Cuando el hombre reflexiona sobre estos rasgos de la muerte debe sentir necesariamente el peso de la angustia frente al destino inexorable, aunque también hay veces que intenta esquivar la mirada y distraerse tratando de olvidar cual es su destino último.

Puesto que la muerte es inexorable, se impone de un modo evidente la necesidad de desarrollar una pedagogía de la muerte. El ser humano debería asumir y aceptar con naturalidad su propia muerte y tratar de enfrentarse a ella desde la madurez y la serenidad. Pero entonces, ¿por qué nos cuesta tanto asumir ese acontecimiento tan cotidiano y a la vez tan excepcional?

Además de ese carácter inexorable, es preciso constatar la igualdad de todos los seres humanos frente a la muerte (aunque se pueda morir de formas muy dispares, en casa acompañado de los seres queridos, en la soledad de un asilo, o en un accidente de trafico). Pero más allá de todas ellas, la muerte es un acontecimiento que iguala a la condición humana, pues todos debemos enfrentarnos a ese misterio ineludible

“… acabado el juego, el rey y el peón vuelven a la misma caja”

La incertidumbre es otra categoría fundamental de la muerte, ya que se escapa al calculo y a la lógica, se refiere a la dimensión espacial y temporal, no sabemos cuándo, ni dónde…

San Agustín identifica la muerte como la “presencia ausente” y a ese respecto añade:

“Los hombres salen a hacer turismo para admirar las crestas de los montes, el oleaje de los mares, el copioso curso de los ríos, los movimientos de los astros. Y, sin embargo, pasan de largo de sí mismos”.

La muerte es dramática porque es incierta, no existe protección alguna contra ella…

Quizá el binomio entre inexorabilidad e incertidumbre es lo que permite al ser humano vivir en el mundo, pues la vida sería muy distinta si supiésemos cuando morimos. De esta manera, el destino último del hombre es un puro signo de interrogación.

Cuidar de un moribundo es practicar cierta pedagogía de la muerte, y precisamente por ello es tan ardua esa tarea, porque no existe socialmente ni educacionalmente una sensibilidad marcada frente a esta cuestión.

Respecto a la “muerte del otro”

La “muerte del otro” es uno de los temas fundamentales del personalismo filosófico.

En términos generales, el ser humano padece con más intensidad la muerte de su semejantes, que la suya propia.

Al ser humano le preocupa su propia muerte y también la muerte de los otros, de las personas que constituyen su universo personal. Esto es debido, a lo que ya sabemos del ser humano, su estructura pluri-relacional intensamente vinculada a otros seres humanos. La muerte significa también la ruptura de esa relación con el otro, pero no de un modo subjetivo, sino de un modo objetivo y fundamental.

La ausencia y la muerte del otro deja un autentico vacío, significa que también muere con él una parte de mí, un trozo de mi identidad personal. Pero no debemos expresar esa ausencia como una pérdida, ya que no es “realmente” una pérdida, (sólo se pierden los objetos). Desde la perspectiva filosófica las personas pueden estar ausentes o presentes, pero jamás se pierden. También sabemos que no se pueden sustituir, son únicos e irrepetibles.

Más allá del drama que constituye la muerte del otro, el final de la vida de cualquier ser humano debe ser considerada desde una perspectiva ética, la cual exige:

  • Atención y responsabilidad.
  • Solidaridad y proximidad hacia él, no se puede abandonar a un ser humano en la experiencia de cruce.

Acompañar responsablemente a un ser humano a morir, constituye la mejor forma de expresión de amor al prójimo. La responsabilidad ante ese hecho, por otro lado, trasciende todos los planos sociales y se refiere directamente al plano humano y ético.

La muerte del otro en cualquier caso, no debe dejarnos nunca indiferentes.

Respecto a la propia muerte

En la antropología filosófica y al estudiar la muerte, el “objeto” de conocimiento (la muerte de la persona humana) coincide con el “sujeto” de conocimiento (es la persona humana la que estudia la muerte), esa identidad entre sujeto y objeto cobra patetismo cuando se aborda la cuestión del morir.

Pensar la muerte, constituye una exigencia fundamental para todo ser humano, no solo para los filósofos, ya que todos deberán enfrentarse a esa experiencia. Sin embargo, existe una resistencia a tratar el tema de forma natural y espontánea.

Básicamente existen dos formas de interpretar la muerte, unos piensan que la persona es un ser abocado fundamentalmente a la muerte y que no hay nada más.

Para otros, la persona no es una existencia orientada únicamente a morir y se resisten a pensar en la muerte como “el fin”, consideran que es un ser abierto a la vida, a la eternidad y la muerte física es un tramo por el cual se debe pasar en el proceso de realización personal.

Pero más allá de las interpretaciones de la muerte, lo que resulta incuestionable desde un punto de vista fenomenológico, es que el pensamiento de la propia muerte conlleva cierta resistencia, y cuando uno piensa detenidamente en su muerte, se alteran las consideraciones habituales en torno al tiempo, a la vida, y al sentido de la existencia…

La soledad y la muerte

Los grandes eventos o situaciones liminales que padece el ser humano a lo largo de su biografía (nacimiento, muerte, sufrimiento y enamoramiento) constituyen experiencias ineludiblemente solitarias y aunque también son universales en cada cual son distintas. De manera que, la experiencia de uno no sirve ni siquiera para iluminar el propio problema.

Respecto al nacimiento, tanto el nacimiento biológico (irrupción de un nuevo ser humano en el mundo), como el nacimiento consciente en la existencia (el día en que el ser humano se percata de que existe y debe dar un sentido y una orientación a su existencia) son actos solitarios. El “nacimiento en la existencia” constituye una vivencia personal y cada cual debe enfrentarse a ella desde su más absoluta intimidad.

Respecto al proceso de enamorarse, aunque forma parte del mundo afectivo y siempre se refiere a otra persona, es una experiencia que cada cual “padece” en la más absoluta intimidad.

Respecto al sufrimiento y la muerte, también son experiencias de soledad. El sufrir sea en el plano interior o en el plano exterior, constituye una vivencia solitaria.

Podemos acompañar en el sufrimiento del otro, podemos solidarizarnos con él, pero la vivencia del dolor siempre es solitaria.

El “hombre doliente” tiene que plantearse si va a ser feliz o no a pesar de sus sufrimientos. Lo primero que tiene que hacer es aceptarse a sí mismo tal como es, con sus sufrimientos y sus limitaciones.

En nuestra profesión y quién ha estado en contacto con el sufrimiento, puede señalar que la persona que sufre, no pide tanto explicaciones racionales, como una actitud empática (escucha activa, aceptación y honestidad…).

Cuando un ser humano cruza el umbral de la muerte, siente la soledad del viajero que abandona el paisaje conocido y agradable y que debe despedirse de sus compañeros, es la soledad del último viaje …

Morir significa morir solo, significa que nadie puede morir en mí lugar; la prueba de ello, es que si alguien se sacrifica para morir en lugar de otro, eso no le dispensará de morir más tarde …

Negar la muerte como hecho individual o social (con mecanismos del tipo: “ya me preocuparé cuando sea necesario”) tiene importantes consecuencias, una de ellas es la falta de preparación psicológica cuando se presenta el trance, especialmente en el paciente, pero también en el individuo, los allegados y/o el equipo que lo atiende.

No se puede enseñar la experiencia de morir, y nadie aprende sobre esa realidad, es una experiencia irrepetible, por eso es importante advertir que no se puede imponer el sentido, sino ayudar a encontrarlo. En eso radica la capacidad de consolar cuando es verdadera y no simplemente en la mera repetición de frases hechas. Compartir en silencio, y saber escuchar puede ser lo más adecuado.

R. Spaemann respecto a la muerte:

“Era propio del primitivo el dominio del sufrimiento con una particular ritualización de las situaciones extremas. Nuestra sociedad, sin embargo, es incapaz de hacer algo semejante con la muerte, que es desviada hacia el anonimato de las clínicas. Cualquier hombre sabe que puede caer en sus garras en cualquier momento, pero ¡no hablemos de eso! De hecho, en ningún sitio se habla de ella y, desde luego, de ningún modo con los moribundos. Pero, sobre todo, ya no se enseña a morir. Los niños ya no ven cómo mueren los ancianos; no se enseña a morir, y así la mayor parte de la gente se encuentra con la muerte por vez primera en la suya propia”

Seriedad, ironía y muerte

El pensamiento de la muerte se relaciona filosóficamente con la “seriedad” y el ejercicio de la reflexión sobre “el modo de existir”, la manera de estar en el mundo y el plano más interior de la persona.

Quizá es el pensamiento de la muerte el que le otorga más seriedad a la vida, pues cuando uno piensa seriamente que es limitada, se da cuenta de lo serio que es la tarea de vivir. La seriedad ineludible y la actitud ante ella, no se da en ningún otro momento.

Ante una muerte venidera, el ser humano debería aprender a valorar seriamente cada minuto de su vida, siendo conscientes del carácter relativo y temporal de la existencia. Sin embargo, en ocasiones frente a ella, uno aprende a tomarse las cosas con sentido del humor, y sólo desde la distancia, advertimos determinadas inquietudes humanas, que es posible reconocer como rasgos esperpénticos y caricaturescos del quehacer humano.

En el arte del cuidar, es fundamental considerar el binomio seriedad-humor, pues el trato con una persona moribunda requiere una profunda sensibilidad y un vasto conocimiento de todos los estados anímicos de la persona en cuestión. Por eso, en la aplicación de cuidados, hay momentos para la seriedad y momentos para el humor.

El cuidador debe ser muy receptivo a las ondulaciones anímicas de la persona enferma y calibrar el grado de seriedad de sus palabras para colocarse en el mismo nivel existencial de la persona doliente, sabiendo que también se pueden dar momentos para el humor y la distensión…, y aunque el cuidador no debe provocarlos, sí debe ser receptivo a la voluntad del moribundo.

La ansiedad ante la muerte

Existen una serie de sentimientos y temores que pueden constituir un síndrome de ansiedad ante la muerte.

Algunos teóricos, explican la ansiedad por el temor a lo que suceda después de la muerte (este planteamiento tiene mucho que ver con la educación religiosa recibida ¿Seremos juzgados y castigados por nuestros pensamientos y malas acciones?…).

Otros, creen que ese temor tiene mucho que ver con el sentido que seamos capaces de darle a nuestra vida, ¿Logramos hacer lo que se supone que debíamos hacer en este planeta?¿Tenemos todavía algún asunto inconcluso?

Las perspectivas teológicas, filosóficas y psicológicas convergen en una visión de naturaleza multidimensional de la ansiedad ante la muerte:

  • Preocupación por el impacto cognoscitivo y emocional de la muerte.
  • Anticipación y miedo a las alteraciones físicas que la muerte comporta.
  • Darse cuenta de la limitación del tiempo entre el nacimiento y la muerte.
  • Preocupación por el estrés y el dolor que acompañan a la incapacidad, la enfermedad y el morir.

Muerte y vida, las dos caras de una misma moneda

Pensar en el sentido de la vida nos lleva a pensar en el sentido de la muerte y resulta imposible considerar seriamente la muerte, sin considerar el valor de la vida humana.

La concepción de la muerte determina la vida presente y en toda concepción de vida subsiste, aunque sea de modo implícito, una idea de la muerte y del más allá.

Cada ser humano tiene por el mero hecho de pertenecer a una determinada cultura, una prefiguración de orden simbólico en torno a su destino más allá de la muerte, esta prefiguración carece de cientificidad (trasciende los límites del discurso científico, porque no se puede ubicar dentro de las estrechas fronteras del método científico) pero resulta fundamental para conocer el sentido que el ser humano otorga a su vida y a su muerte individual.

En el arte del cuidar, es fundamental ahondar en el binomio vida-muerte de cada ser humano, solo desde esa perspectiva es posible alcanzar el pensamiento de la persona que muere y atenderla espiritualmente, dentro de los cánones de su concepción de la vida y del más allá.

El cuidador debe esforzarse para asistir a la persona moribunda desde las coordenadas simbólicas de la persona enferma y no desde su propio punto de vista, y eso requiere un conocimiento adecuado de la dialéctica vida-muerte, lo que presupone el ejercicio del diálogo y de la receptividad.

“Los que tienen la fortaleza y el amor suficientes para sentarse junto a un paciente moribundo en el silencio que va más allá de las palabras, sabrán que ese momento no es espantoso ni doloroso, sino el pacifico cese del funcionamiento del cuerpo. Observar la muerte pacifica de un ser humano, nos recuerda la caída de una estrella; un cielo inmenso, una de entre un millón de luces brilla sólo unos momentos y desaparece para siempre en la noche perpetua. Ser terapista de un paciente moribundo nos hace conscientes de la calidad de único que posee cada individuo en este vasto mar de la humanidad. Nos hace conscientes de nuestra finitud, de la limitación de nuestra vida. Pocos de nosotros viven más allá de setenta y cinco años, y no obstante, en ese breve tiempo, todos creamos y vivimos una biografía única, y nos urdimos en la trama de la historia humana” – Kübler-Ross E. (2003) Sobre la muerte y los moribundos

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