Antropología del cuidar. El sufrimiento

Por qué planteamos el tema del sufrimiento?

  • Porque el sufrimiento en la vida humana es algo que tarde o temprano nos afecta a todos.
  • Porque sobre los enfermeros recae el peso del acompañamiento a la persona que sufre.
  • Cuando el hombre habla del sufrimiento no lo hace como un ciego de nacimiento podría hablar del color azul…, el sufrimiento todos lo conocemos.

Podríamos decir, que en el hombre no hay límites exactos entre sufrir y no sufrir:

“… el hambre futura ya le convierte hoy en un hambriento”. – T. Hobbes

“Tenemos miedo del sufrimiento, y ya ese mismo miedo es sufrimiento” – R. Spaemann

Toda experiencia de sufrimiento plantea la misma pregunta inicial: ¿Por qué?

Es lógico que tratemos de dotar al sufrimiento de algún sentido y de encontrar explicaciones. Pero tenemos que ser conscientes de que las preguntas sobre el ¿por qué? o ¿para qué? no siempre obtendrán respuesta, porque el dolor y el sufrimiento son universales, inevitables, caprichosos, incomprensibles, y también fundamentalmente humanos.

Sufrimiento/dolor y vulnerabilidad en el ser humano

El ser humano también es “homo patiens”, puesto que el sufrimiento no es ajeno a la vida humana, está completamente presente en ella, aunque bajo formas y modalidades muy distintas.

Respecto al sufrimiento: ¿Por qué sufre el hombre?

  • Porque tiene una naturaleza humana a la que le pertenecen la alegría/sufrimiento y dolor/felicidad.
  • Porque es vulnerable y se da cuenta de ello precisamente cuando está enfermo, entonces se percata de un modo patente de su extrema vulnerabilidad.

En el plano humano, tanto el sufrir como el gozar contraen una enorme complejidad, debido a que el ser humano puede sufrir y gozar de distintas maneras y por distintas razones.

Hablando del dolor: es “un daño sentido”, en primer lugar en la sensibilidad, ya que se presenta repentinamente y desorganiza la relación del hombre con su cuerpo.

La diferencia que tiene el dolor con el placer es evidente:

  • En el placer hay una cierta liberación y fuga de la corporalidad, que se percibe como ingrávida y ligera.
  • En el dolor la corporalidad se percibe como impuesta, como un pesado fastidio atenazante, frente al que uno ya no es dueño de sí, y que nos puede obligar a capitular.

Ante el dolor, el hombre siempre resulta alcanzado o zarandeado, el cuerpo entonces se experimenta como límite y puede acabar presentándose como algo en sí desagradable.

Según la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (AIED), este se define como:

“una experiencia sensitiva y emocional desagradable asociada a una lesión tisular real o potencial o descrita en términos de daño”

Según los autores Chapman y Gravin (1999):

“el sufrimiento es un estado afectivo, cognitivo y negativo complejo, caracterizado por la sensación que experimenta la persona de encontrarse amenazada en su integridad, por su sentimiento de impotencia de hacer frente a esta amenaza y por el agotamiento de los recursos personales y psicosociales que le permitirían afrontarla”.

Dicho de otra manera, la persona que sufre:

  1. Percibe un estimulo o situación como una amenaza importante para su integridad somática o psicológica.
  2. Al mismo tiempo se siente impotente, sin recursos para hacerle frente.
  3. Cuanto más importante perciba el enfermo la amenaza y menores crea que son sus recursos mayor será su sufrimiento.

Para R. Yepes y J. Aranguren (2003):

“El dolor del cuerpo es personal, pero infinitamente menos íntimo que el dolor moral. Una pierna rota no tiene el mismo nivel de sufrimiento que una depresión profunda, ya que la primera afecta de un modo mucho más remediable y parcial, mientras que la segunda puede desenfocar por completo la explicación del sentido de la vida de quien la sufre (ese sufrimiento, hace más daño, y es menos comunicable, (…) no es fácil apercibirse del dolor del espíritu)”

En el ser humano existen distintas formas de sufrimiento, pero más allá de las diferencias formales subsisten semejanzas comunes:

  • No es lo mismo un dolor de muelas, una frustración profesional o un desencanto afectivo, pero en el seno de todas esas experiencias palpita una vivencia común, la persona que sufre.
  • Otra semejanza es que para cualquier ser humano que este sufriendo es necesario el acompañamiento, porque no hay experiencia más amarga que vivir el dolor en soledad y porque el dolor se vuelve todavía más insoportable, cuando la persona que lo sufre se siente sola e incomprendida.

Respecto al sufrimiento y la profesión médica hay que hacer una primera reflexión:

Los que sufren no son los cuerpos, son las personas. Por lo tanto, el alivio del sufrimiento y la curación de la enfermedad deben considerarse como obligaciones gemelas de la profesión médica.

El sufrimiento constituye un fenómeno más amplio que el dolor:

  • Abarca más dimensiones y tiene muchas causas potenciales, de las cuales el daño tisular es solo una de ellas.
  • Además del dolor u otro síntoma, el sufrimiento puede ser inducido por la ansiedad, el miedo, la pérdida de personas, funciones,…
  • La amenaza que representa la posibilidad de padecer dolores, enfermedades o lesiones puede ser tan intensa que llegue a igualar los efectos reales de los mismos.

La característica esencial del sufrimiento es la percepción de amenaza (en clínica se habla de preocupación). El dolor puede ser aliviado con analgésicos; el sufrimiento no.

Un hombre enfermo es, esencialmente, un hombre amenazado por el dolor, el malestar, la invalidez, la soledad y la presencia de la muerte.

El sufrimiento no puede ser tratado a menos que se pueda diagnosticar. Sin embargo, las estrategias e instrumentos que utilizan los médicos para llegar a un diagnóstico están dirigidas a explorar el cuerpo, no la persona.

Otras reflexiones del sufrimiento:

  • No es posible el distanciamiento del sufrimiento, ya que el ser humano se encuentra profundamente arraigado a su contexto y a su dolor.
  • Ningún ser humano es incólume al sufrimiento (nadie está a salvo), parece imposible sustraerse del sufrimiento. El dolor con su arbitrariedad irrumpe en la existencia humana sin prologo alguno, aparece en la escena de la vida individual y altera todas las dimensiones del ser … “es el intruso que revuelve por entero la identidad personal”
  • Es una vivencia que acompaña a la vida humana en todo su itinerario, y aunque el enfermar es discontinuo, el padecer es continuo, lo que nos muestra nuestra vulnerabilidad.
  • El ser humano teme a la muerte, pero aún teme más al sufrimiento, al dolor, al desamparo y a la humillación.
  • La experiencia del sufrimiento en el conjunto de la vida humana tiene un carácter catártico e interpelante, es como el verdadero “test” de la existencia personal. Cuando una persona sufre, se da cuenta de que su vida no es una comedia ni un pasatiempo, sino que adquiere tintes trágicos y dramáticos.
  • Frente al sufrimiento, normalmente el ser humano trata de encontrar sentido a su vida e integrarlo en el conjunto del decurso vital.

Para F. Torralba (1998):

“… el sufrimiento humano, es universal y la actitud más adecuada frente a la persona que sufre es la solidaridad y el respeto. En la enfermería, nadie sufre ni gime de forma muy diferente de los demás. Universal, como la violencia y la muerte, el dolor nos iguala …”

Sufrimiento y enfermedad se relacionan mutuamente, aunque no siempre se presentan juntos, ni necesariamente se identifican en todos los casos:

  • La enfermedad conlleva, por lo general algún tipo de dolor o sufrimiento, aunque no necesariamente, pues una persona puede estar enferma y no percatarse de ello hasta un determinado momento.
  • Hay sufrimientos que no se relacionan directamente con la enfermedad, ni con la terapéutica medica, por ejemplo, el dolor de estar sólo, de la vejez, del desamor, estos padecimientos no son directamente enfermedades, aunque puedan convertirse en vivencias de tipo patológico e incluso llegar a somatizarse.

Tipos de sufrimiento

Los rasgos fenomenológicos del sufrimiento humano, debido a su alta complejidad de formas y niveles como consecuencia de la complejidad estructural de la persona, han sido analizados por grandes pensadores y desde diferentes disciplinas.

Desde la antropología filosófica se pueden distinguir al menos cinco formas o modos de sufrimiento íntimamente enraizados en la estructura pluridimensional e interrelacional del ser humano. Desde un punto de vista didáctico, los podemos sistematizar de la siguiente manera:

  1. Sufrimiento intrapersonal, que puede manifestarse bajo dos modalidades: sufrimiento exterior o dolor y sufrimiento interior.
  2. Sufrimiento interpersonal
  3. Sufrimiento natural
  4. Sufrimiento tecnológico
  5. Sufrimiento trascendente.

El sufrimiento intrapersonal

Inicialmente vamos a tratar de diferenciar el dolor y el sufrimiento:

  • El dolor se refiere por lo general, a la percepción de un mal de orden físico, somático o biológico (los animales también experimentan este tipo de dolor).
  • El sufrimiento, tiene un sentido más amplio que el dolor. Se refiere a un modo de padecer que no necesariamente se relaciona con lo físico o somático del ser humano, sino con el recinto de su interioridad y con todos los niveles de experiencia que conlleva.
  • Pero el dolor aunque es una percepción de orden somático, puede incidir de un modo determinante en la estructura global del ser humano y puede tener consecuencias en el orden interior, en el plano interrelacional, en la vida práctica y espiritual y causar sufrimiento.

Por lo tanto, podemos decir que los dos términos se interrelacionan entre sí:

  • Hablamos de sufrimiento exterior o dolor: tiene su génesis en la corporeidad, cuando existe disfunción o alteración de orden tisular.
  • Hablamos de sufrimiento interior: se siente en la interioricidad del ser humano (puede expresarse también en el rostro, en la voz, en la mirada y en el conjunto del ser). Por ejemplo sentimientos de culpa, remordimiento, desesperación, angustia, temor, miedo, son los modos habituales.

En el plano interior de la persona humana, el sufrimiento puede adoptar distintas modalidades:

  • Sufrimiento ético, consecuencia de un mal obrar …
  • Sufrimiento estético, consecuencia de la percepción de algún tipo de fealdad …
  • Sufrimiento de la razón, consecuencia de no alcanza a comprender …
  • Sufrimiento de la identidad personal, consecuencia de que no se acepta a sí misma…

Para enfermería y en el arte del cuidar, la consideración del sufrimiento intrapersonal es fundamental, pues sólo se puede cuidar adecuadamente a un ser humano, sí se reconoce el doble nivel de padecimiento, a saber, el exterior y el interior.

El sufrimiento exterior se puede combatir desde la terapéutica, la farmacología y los instrumentos tecnológicos, pero el sufrimiento interior reclama un modo de atención distinta, reclama la presencia humana, la palabra y el diálogo.

El sufrimiento interpersonal

Este sufrimiento se refiere al mundo afectivo del ser humano.

Sabemos que la persona humana es una estructura abierta a la realidad de “los otros”, ya que establece vínculos de vida y nexos con su prójimo y lo hace de un modo connatural.

Sin embargo, en este plano interrelacional, también emerge la experiencia del sufrimiento, pues en el mundo afectivo existen “relaciones que duelen”. Una relación desequilibrada, caótica o desordenada se convierte en una mala relación y su fruto es el sufrimiento interpersonal.

Hay formas adecuadas de interacción y relación con los demás, y formas inadecuadas que a corto o largo plazo generan sufrimiento.

El sufrimiento interpersonal y el intrapersonal se relacionan recíprocamente, el daño que se percibe a propósito de una mala relación, tiene efectos en la estructura intrapersonal, y en todo el ámbito interior del ser humano (celos, crueldad, desprecio…, son modos de interrelación que producen sufrimiento).

En el arte del cuidar, se debe considerar el peso especifico del sufrimiento interpersonal en el conjunto de la vida humana, pues gran parte de los sufrimientos tienen su génesis en una mala relación con los otros. Cuidar a una persona de forma adecuada es una tarea que incide en su “interior” y en su “exterior”.

El sufrimiento natural

El ser humano está arraigado al conjunto de su entorno natural y necesita del mismo para su supervivencia. El sufrimiento natural se refiere a la relación que establece la persona humana con ese entorno, con la naturaleza, con el medio ambiente, y en esa relación, también hay formas adecuadas e inadecuadas. De manera que, el fruto de la “mala Relación del Hombre con la Naturaleza” también ocasionará mucho sufrimiento.

Este tipo de sufrimiento ha ido adquiriendo un peso extraordinario en la vida del hombre “moderno”: la utilización indiscriminada de recursos naturales, la creciente desertización, la contaminación de las aguas, la adulteración de productos naturales, la mala gestión de recursos, el afán colonizador e imperialista de la especie humana, constituyen factores evidentes de una mala relación con la naturaleza, los cuales, a corto o largo plazo son fuente de males y sufrimientos colectivos.

El ser humano habita el mundo y debe hacerlo de manera armónica, “es su hogar”, y es fundamental ese armonía para su existencia. Cuando el ser humano lleva a cabo de forma inadecuada esa tarea de habitar el mundo y llega a producir “heridas” en la naturaleza, estas tienen efectos secundarios, tanto desde un punto de vista individual como colectivo, y no sólo en el momento presente, también en el futuro, ya que el mal ocasionado a la naturaleza tendrá efectos en las generaciones siguientes.

Es urgente encontrar una forma adecuada de relación hombre-naturaleza, ya que la amenaza de destrucción natural y descomposición del planeta no es una invención alarmista de determinados grupos políticos de signo ecológico, sino una amenaza real, cuyo responsable último es el ser humano.

Cuidar del ser humano es también cuidar su entorno natural, dentro de unos cánones de armonía y orden. De modo que, al cuidar la naturaleza cuidamos de las personas, no solo de las actuales, también de las generaciones futuras que recibirán el fruto de ese cuidado.

El sufrimiento tecnológico

La relación del ser humano con los artefactos tecnológicos constituye el mundo de la tecnología. El vinculo hombre-máquina puede articularse de distintas maneras y siguiendo distintos fines, una mala articulación de esa relación constituye el sufrimiento tecnológico.

Por lo general, la técnica cumple su función cuando facilita la vida humana, pero en ocasiones, puede obstaculizarla e introducir graves desequilibrios en el seno de la comunidad y de las relaciones interpersonales (guerras, poder,…).

Los sufrimientos colectivos de nuestro siglo se deben, en gran parte al denominado “fetichismo tecnológico”, es decir, el culto indiscriminado e irracional a la tecnología.

Frente a ese imperialismo tecnológico del mundo, es urgente determinar la prioridad de lo humano frente al sistema. La tecnología, como cualquier otra creación humana, debe estar al servicio de la persona y nunca al revés.

Generalmente, el mal de orden tecnológico es consecuencia de una inversión de las prioridades. Tecnología por supuesto, pero una adecuada tecnología.

El sufrimiento trascendente

La espiritualidad constituye un atributo fundamental y una necesidad del ser humano. Sin embargo, su desarrollo, puede realizarse por cauces muy distintos, ya que la relación entre el hombre y “lo sagrado” puede desencadenar también, cuando no es adecuada, graves y profundos males para la persona y la comunidad.

El sufrimiento trascendente se refiere fundamentalmente, a la mala relación que se establece en ocasiones entre el hombre y su religiosidad, cuando el hombre utiliza la religión para ir en contra del hombre y de los propios derechos humanos, en nombre de lo sagrado.

Existen múltiples formas de sufrimiento trascendente, pues la dimensión de la necesidad de religiosidad humana se puede expresar de modos muy violentos e irracionales. Así, “fenómenos de orden sectario” tienen su origen en una inadecuada relación entre “el hombre y lo sagrado”, y frente a esta posibilidad es necesario ejercer la racionalidad humana, pensando de un modo coherente y ordenado sobre el sentido mismo de las propias acciones, y además, juzgarlas desde la razón y el respeto de la vida.

El sufrimiento trascendente es una forma de sufrimiento exclusivamente humana, además de ser también, el origen de otros males y desajustes de orden interior e interpersonal.

La vivencia dolorosa de la religiosidad es fuente de conflictos en el orden social y produce graves trastornos en la interioricidad del ser humano, puesto que el equilibrio entre “vita exterior” y “vita interior” es fundamental para alcanzar una vida lograda.

Cuidar de una persona es velar por la interacción adecuada entre su vida interior y su vida exterior:

  • Entre la perspectiva intrapersonal y la interpersonal
  • O en el plano hombre-trascendencia
  • O en el plano del “tú-yo”.

El sentido del dolor en la cultura actual

Sufrir tiene muy “mala prensa”, el dolor es hoy algo negativo, “un disvalor”.

Amamos la comodidad, la ausencia del dolor, de molestias y de esfuerzos más que cualquier otra cosa, precisamente porque no soportamos el sufrimiento.

En una sociedad en la que la categoría máxima de felicidad es el bienestar (que nada te moleste, nada de metas arduas y esfuerzos en general) las razones para afrontar el dolor o la incomodidad no existen.

No tenemos motivos para soportarlo y queremos medios técnicos para combatido, pero esos medios no siempre pueden llegar a curar la dimensión moral de ese dolor.

Utilizamos todo tipo de métodos y técnicas para evitar el sufrimiento, aunque eso lo que provoca es un efecto paradójico, lo que realmente se consigue es disminuir nuestra capacidad de aguantarlo a base de ahorrárnoslo, lo cual nos convierte en seres débiles y sin experiencia ante el dolor. Eso hace descender el umbral de tolerancia para soportar situaciones en las que no se da una satisfacción inmediata, o no se elimina el dolor o la incomodidad con la rapidez esperada.

Hemos caído en una trampa peligrosa:

“pensar que somos capaces de erradicarlo de nosotros, y eso … es imposible”.

Parece que la única salida que se le ve al dolor es que deje de existir en sí mismo, o incluso quién lo padezca…, para no tener que soportar la presencia del dolor o del sufrimiento. Es decir, ya que se carece de respuesta a la pregunta por el sentido del dolor, lo único que se ve posible es la eliminación del problema (aunque sea eliminar al sujeto que sufre), no vaya a ser, que su presencia nos plantee inquietudes ante las cuales no tenemos soluciones…, o respuestas.

Pero tendremos que tener cuidado, ya que si en nuestra sociedad moderna no caben ni el dolor, ni el sufrimiento, ni las incomodidades, tal vez dentro de poco, tampoco quepan los enfermos, ni los que sufren, ni los que nos resultan incómodos… (ni los que los cuidan, ni los que ya no son “validos”, …).

La cuestión del sufrimiento se relaciona directamente con el tema del sentido “el dolor es el examen más duro…”. El dolor no sólo pone a prueba la capacidad de resistir del ser humano, sino que también hace que nos preguntemos:

¿Cuál es el fin? ¿Cuál el sentido que habitualmente se otorga a esa realidad? La experiencia del sufrimiento se relaciona directamente con la experiencia del misterio y de lo insondable, ya que no hay modo alguno de explicarse racionalmente el sentido último del sufrimiento en el mundo.

A lo largo de la evolución del hombre y en las culturas de todos los tiempos, ante la presencia del sufrimiento y el dolor, lo que han hecho los hombres ha sido asumirlos, transformarlos en actitudes para poder expresarlos socialmente. A través de gestos, símbolos y ritos, que a su vez sirven de cauce para mostrar a los demás los sentimientos que embargan a las personas en esas situaciones (un ejemplo es el duelo por la pérdida sufrida, vestirse de luto…).

De manera que, les propiciamos espacios, tiempos, creencias y devociones, humanizándolos, todo ello para que el miedo y la conciencia de nuestra propia finitud, sean paliados y poder aceptar esas situaciones.

Cuando es desde la religión, desde dónde se busca el sentido al sufrimiento, en ocasiones, puede ocurrir que cuando a un creyente le llega el dolor, este sienta que de alguna manera Dios ha incumplido su parte del trato (esto ocurre cuando se instrumentaliza a Dios, como si Él existiera sólo para que le saquemos provecho).

Desde esta perspectiva se pueden dar dos situaciones:

  • La que condena al hombre, explicando el sufrimiento como efecto de su imperfección: “eres culpable de tu propio sufrimiento”
  • La que condena a Dios (para defender al hombre) mostrándolo como un ser cruel que desea el sufrimiento humano: “Dios es culpable de tu sufrimiento”

Desde un punto de vista científico, médico, social o psicológico, el ser humano puede explicarse las razones inmediatas de su padecer, pero la pregunta por el sentido último del sufrir, el interrogante por la razón última del dolor humano constituye, quizás, el interrogante más grave de la existencia humana.

El hombre se pregunta por el sentido de su sufrimiento, y su pregunta adquiere un sentido metafísico e inclusive teológico. Pues la pregunta por el sufrimiento, en la conciencia religiosa adquiere un grueso muy particular, ya que el ser humano puede imaginarse un mundo mejor, donde el sufrimiento inútil no tenga lugar.

La pregunta acerca del sentido del sufrimiento es una pregunta paradójica, pues en sí misma ya expresa sufrimiento.

Para Víctor Frankl, superviviente del holocausto nazi:

“cualquier tipo de sufrimiento y de sacrificio que la vida nos depara, será aceptado con fortaleza por el ser humano, si sabe que detrás de él hay un sentido que puede iluminar su significado”

En cualquier caso, el dolor y el sufrimiento son cuestiones que activan la capacidad metafísica del ser humano y le sitúan ante los grandes interrogantes existenciales.

¿Por qué debo sufrir? ¿Qué sentido tiene mi dolor? ¿Por qué me ha tocado vivir esto a mí?

¿Qué puede hacer el ser humano frente al sufrimiento?

Algunos autores, señalan que lo primero que se necesita para saber qué hacer con el dolor es aceptarlo.

Esa aceptación es uno de los momentos más dramáticos de nuestra existencia. Sufrir, cuando se transforma en actitud de aceptación y en una tarea asumida, nos abre los ojos al verdadero valor e importancia que tienen las cosas.

Otros autores afirman que además, para encontrar el verdadero valor o sentido al sufrimiento es necesario cierto proceso de maduración.

¿En qué consiste ese proceso de maduración? Se basa en el planteamiento de que el ser humano puede elegir qué hacer respecto a ese dolor, pudiendo enfocarlo desde su libertad interior, a pesar de la dependencia que le genere en el exterior.

Por ejemplo: el niño tiende a quedarse paralizado por su dolor, tras un golpe, o una contrariedad inesperada, sólo puede reaccionar llorando, no es capaz de ver nada mas allá. El hombre maduro en cambio, con su libertad puede situarlo, relativizarlo…, y tomar distintas actitudes. Recordemos que no elegimos lo que nos pasa respecto al dolor, la enfermedad y la muerte, pero si podemos elegir como vivir esas situaciones…A la hora de elaborar un cuadro metafísico de la existencia del hombre es imposible hacerlo sin considerar seriamente el valor del sufrimiento en el conjunto de la vida humana:

  • Aunque no se trata de elaborar una metafísica donde el dolor sea la clave explicativa de todo el universo.
  • Tampoco es adecuado un olvido de está experiencia fundamental en la vida.

Entre la metafísica dolorista y la metafísica ingenua, es necesario encontrar un espacio equilibrado para ensayar una cosmovisión del hombre, donde tenga sentido el dolor.

R. Spaemann dice al respecto:

“Cuando se habla del sentido del sufrimiento, no se puede pretender obtener una respuesta transparente acerca de nuestro sufrimiento. Si alcanzáramos tal tipo de respuesta, no sería ya el nuestro verdadero sufrimiento. En el sufrimiento hay siempre un momento de comprensión. Su sentido aparece sólo puntualmente, como «una luz que alumbra lo que piso» y no como iluminación de todo el terreno por el que ando”.

Siguiendo con las reflexiones de R. Spaemann:

“¿qué sucede con el dolor al que no le podemos encontrar un sentido?, ¿qué sucede con el dolor de los animales, con el dolor de los niños pequeños? Nos situamos aquí ante una oscuridad que no podemos penetrar. No sabemos qué es el dolor para un ser que no entiende el sentido (incapaz de preguntarse por el sentido), un ser que tampoco experimenta el sin sentido porque se mueve en una perspectiva no trascendente. Para un ser así sólo es puntualmente real el dolor actual. Sabemos que experimenta el dolor. Lo vemos. Pero no podríamos decir como sufre, porque el sufrimiento es un fenómeno complejo al que le pertenece la experiencia de la falta de sentido, la cual sólo tienen los seres capaces de entender el sentido”.

Por otro lado, frente al sufrimiento podemos hacer una distinción entre sufrimiento inútil y sufrimiento lógico:

  • Sufrimiento inútil, arbitrario, violento que no obedece a ninguna lógica y que reclama algún tipo de explicación. Frente a este sufrimiento inútil, el mejor antídoto es la paciencia y la solidaridad para con las víctimas del mismo.
  • Sufrimiento lógico: es el que padece el ser humano para conseguir un fin determinado, ya sea de orden material o inmaterial (su alcance presupone esfuerzo y sufrimiento).

Este sufrimiento tiene sentido para quien lo padece:

“el sufrimiento dotado de sentido apunta siempre más allá de sí mismo …”

Pedagogía del sufrimiento

Aunque el sufrimiento es una experiencia antropológica de signo negativo, puesto que el ser humano la vive como experiencia dramática en su mundo, puede tener algunos aspectos pedagógicos:

  • El hombre doliente y respecto al aprendizaje en su vida diaria experimenta con más intensidad que los demás su propia finitud. Y en ocasiones, y debido a esa experiencia:
    • Puede comprender, con claridad la distinción entre lo verdaderamente importante y lo que no lo es.
    • Aprende a renunciar a lo que en la nueva situación no puede tener (libertad de movimientos, fuerzas para trabajar, etc.).
    • Es capaz de relativizar la importancia de satisfacciones y necesidades que probablemente creía irrenunciables.
    • A menudo, cae en la cuenta de que puede mucho más de lo que se creía capaz y necesita menos de lo que pensaba.
  • Desde un punto de vista ético, el sufrimiento enseña al ser humano aquejado de dolor a descubrir algunas virtudes morales que son absolutamente necesarias para vivir la vida adecuadamente:
    • Frente al sufrimiento, el ejercicio de la virtud de la paciencia es fundamental, pues sólo es posible aceptar la situación que uno padece desde ese hábito fundamental.
    • También, nos permite ahondar seriamente en la virtud de la humildad. Cuando el ser humano padece un sufrimiento grave, se percata, de modo patético de la tremenda vulnerabilidad de su ser, y ello le permite practicar la humildad, que no es otra cosa que aceptar su propia fragilidad.
  • En el plano de la relación interpersonal el sufrimiento ajeno, despierta en el ser humano:
    • La virtud de la compasión por “el otro” (consiste precisamente en la capacidad de situarse en el padecimiento del doliente, estrechando los vínculos humanos)
    • La asunción del dolor del otro, que lleva a la praxis de la solidaridad frente al dolor ajeno.

Citando a Díaz (1997) médico-psiquiatra:

“Sencillamente, hoy por hoy, a estas alturas de la historia, podemos decir que nos estamos volviendo demasiado canijos a la hora de soportar el dolor físico o el sufrimiento psíquico o espiritual; casi podría aseverarse que nos duele incluso antes de que nos duela, por miedo al dolor mismo (…) el dolor sólo se hace llevadero cuando alguien nos quiere y nos acompaña amorosamente, y no es seguro que el crecimiento del amor corra hoy paralelo al auge de la farmacomanía”

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