Carácter social de la Persona

La sociedad es parte fundamental del ser humano, de ahí la importancia de comprender su significado, ya que la persona necesita de otras para comportarse como lo que es, y alcanzar su plenitud: no hay yo sin tú.

Como ser abierto a los demás, el hombre es un ser social, es decir, pertenece a su esencia vivir en sociedad, y parece completamente irrealizable una vida humana que no se lleve a cabo en sociedad, por eso, para entender lo humano es imprescindible entender lo social, ya que en el arranque mismo del ser humano aparecen los demás.

Las relaciones interpersonales no son un accidente añadido, del que se pueda prescindir, entender esto es entender al hombre: “su ser” es ser con otros, con el mundo, con la Naturaleza.

“Ser hombre” significa ponerse en marcha hacía fines propios de un ser inteligente, adquiriendo hábitos y autoperfeccionándose, y eso no puede comenzar a suceder sin educación, sin convivir con otros, sin coexistir.La personalidad se forma en relación con los demás, y la riqueza de esa personalidad tiene mucho que ver con los lazos personales, con la riqueza de relaciones humanas que establece.

Además, cada persona es en realidad “un nudo de relaciones” interpersonales de diversa naturaleza.

El ser humano parece que está dotado naturalmente para la convivencia social, lo que se manifiesta por una serie de fenómenos básicos que aparecen en la conciencia de toda persona normalmente desarrollada.

Esos fenómenos que manifiestan que el ser humano está dotado para la convivencia los podemos clasificar en dos grupos:

  • Los fenómenos que tienen que ver con las relaciones que se establecen entre personas (de afinidad, amistad, etc.)
  • Los fenómenos que tienen que ver con la socialización y participación en la sociedad.

Frente a esa manera de concebir a la persona, como un ser naturalmente social, hay otra totalmente diferente que surge del pensamiento de algunos autores de los siglos XVII y XVIII.

Para esos autores, la sociedad no es algo natural, es una convención, un constructo del hombre basado en un contrato inmemorial, mediante el cual los hombres se pusieron de acuerdo para convivir, cediendo parte de sus derechos y libertades a cambio de seguridad.

A continuación desarrollamos brevemente el pensamiento de dos autores de los citados siglos:

  • Thomas Hobbes (siglo XVII)
  • Jean-Jacques Rousseau (siglo XVIII)

Thomas Hobbes (1588-1679)

Filosofo ingles y uno de los más célebres pensadores políticos de todos los tiempos.

Autor de “Leviatán” (tratado sobre la naturaleza humana y cómo se organiza la sociedad).

Hobbes creía que los seres humanos poseen una tendencia natural hacia sus intereses personales, tendencia que según él es necesario controlar y encauzar a través de la obediencia a una autoridad que asegure el orden y la paz.

Según el autor:

“…los seres humanos se despedazarían mutuamente si no existiese un poder superior que les organice y les ordene en la sociedad”.

De ese pensamiento surge su célebre frase:

“homo homini lupus“ (el hombre es el lobo del hombre)

El autor considera al Estado, como un “acuerdo natural” entre los poderosos/gobernantes y los súbditos, del que se deberían beneficiar ambos.

Jean-Jacques Rousseau (1712-1778)

De sus obras más famosas citamos: “Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres” y “Del contrato social”.

El filósofo analiza el tránsito del hipotético estado de naturaleza del hombre al estado social como una degeneración (no como un progreso).

Afirma que:

“dicho estado social es producto de las desigualdades sociales que surgen como consecuencia de la aparición de la propiedad privada, el derecho y el deseo de protegerla, y la autoridad para que se cumpla ese derecho”.

Rousseau considera que:

“los hombres en estado natural son por definición inocentes y felices, y que son la cultura y la civilización las que imponen la desigualdad entre ellos, en especial a partir del establecimiento de la propiedad privada y todo lo que lleva consigo. De manera que, son esos condicionamientos sociales los que acarrean la infelicidad para los propios hombres”.

Según la visión de Rousseau, la sociedad es una suerte de invención construida por el hombre para salir de estado “salvaje” y conseguir así más fácilmente aquello que necesita para vivir (sobrevivir y satisfacer sus necesidades), por medio de un acuerdo entre un conjunto de individuos independientes.

Ese planteamiento social del que surgirá un modo de relación social determinado es el punto de partida del individualismo.

Para llevar a cabo el desarrollo del tema nos centramos especialmente en la respuesta clásica, en la que los hombres se asocian no sólo para sobrevivir y satisfacer sus necesidades materiales más perentorias, sino también y sobre todo para alcanzar los bienes que forman parte de la vida buena.

En ese sentido, Aristóteles mantiene que:

“la justicia, el respeto a la ley, la seguridad, la educación y los valores son los bienes que constituyen el fin de la vida social, pues sólo en ella se pueden alcanzar”.

Según esa visión aristotélica el fin de la vida social es la felicidad de la persona. En consecuencia, la sociedad y sus instituciones deberían ayudar a los hombres a ser felices…

En otra cita de Aristóteles, el filósofo lo expresa de la siguiente manera:

“La razón por la cual el hombre es un animal político, más que cualquier abeja y que cualquier animal gregario, es evidente: la naturaleza, como decimos, no hace nada en vano, y el hombre es el único animal que tiene palabra. Pues la voz es signo del dolor y del placer, y por eso la poseen también los demás animales, porque su naturaleza llega a tener sensación de dolor y de placer e indicársela unos a otros. Pero la palabra es para mostrar lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente a los demás animales: poseer él sólo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y lo injusto, y de los demás valores, y la participación comunitaria de estas cosas es lo que constituye la casa y la ciudad”

Y hablando de sociedad, recordemos los tipos principales de socialización:

  • Socialización primaria, es la que se inicia en el momento del nacimiento (cuando comienza el proceso de aprendizaje) y mediante la cual al individuo se le hace participe de la sociedad. Los responsables principales de esta socialización los encontramos en la familia.
  • Socialización secundaria son todos los procesos en los que el individuo se ve envuelto desde que se ya se considera un “miembro activo” de la sociedad.

El individuo conoce por sus propios medios el mundo más allá de lo que sus padres le han mostrado.

Está socialización secundaria, está protagonizada por la división del trabajo y el comienzo de las relaciones personales con los otros.

En este punto nos podemos hacer el siguiente planteamiento: dependiendo de cómo este constituida una sociedad, se podrá favorecer o impedir la libertad, la felicidad, y el desarrollo de los individuos que viven en ella y por tanto podremos hablar de que la vida social tendrá un determinado comportamiento ético propio.

Elementos de la vida social

Continuamos analizando los elementos de la vida social, fundamentalmente son dos:

  1. La acción humana, ya que la sociedad surge de los intercambios y las relaciones de todo tipo que se establecen entre los hombres.
  2. El lenguaje (sin el cual no existiría una sociedad como la entendemos hoy, ya que no podríamos expresar nuestros pensamientos, ni compartir el conocimiento, ni ponernos de acuerdo con los demás, etc)

Elementos de la vida social fruto de la acción humana:

  • Intercambios sociales: el dinero.
  • Organización de la acción común: división del trabajo y autoridad
  • Justicia y el Derecho.

La acción humana

Intercambios sociales: el dinero

La sociedad se “ha inventado” ciertos tipos de intercambio social, por ejemplo aquel que mide los bienes repartibles, para poder igualarlos y regular su trueque: el dinero.

El dinero es una convención universal, que todos aceptan, porque tiene un valor de cambio que él mismo fija.

En toda sociedad se necesita el intercambio de los bienes necesarios, dichos bienes necesitan ser comparados entre sí, según un criterio que los mida a todos, esa es la función del dinero.

Organización de la acción común: división del trabajo y autoridad

La división del trabajo nace de la capacidad de producir bienes y actividades necesarios para el desarrollo de la vida humana.

  • Con la división del trabajo se plantea el intercambio, distribución y reparto de esos bienes y actividades necesarios.
  • En toda colectividad es necesario que alguien emita las órdenes para coordinar la acción social conjunta, esa es la autoridad. Dicha autoridad será la encargada de vigilar el reparto y distribución de bienes, además de otras necesidades sociales.

Ambos elementos (división del trabajo y autoridad) son fundamentales en todas las sociedades, además de ser constitutivos de las mismas.

Justicia y el Derecho

Ambos elementos de la mano de la autoridad, serán fundamentales en la organización social.

La necesidad de una autoridad destaca enseguida, ya que la distribución necesitará una regulación adecuada y justa, con unos criterios que permitan mantener la igualdad, la armonía, la comunicación y la acción concertada, entre todos los ciudadanos para que no se destruya la vida social a causa de la discordia y la violencia producidas por las injusticias.

El lenguaje

Respecto al otro elemento fundamental de la vida social, el lenguaje, es el vehículo imprescindible para poder:

  • Compartir conocimientos, sentimientos, proyectos, valores…
  • Realizar la distribución de tareas.
  • Expresar todo lo que hay en el pensamiento y en la intimidad de los individuos
  • Articular el pensamiento y la conducta de los miembros de la sociedad.

El lenguaje además tiene dos funciones esenciales para la persona:

  • Poder manifestarse uno mismo
  • Poder comunicarse con los demás.

Sin comunicación no hay sociedad, como no existe el amor o la amistad sin ningún tipo de diálogo, así la sociedad también puede definirse como un sistema de intercambio dialógico.

Si profundizamos un poco más en eso de que el hombre es un ser dialógico, interrelacional y social, veremos que hay unos fenómenos básicos hablando en términos de sociabilidad (ya descritos por los filósofos de la antigüedad) que permiten al hombre establecer un contacto humano con sus semejantes, reconocer “otros yo” y comprenderles, dichos fenómenos son la empatía y la simpatía.

Empatía: la entendemos como el conjunto de capacidades que nos permiten reconocer/entender las emociones de los demás, sus motivaciones y las razones que explican su comportamiento concreto.

Se supone que podemos “entender” a través de la empatía el mundo del otro y ver las cosas desde su punto de vista, pero esa capacidad de ponerse en el lugar del otro no quiere decir:

  • ni que compartamos sus opiniones
  • ni que estemos de acuerdo con su manera de interpretar la realidad
  • ni que actuemos de la misma manera.

Simpatía: la podríamos definir como una inclinación afectiva y amistosa que implica cierta afinidad, suele ser espontanea y mutua.

El fenómeno de la simpatía expresa la idea de estar ligado o atado a otro/s por lazos comunes y afectivos (este hecho, nos ocurre ya desde la socialización primaria) entendiéndose como un sentimiento de solidaridad o de afinidad “con alguien”, que normalmente nos lleva a actuar de la misma manera.

Es decir, la simpatía la entendemos como la capacidad o la inclinación de padecer o de sentir como el otro (su alegría o su pena, su tranquilidad o su ira,…), y comportarnos igualmente.

La simpatía implica una valoración positiva del otro, mientras que la empatía no presupone valoración del otro, pero podrá generar otro tipo de sentimientos…, de cuidado, de ayuda…

Para los pensadores clásicos esos sentimientos de humanidad, empatía y simpatía:

  • Son los más elementales que debe tener un hombre bien desarrollado hacía sus semejantes.
  • No tenerlos, o no ser capaz de expresarlos es un síntoma de salvajismo o degeneración humana.
  • Ambos están dentro del campo de la sensibilidad humana y dependen del desarrollo de la personalidad, en particular de la afectividad.
  • Al fijarnos en ellos, podemos apreciar que son más propios de personalidades maduras, que van ampliando la capacidad de comprender, sintonizar y llevarse bien con los que le rodean.

Una de las experiencias más desconcertantes y llamativas en la historia de la antropología ha sido el conocimiento de niños salvajes o personas que se han desarrollado sin contacto humano.

Aunque existen pocos casos (debido sobre todo a que el ser humano nace muy desvalido y no puede vivir sin el cuidado y la protección de los adultos) se ve confirmado que la ausencia de contacto humano impide el desarrollo de la personalidad y la conducta humana, ya que, por un lado no se transmiten sentimientos humanos y por otro no se transmite el lenguaje como vehículo de comunicación.

Resumiendo lo anterior: el ser humano necesita ser querido y hablado para que su conciencia despierte, es decir, necesita estar en contacto con otros seres humanos y aprender en un medio humano.

El filósofo judío Martin Buber (1878 - 1965) supo mostrar de manera efectiva que el hombre es un ser dialógico y relacional, que necesita esencialmente la relación con los otros seres humanos. En su libro “Yo y Tú” expuso la diferencia entre las relaciones humanas cuando se trata de una relación entre un “yo y un tú”, y los otros tipos de relación que pueden establecerse entre un “yo y eso, esto o aquello”.

De forma que, una vez constituida la conciencia y despierto el diálogo en la persona se empieza a forjar su inmanencia y se acentúa la personalidad. La persona va construyendo sus propias convicciones y sus afirmaciones personales, hasta que llegada la madurez cada persona tiene un modo de pensar y de ser propio.

Por otro lado, no hay que olvidar otra de las características del diálogo y de la relación con los demás, y es que su efecto es doble:

  • por un lado une (al poder compartir)
  • por el otro separa (ya que hace crecer la distinción y manifiesta la personalidad de los individuos)

Por otro lado, hay que matizar que aunque el hombre es un ser social gregario (desea y necesita vivir acompañado de otros), no es gregario como el resto de animales, que tienden espontáneamente a vivir en rebaños, sino que necesita insertarse y participar conscientemente en la organización, en la vida y en la cultura de una sociedad, para poder desarrollar su propia vida.

Ya sabemos que el ser humano tiene:

  • necesidad de subsistencia (nace desvalido…)
  • necesidad de cultura (nace inespecializado, sin saber nada y con poca dotación instintiva)

De manera, que es en el “seno social”, donde recibe la educación necesaria para convertirse en un miembro de la sociedad, se socializa y se convierte en un miembro activo.

En ese “ser humano social” que estamos describiendo también se reconocen otros sentimientos sociales, como una inclinación espontanea a la participación, unión y solidaridad, con los miembros de su sociedad:

  • Tiene sentido de pertenencia y de camaradería, ya que normalmente se identifica con el cuerpo social al que pertenece, lo que le da seguridad y solidez.
    • Siente como propias las ofensas y el orgullo de los triunfos de los miembros de su sociedad.
    • Tiene cuando es adulto y ha sido bien insertado en la sociedad una necesidad de participación tanto en las tristezas como en alegrías, así como en las celebraciones comunes.
  • Siente cierta tendencia a ayudar a los otros (especialmente frente a circunstancias adversas) cuando percibe que el otro no es un competidor, sino parte de la propia vida.
  • También desea de una u otra forma jugar un papel activo en la sociedad, ocupar un puesto y tener la consideración de los demás.

La sociabilidad por lo tanto la consideraremos como un bien para todos los hombres, ya que es necesaria para que las relaciones humanas funcionen bien y sean gratificantes.

Sin olvidar, que en toda sociedad se requiere una disposición general a la benevolencia, es decir, a considerar y tratar bien a cualquier persona, basándonos fundamentalmente en la convicción de que todo ser humano es algo único y valioso (no solo es lo que posee, ni la actividad que realiza socialmente).

Instituciones sociales y autoridad

Todas las sociedades están organizadas mediante las llamadas instituciones sociales, a través de las cuales:

  • se lleva a cabo el reparto de tareas entre los diversos miembros de la sociedad
  • se tejen los principios de convivencia social.

Para que dichas instituciones sociales surjan, se desarrollen y se consoliden, debe darse en ellas una “autoridad política adecuada”.

Pero una sociedad no se consolidará de forma adecuada, y no podrá mejorar, si las personas que la forman no son tratadas de modo que puedan hacer suyas las tareas. Es decir, cuando las personas no cuentan para la autoridad, se las excluye y no se las respeta, se da una forma de autoridad concreta, llamada autoridad despótica. Este tipo de autoridad genera un tipo de sociedad oprimida y débil, en la cual:

  • El bien común no se tiene en cuenta y se va debilitando.
  • Aparece la fuerza como única causa de cohesión social (se impone quién es capaz de hacer prevalecer esa fuerza).
  • Se sustituye la negociación por la confrontación, el diálogo por la protesta, y la persuasión bien entendida, por el engaño o la retórica vacía
  • Desaparece la libertad, la iniciativa y la eficacia de la tarea común.

En cambio, hablaremos de una Sociedad libre en sentido profundo, cuando esté regida por una autoridad política que respete y haga crecer a los hombres en libertad. Esa sociedad se constituirá por tanto, en un ideal por el que valga la pena luchar.

Instituciones Sociales

Todas las sociedades humanas disponen de una serie de instituciones para ayudar a sus ciudadanos a alcanzar sus fines y satisfacer sus necesidades:

  • La Familia: como verdadero centro de la existencia humana y la institución más básica y necesaria. El hombre como hijo debe ser criado y alimentado por “los suyos”, aquellos con los que tiene una comunidad de origen.
  • Las Instituciones Económicas: la producción, o lo que es lo mismo conseguir medios para satisfacer necesidades mediante la técnica y el trabajo, orientados a la subsistencia humana. Su expresión más importante hoy en día es el mercado, y dentro del mismo la empresa.
  • Las Instituciones Educativas: El hombre necesita aprender desde su minoría de edad el uso del plexo instrumental en el que va a vivir, y esto implica un proceso largo y complejo.

Las instituciones educativas capacitan al hombre para desempeñar su función en el desarrollo social. Esta capacitación consiste en dotar al hombre de una profesión.

  • Las Instituciones Jurídicas: La autoridad debe instaurar y defender un sistema para el mantenimiento de la justicia social, para ello se crean las Instituciones Jurídicas, formadas en cada sociedad por un aparato legal concreto.

    En nuestro caso, el conjunto del aparato legal está formado por:

    • Poder Legislativo: con potestad de generar las leyes.
    • Poder Administrativo: con potestad de aplicar las leyes.
    • Poder Judicial: para velar por el cumplimiento de las leyes.
    • Poder Ejecutivo (el Gobierno): para el mantenimiento de la justicia social y en términos de autoridad también se necesita una institución que “controle” los citados poderes del Estado.

El Poder Ejecutivo está constituido por un conjunto de organismos destinados a otorgar, dar uso y controlar (o retirar en su caso) el poder a quienes lo posean en un momento dado. Por tanto, será absolutamente necesario que sea un poder independiente y libre del resto de los poderes del aparato legal.

Y a su vez, toda esa maquinaria que engloba al aparato legal y las Instituciones Políticas, obviamente deben estar al servicio de la organización social.

  • Las Instituciones Asistenciales y Sanitarias: Las cuales deben velar por los seres humanos cuando por diversas circunstancias y en términos de salud y enfermedad dejan de valerse por sí mismos.
  • Las Instituciones Culturales: De las cuales, las más importantes, son aquellas que difunden en la sociedad criterios adecuados de conducta, referidos al conjunto de la vida humana y a su sentido. Es decir, en las que se trasmiten valores morales y comportamientos éticos.

En ellas juegan un papel fundamental:

- La familia (en la que de un modo más intimo y dirigido al quién que cada hombre es, se nos enseña a vivir)
- La religión (que entiende la vida humana como una tarea que es común a todos, y nos da criterios para orientarla hacia su destino).

La diversidad de instituciones enumeradas, serán finalmente “lo que sea la cultura de una sociedad”, es decir, será aquel conjunto de saberes y obras de los individuos, lo que determine los valores y los fines de la sociedad determinada.

Está claro que el hombre es un ser naturalmente social y político, por ello no puede lograr su bien propio en la individualidad. Esta imposibilidad es radical y no admite gradaciones. Por ello, el bien propio del hombre es necesariamente común, ya que el bien singular, en cuanto aprovecha a un sólo hombre, aparece como un medio y nunca como un fin social.

La Cultura y la Tradición

Las tareas comunes de las instituciones que forman una sociedad pueden acumularse durante generaciones formando un depósito de experiencia, cultura y bienes comunes, a ese depósito de experiencias es a lo que se llama tradición (del latín tradire, significa entregar).

La tradición, lo que nos han entregado, es lo que nos permite conectar con el pasado. Es un valioso depósito de bienes y experiencias, que merece la pena conservar, porque forma parte de la propia identidad.

A través de ella, se pueden conocer las raíces de la sociedad concreta, perpetuar sus valores y ponerlos al día, de modo que las generaciones futuras puedan beneficiarse de ellos e incrementarlos para las siguientes.

Si nos paramos a pensar en la historia de los descubrimientos del hombre, veremos que todos ellos se producen cuando a la creatividad humana de un momento concreto se le suma el aprovechamiento del conocimiento del pasado. De modo que, la tradición así entendida pone a nuestra disposición una gran cantidad de posibilidades de futuro, basadas en las experiencias del pasado, pero abiertas a las novedades que se pueden añadir.

Así, entendemos que el futuro no es posible sin el pasado, sin la tradición, ya que las generaciones sucesivas se construyen sobre los valores recibidos del pasado y las mejoras conseguidas en el presente.

La tradición es “la cultura” de una sociedad, ya que muestra “su modo de hacer”, las tareas propias y específicas, sus fiestas, costumbres, el lenguaje, etc. De manera que una sociedad rica en tradiciones será también rica en posibilidades, en vida en común, y tendrá sentido histórico (los miembros de la misma comunidad se sienten hijos y representantes de una misma raíz).

Y, cuando con el tiempo alguna de las instituciones de la sociedad se quede obsoleta, porque ya no existan los problemas o situaciones que se buscaron solucionar. La frase “siempre se ha hecho así” no tiene por qué estar eternamente vigente.

A pesar de la importancia que tiene la tradición, en la Europa de los siglos XVII y XVIII se produjo un rechazo creciente y masivo hacia las tradiciones recibidas. Es en esa etapa del Materialismo y la Ilustración, cuando se da una mentalidad que proclama el abandono de la tradición, apostando únicamente por el progreso futuro. Las costumbres heredadas fueron vistas en esa época como algo inservible, se apostó solamente por la capacidad creadora, por el valor de la novedad. Esa postura, que todavía está presente en nuestra cultura bajo el nombre de tendencia progresista, tiende a menospreciar el contenido cultural social tradicional.

Ante la postura progresista, surgieron quienes se opusieron a ella, defendiendo las ideas totalmente contrarias, dando pie a la llamada tendencia tradicionalista. Consiste en un aprecio excesivo por la tradición y las viejas instituciones que suprime la necesidad de innovarlas y adecuarlas a los nuevos tiempos, despreciando en este caso totalmente el progreso.

Entre las dos anteriores ideologías claramente opuestas, hay una postura ideológica intermedia, la tendencia conservadora, la cual subraya claramente la importancia de la tradición y estima que el progreso necesario, parte necesariamente de la tradición.

Nociones de la corriente social llamada individualismo liberal moderno

En esta visión del liberalismo social que vamos a describir hay que señalar que aunque goza de partidarios teóricos y prácticos también ha sido criticada.

En el análisis de las corrientes sociales modernas y contemporáneas (siglos XVI-XIX), observamos la tendencia a considerar a la sociedad como un conjunto de:

  • Individuos libres y autónomos (capaces de desarrollarse por su propia cuenta), a los que no les queda más remedio que convivir entre ellos, pero con una marcada acentuación en lo individual y en la obtención de su propio bienestar.
  • Dichos individuos para conseguir esa convivencia tienen que recortar la libertad (social) de cada uno, pero así obtienen una cierta seguridad, que de otro modo se vería amenazada.

Esa visión de sociedad de individuos autónomos es el origen del individualismo liberal moderno.

Para hablar de liberalismo, tenemos que reflexionar sobre dos ideas concretas: la “idea de libertad” para el liberalismo y la idea del egoísmo (asociada al individualismo).

La “idea de libertad” para el liberalismo

El individuo es “el señor” de su propia persona y de sus capacidades, por las cuales nada debe a la sociedad, y visto así, cada cual puede hacer lo que quiera mientras no invada la libertad del vecino.

Podemos citar a varios autores con esa idea de libertad “mi libertad termina dónde empieza la del otro“ (T. Hobbes (s. XVII), J.J. Rousseau (s. XVIII), Stuart Mill (s. XIX) J.P. Sartre (s. XX), etc.

Esa idea de libertad apunta a una sociedad de individuos aislados en la que cada uno vive dentro de su caparazón, y poco le importa lo que ocurre fuera del mismo, siempre que no le afecte en su propia intimidad.

La idea del egoísmo (asociada al individualismo)

El egoísmo como sentimiento propio del hombre se verá agudizado en una sociedad de estas características, en la cual cada individuo buscará ante todo y siempre su propio interés, sin interesarle demasiado “el otro”, del cual supone que también es autónomo y suficiente.

En ese formato social liberal individualista nos encontramos dos posturas “encontradas”:

  1. Por un lado una postura optimista por un pensamiento tan loable como que la libertad individual como bien radical de la persona, y que debe ser desarrollada según el modo de ser de cada uno.
  2. Por otro lado hay otras características que determinan una visión muy concreta y pesimista del ser humano:
    • su naturaleza egoísta
    • su capacidad de convivir interesada.

Para entender como es una sociedad individualista liberal debemos analizar lo que significa realmente individualismo social y egoísmo social. Conceptos que aunque no expresan exactamente lo mismo, sus consecuencias en la vida social se aproximan enormemente.

Sobre el concepto de egoísmo: vicio tan viejo como el mundo, que pertenece a cualquier forma de sociedad. Lo reconocemos como un amor apasionado y exagerado hacia la propia persona que induce al hombre a no referir nada sino a uno mismo y a preferirse en todo.

Sobre el concepto de individualismo: sentimiento reflexivo y apacible, que induce a cada ciudadano a aislarse de la masa de sus semejantes y mantenerse aparte con su familia y amigos, de suerte que, después de formar una pequeña sociedad para su uso particular (esfera privada), no muestra interés e incluso abandona a la esfera pública.

El individualismo es propio de las democracias, y comienza desarrollarse a medida que las condiciones de los individuos se igualan en derechos y oportunidades.

De manera que:

  • Por egoísmo entenderemos la actitud de no dar cuando se puede dar…
  • Y el individualismo por su lado, también es una conducta que no comparte, que no dialoga ni acepta ayudar o realizar tareas comunes, porque considera que el hombre es autosuficiente y no necesita de los demás.

Así vemos, que tanto en un caso como en el otro el resultado es que cada quien tiene que arreglárselas por sí mismo en un mundo en el que nadie se interesa por ayudar a nadie y en el que todos los individuos están solos.

¿En una sociedad con ese perfil individual y liberal, sus ciudadanos serán capaz de actuar de forma solidaria y desinteresada?

Concretando sobre esos principios individualistas vemos que se establece una excesiva separación entre lo público y lo privado, entre lo íntimo y lo compartible, entre lo personal y lo genérico, por lo tanto, se generará una dualidad social muy característica de nuestros días que se traduce en:

  • La esfera privada de cada hombre que se da en ese ámbito privado (el hogar, las aficiones, la familia), dónde el individuo actúa en su intimidad.
  • La esfera pública, en la que el hombre debe enfrentarse con el exterior, “lo de fuera”… El lugar en el que todos interactúan y en el que son árbitros el Estado y las Instituciones sociales.

Lo público constituiría ese mal menor inevitable causado por la necesidad de sobrevivir: trabajo, obligaciones, impuestos, de lunes a viernes y su rutina, el Estado, etc.

La esfera privada estaría completamente separada de la pública, lo común sólo se daría en la privada, ya que la pública estará presidida por el interés y la utilidad.

Resumiendo:

  • El individualismo no acepta la idea de que lo común, ni de que los valores puedan ser públicos.
  • La vida social es tan sólo un conjunto de reglas organizativas que regulan a individuos autónomos.
  • No hay tareas sociales comunes más allá de las leyes, de lo obligatorio, de los deberes que nos impone el Estado.
  • La relación que se establece entre individuos en esa sociedad ocurre sólo mediante contratos escritos libremente asumidos y rescindidos, no hay un compromiso más allá de la letra escrita.
  • Lo determinante en esa sociedad es el acuerdo alcanzado por derecho (y por lo tanto asumido por miedo a la pena al incumplirlo), pero la sociedad ya no es un lugar para cosas como el honor, cumplir la palabra dada, la acción solidaria desinteresada, etc. Así, las relaciones fuera de la esfera privada se reducen a acuerdos entre partes.
  • Parece que en esa sociedad individualista el hombre ya no es capaz de plantearse algo más allá de lo que supone el beneficio de su propia utilidad. Incluso lo más generoso que se hace desde ese pensamiento individualista en el fondo se hace por egoísmo, es decir “por el placer que produce, y por lo bien que se siente uno al hacerlo”.
  • El individualismo tiende a cooperar sólo hasta donde su propio interés le dice para no verse perjudicado, y a la larga deshace lo común, y con ello la realidad de una vida social.

Aquel que se afirma rotundamente en el individualismo, acaba encerrado en una cápsula egoísta. El problema es que cuando le llegue la necesidad de ser ayudado (y eso nos llega a todos), tendrá que reconocer que su postura resultaba totalmente equivocada.

Insuficiencias que presenta el individualismo:

  • Este modelo de relaciones interpersonales tienden a reflejar una mentalidad empresarial y una lógica capitalista del mercado (el modelo nace como una determinada interpretación de la vida económica, acostumbrada a manejar bienes útiles: utilitarismo).
  • En las instituciones educativas, asistenciales, culturales y religiosas también crece ese tipo de mentalidad, aunque el modo de funcionar de las mismas necesite “una lógica solidaria”. De manera que, si esas instituciones se reducen a la búsqueda de beneficio, se degradan y se corrompen (ej. los fraudes que se llevan a cabo desde organismos supuestamente asistenciales, el dinero que no llega al Tercer Mundo, los pobres que acaban esclavizados de mafias nacionales, etc.).
  • El individualismo tiende a desentenderse de las consecuencias sociales a largo plazo, confía en que la espontaneidad producirá por sí misma una armonía social. Pero ese supuesto es falso, las cosas humanas nunca son mecánicas y la armonía social no es espontánea, para alcanzarla es necesario el constante esfuerzo y la rectificación en todos los miembros de la sociedad.

El individualismo tiende a abandonar a los débiles a su suerte. Afortunadamente esto es claramente un valor que está siendo revisado, la sensibilización hacia la ayuda al desarrollo ha sido especialmente fuerte en los últimos años.

La solidaridad nace de la conciencia de que todos los hombres somos iguales, por tanto no se puede abandonar a quien tiene un problema que le impide el desarrollo proporcionado de sus capacidades humanas.

Pensar que se puede tener una vida buena sin asumir responsabilidades, acabará bajando el listón del ideal personal, hasta identificarlo con la propia falta de carácter.

Contra ese individualismo liberal surge otra corriente social que intenta poner en marcha la solución opuesta: el colectivismo, en el cual los individuos pasan a ser instrumentos al servicio de la autoridad del Estado.

Este sistema político y económico defiende la transferencia de los medios de producción (tierra, fábricas, fuentes de energía, etc) a la colectividad, bajo el control del Estado, el cual se encarga de la distribución de la riqueza, es decir, los medios de producción e intercambio han de pertenecer al Estado.

En el colectivismo, todo es común, es un exceso en el compartir que acaba subordinando a la persona a unos fines abstractos.

La sociedad actual

Para concluir el tema vamos a señalar algunos rasgos de nuestra propia sociedad.

En la actualidad nuestra sociedad tiene muchos rasgos positivos:

  • el extraordinario avance de la ciencia
  • el perfeccionamiento del sistema tecnológico
  • el gran aumento del bienestar y la calidad de vida
  • el aumento de la esperanza de vida
  • la globalización de los mercados, etc.

Se pueden hacer más cosas y en menos tiempo, el hombre tiene hoy unas posibilidades mucho mayores que en el pasado.

Pero junto a este conjunto de rasgos tan atrayentes se pueden mencionar otros un poco más inquietantes:

  • Una de las vivencias más frecuentes acerca de nuestra sociedad es que está profundamente despersonalizada: es un sistema anónimo, formado por sistemas igualmente anónimos, frente a los cuales los individuos no son reconocidos como personas singulares (somos clientes, pacientes, un DNI, etc. Esto es una realidad que ha hecho surgir una nueva línea de pensamiento: el funcionalismo, en el cual hay poco margen para la libertad, ya que la persona está condicionada por su función. Desde esta corriente “solo eres alguien en la medida en que tienes un rol, y al tenerlo no eres más que lo que ese rol te impone ser”.
  • Una sociedad tan sofisticada y tecnológica como la nuestra con un elevado grado de complejidad, genera necesariamente una enorme burocracia que la haga funcionar. La gestión de esa complejidad puede resultar abrumadora en muchas ocasiones y como consecuencia de eso las personas singulares están muy alejadas de los centros de poder, participan muy poco en la elaboración de las decisiones y en la corrección de estas, las órdenes se emiten por escrito, de forma impersonal, sin atender a casos concretos y se hacen precisos complejos sistemas de reclamación.
  • Desde dichas circunstancias se produce una ausencia de responsabilidad por los problemas públicos, manifestada por una pérdida de interés por la intervención en la política y en los procesos de toma de decisiones: las personas singulares se acaban contentando con una libertad reducida al ámbito privado, con lo que se acentúa entonces la escisión entre la esfera pública y la privada.
  • El pluralismo de los valores significa muchas veces la ausencia de valores e ideales, que son sustituidos por el consumo y los bienes puramente materiales.

Nuestra sociedad es muy materialista, a cambio de un bienestar físico se dejan de lado las convicciones o los esfuerzos y esto también da una idea pobre de libertad.

¿Podemos ser optimistas?

Sí, aunque teniendo una consideración mínimamente optimista de la condición humana, y si nos creemos que la tarea de mejorar el mundo está en manos de todos. Pero, ese “todos” implica que no basta con que lo haga un ente abstracto (el Estado), o que cada uno realice solo su parte desde el individualismo.

Solamente será posible alcanzar la excelencia en lo social si realmente todos arrimamos el hombro en el esfuerzo por llevar a cabo un avance común. Tal tarea sólo es posible desde la responsabilidad de cada persona, y la persona es esa realidad tan compleja …

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