Fármacos para las infecciones bacterianas

El cuerpo humano se ha adaptado bastante bien a vivir en un mundo repleto de microorganismos. Los microbios presentes en el aire, el agua, la comida y el suelo son un componente esencial de la vida sobre el planeta. En algunos casos, como en el de los microorganismos del colon, los microbios desempeñan un papel beneficioso para la salud humana. Cuando están presentes en un medio ambiente no natural o en cifras inusualmente elevadas, no obstante, los microorganismos pueden causar una variedad de dolencias que van desde las molestias leves hasta la muerte. El desarrollo de los primeros fármacos antiinfecciosos a mediados del siglo XX marcó un hito en el campo de la medicina. En los últimos 50 años los farmacólogos han intentado avanzar al mismo ritmo que los microbios que se hacen rápidamente resistentes a los agentes terapéuticos. Este capítulo analiza dos grupos de antiinfecciosos, los agentes antibacterianos y los fármacos especializados que se usan para tratar la tuberculosis.

Conceptos clave

Los conceptos clave numerados proporcionan un breve resumen de los aspectos más importantes de cada uno de los apartados correspondientes dentro del capítulo. Si alguno de estos puntos no está claro, acuda al apartado correspondiente para su revisión.

  1. Los patógenos son organismos que producen enfermedad, debido a su capacidad para dividirse rápidamente o secretar toxinas.

  2. Las bacterias se definen por su forma (bacilos, cocos o espirilos), por su capacidad para utilizar el oxígeno (aeróbicas o anaeróbicas) y por sus características de tinción (grampositivas o gramnegativas).

  3. Los fármacos antiinfecciosos se clasifican por sus estructuras químicas (p. ej., aminoglucósidos, fluoroquinolonas) o por su mecanismo de acción (p. ej., inhibidor de la pared celular, inhibidor del ácido fólico).

  4. Los fármacos antiinfecciosos actúan afectando la estructura única, el metabolismo o el ciclo vital del organismo diana y pueden ser bactericidas o bacteriostáticos.

  5. La resistencia adquirida aparece cuando un patógeno desarrolla un gen que le confiere resistencia bacteriana, bien a través de una mutación o de otro microbio. La resistencia produce una pérdida de la efectividad del antibiótico y empeora con el exceso de prescripción de estos agentes.

  6. Para que la farmacoterapia sea eficaz y se limiten los efectos secundarios, es esencial una selección cuidadosa del antibiótico correcto mediante un cultivo y un antibiograma. Pueden aparecer sobreinfecciones durante el tratamiento antibiótico si se eliminan demasiados gérmenes de la flora del huésped.

  7. Los factores del huésped, como el estado del sistema inmunológico, las condiciones locales en el sitio de la infección, las reacciones alérgicas, la edad y la genética, influyen sobre la elección del antibiótico.

  8. Las penicilinas, que matan a las bacterias perturbando el desarrollo de su pared celular, son más eficaces frente a las bacterias grampositivas. Las alergias aparecen con mayor frecuencia con estos fármacos.

  9. Las cefalosporinas son similares en estructura y función a las penicilinas y son una de las clases de fármacos antibióticos más ampliamente prescritas. En algunos pacientes puede presentarse sensibilidad cruzada con las penicilinas.

  10. Las tetraciclinas tienen uno de los espectros más amplios de cualquier clase de antibióticos. Son fármacos de elección para la fiebre maculosa de las Montañas Rocosas, el tifus, el cólera, la enfermedad de Lyme, las úlceras pépticas causadas por Helicobacter pylori y las infecciones por clamidias.

  11. Los macrólidos son alternativas seguras a la penicilina. Son eficaces frente a la mayoría de bacterias grampositivas y muchas especies gramnegativas.

  12. Los aminoglucósidos son fármacos con un espectro reducido, la mayoría de las veces prescritos para infecciones por bacterias aeróbicas, gramnegativas. Tienen el potencial de producir efectos secundarios graves como ototoxicidad, nefrotoxicidad y bloqueo neuromuscular.

  13. El uso de fluoroquinolonas se ha extendido más allá de su papel inicial en el tratamiento de las infecciones del tracto urinario. Todas las fluoroquinolonas tienen actividad frente a patógenos gramnegativos y los fármacos más nuevos de esta clase tienen actividad frente a los microbios grampositivos.

  14. La resistencia ha limitado la utilidad de las sulfamidas, antes usadas ampliamente, a las infecciones del tracto urinario y a otras infecciones específicas.

  15. Una serie de antibacterianos misceláneos tienen indicaciones específicas, distintos mecanismos antibacterianos y asistencia de enfermería relacionada.

  16. Se necesitan múltiples fármacos en el tratamiento de la tuberculosis, ya que los microbios complejos crecen lentamente y con frecuencia desarrollan resistencia farmacológica.


Patogenicidad y virulencia

Un organismo que puede causar una enfermedad se denomina patógeno. Los patógenos humanos incluyen los virus, las bacterias, los hongos, los organismos unicelulares y los animales pluricelulares. Para infectar a los humanos, los patógenos deben esquivar gran cantidad de defensas corporales elaboradas. Los patógenos pueden penetrar en el organismo a través de roturas de la piel o mediante ingestión, inhalación o contacto con una membrana mucosa como la nasal, la urinaria o la vaginal.

La capacidad de un organismo para producir una infección, o patogenicidad, depende de su habilidad para eludir o superar las defensas corporales. Afortunadamente para nosotros, sólo unas pocas docenas de patógenos causan con frecuencia enfermedad en los humanos. Otra palabra común que se usa para describir a un patógeno es virulencia. Un microbio altamente virulento es aquel que puede producir enfermedad cuando está presente en muy pequeñas cantidades.

Tras conseguir su entrada en el organismo, los patógenos generalmente causan la enfermedad por uno de los dos mecanismos básicos. Algunos patógenos crecen rápidamente y producen la enfermedad por la mera cantidad de los mismos, superando las defensas corporales y trastornando la función celular normal. Un segundo mecanismo es la producción de toxinas. Incluso pequeñas cantidades de algunas toxinas bacterianas pueden perturbar la actividad celular normal y, en casos extremos, producir la muerte.

Descripción y clasificación de las bacterias

Debido al enorme número de diferentes especies bacterianas, se han desarrollado varios sistemas descriptivos para simplificar su estudio. Es importante para el profesional de enfermería aprender estas clasificaciones en esquemas, porque los fármacos que son eficaces contra un organismo de una clase es probable que lo sean contra otros patógenos de la misma clase.

Uno de los métodos más simples para clasificar a las bacterias es examinarlas al microscopio tras aplicar una tinción de Gram violeta cristal. Algunas bacterias contienen una pared celular gruesa y retienen un color púrpura tras su tinción. A estas bacterias se les llama grampositivas e incluyen los estafilococos, los estreptococos y los enterococos. Las bacterias que tienen paredes celulares más delgadas perderán la tinción violeta y se llaman gramnegativas. Ejemplos de bacterias gramnegativas incluyen los bacteroides, Escherichia coli, klebsiella, pseudomonas y salmonella. La distinción entre bacterias grampositivas y gramnegativas es profunda, ya que refleja importantes diferencias bioquímicas y fisiológicas entre los dos grupos. Algunos agentes antibacterianos son eficaces sólo contra las bacterias grampositivas, mientras que otros se usan para tratar las bacterias gramnegativas.

Un segundo método descriptivo se basa en la forma celular. Las bacterias adoptan varias formas básicas que pueden determinarse rápidamente con el microscopio. Las formas en bastón se denominan bacilos, las esféricas, cocos, y las espirales, espirilos.

Un tercer factor que se usa para clasificar a las bacterias es su capacidad para usar el oxígeno. Aquellas que crecen con fuerza en un medio rico en oxígeno se denominan aeróbicas; aquellas que crecen mejor sin oxígeno se denominan anaeróbicas. Algunos organismos pueden cambiar su metabolismo y sobrevivir tanto en condiciones aeróbicas como anaeróbicas, dependiendo de su medio ambiente externo. Los fármacos antibacterianos se diferencian en su efectividad para tratar las bacterias aeróbicas frente a las anaeróbicas.

Clasificación de los fármacos antiinfecciosos

Antiinfeccioso es un término general que se aplica a cualquier medicamento que es eficaz contra los patógenos. Aunque se usa con mayor frecuencia antibiótico, este término técnicamente se refiere sólo a sustancias naturales producidas por microorganismos que pueden matar a otros microorganismos. En la práctica habitual, los términos antibacteriano, antiinfeccioso, antimicrobiano y antibiótico se usan a menudo de forma intercambiable, como en este libro de texto.

Dado que existen más de 300 antiinfecciosos en el mercado, es útil agruparlos en clases que comparten propiedades terapéuticas similares. Se usan mucho las clases químicas. Nombres como aminoglucósidos, fluoroquinolonas y sulfamidas se refieren a la estructura química fundamental de un grupo de antiinfecciosos. Los antiinfecciosos que pertenecen a la misma clase química comparten propiedades antimicrobianas y efectos secundarios similares.

Otro método para clasificar a los antiinfecciosos es por su mecanismo de acción (clase farmacológica). Los ejemplos incluyen los inhibidores de la pared celular, los inhibidores de la síntesis de proteínas, los inhibidores del ácido fólico y los inhibidores de la transcriptasa inversa. Estas clasificaciones se usan en este libro de texto donde resultan adecuadas.

Funcionamiento de los fármacos antiinfecciosos

El principal objetivo del tratamiento antimicrobiano es ayudar a las defensas del organismo a eliminar el patógeno. Los medicamentos que logran este objetivo matando a las bacterias se denominan bactericidas. Algunos de estos fármacos no matan a las bacterias, sino que retrasan su crecimiento dependiendo de las defensas naturales del cuerpo la eliminación de los microorganismos. Estos fármacos que retrasan el crecimiento se denominan bacteriostáticos.

Las células bacterianas son muy diferentes de las humanas. Las bacterias tienen paredes celulares, usan diferentes vías bioquímicas y contienen ciertas enzimas de las que carecen las células humanas. Los antibióticos ejercen una toxicidad selectiva sobre las células bacterianas, dirigidos sobre estas diferencias únicas.

De este modo, las bacterias pueden ser eliminadas o su crecimiento gravemente dificultado sin efectos importantes sobre las células humanas. Por supuesto, existen límites para esta toxicidad selectiva, dependiendo del antibiótico específico y la dosis empleada, y puede esperarse la aparición de efectos secundarios de todos los antiinfecciosos.

Resistencia adquirida

Los microorganismos tienen la capacidad para replicarse de forma extremadamente rápida. Durante la división celular, las bacterias cometen frecuentes errores a la hora de duplicar su código genético. Estas mutaciones, o errores en el código genético, aparecen espontáneamente y de forma aleatoria en todo el cromosoma bacteriano. Aunque la mayoría de las mutaciones son dañinas para el organismo, de forma ocasional las mutaciones producen una célula bacteriana que posee ventajas reproductivas sobre sus vecinas.

La bacteria mutada puede ser capaz de sobrevivir en condiciones más duras o quizá crecer de forma más rápida que otras células. Las mutaciones de especial importancia para la medicina son aquellas que confieren a un microorganismo la resistencia a un fármaco.

Los antibióticos ayudan a promover el desarrollo de cepas bacterianas resistentes a fármacos. Eliminar a las poblaciones de bacterias sensibles a los fármacos deja aquellos microbios que poseen mutaciones que les hacen insensibles a los efectos de los antibióticos. Estas bacterias resistentes a los fármacos pueden crecer ahora libremente, sin ser controladas por sus vecinas que fueron eliminadas por el antibiótico, y el paciente desarrolla una infección resistente al tratamiento farmacológico convencional. Este fenómeno se llama resistencia adquirida. Las bacterias pueden transmitir el gen de la resistencia a otras bacterias mediante la conjugación, la transferencia de pequeños trozos de ADN circular llamados plásmidos.

Es importante comprender que el antibiótico no creó la mutación que posibilitó que la bacteria se hiciera resistente. El papel que el antibiótico desempeña en la resistencia es eliminar a las células vecinas susceptibles al fármaco, dejando a las mutadas todo el espacio para dividirse e infectar al huésped. Es la bacteria la que se ha hecho resistente, no el paciente. Un individuo con una infección que es resistente a ciertos agentes antibacterianos puede transmitir la resistencia bacteriana a otros.

El generalizado y algunas veces injustificado uso de los antibióticos ha conducido a la aparición de un gran número de cepas bacterianas resistentes. Al menos el 60% de las infecciones por Staphylococcus aureus son actualmente resistentes a la penicilina y las cepas resistentes de Enterococcus faecalis, Enterococcus faecium y Pseudomonas aeruginosa se están convirtiendo en problemas clínicos importantes. Cuanto más tiempo se usa un antibiótico en la población y cuanto más se prescribe, mayor es el porcentaje de cepas resistentes. Las infecciones adquiridas en un hospital u otros entornos sanitarios, denominadas infecciones nosocomiales, son a menudo resistentes a los antibióticos comunes. Las infecciones nosocomiales resistentes son especialmente problemáticas en las unidades de cuidados intensivos donde se trata a pacientes muy graves con grandes cantidades de antibióticos. Los profesionales sanitarios pueden desempeñar un papel importante a la hora de retrasar la aparición de resistencia restringiendo el uso de antibióticos a aquellas enfermedades que se considere médicamente necesario. Prescribir antibióticos cuando no se necesitan, como para el virus del resfriado común, contribuye de forma importante a la aparición de cepas de organismos resistentes.

En la mayoría de los casos, los antibióticos se administran cuando existen pruebas claras de infección bacteriana. Algunos pacientes, no obstante, reciben antibióticos para prevenir una infección, una práctica denominada uso profiláctico o quimioprofilaxis. Ejemplos de pacientes que pueden recibir antibióticos profilácticos incluyen aquellos que tienen un sistema inmunitario deprimido, aquellos que han sufrido heridas punzantes profundas como las producidas por mordeduras de perro o aquellos que tienen válvulas cardíacas protésicas y van a someterse a una cirugía o intervención odontológica.

No es raro que los pacientes interrumpan su tratamiento antibiótico una vez se empiezan a encontrar mejor. Sin embargo, suspender prematuramente el tratamiento antibiótico permite que algunos patógenos sobrevivan, promoviendo de este modo la aparición de cepas resistentes. El profesional de enfermería debería enseñar al paciente que muchos microorganismos todavía permanecen incluso después de que desaparezcan los síntomas. Debe resaltarse la importancia de tomar todo el tratamiento.

Selección de un antibiótico eficaz

Algunos antibacterianos son eficaces contra muchas especies diferentes de patógenos. Se les llama antibióticos de amplio espectro. Los antibióticos de espectro reducido son eficaces contra sólo uno o un grupo limitado de microorganismos.

La selección de un antibiótico que sea eficaz contra un patógeno específico es una tarea importante del médico. Seleccionar un fármaco incorrecto retrasará el tratamiento adecuado, proporcionando de esta forma más tiempo al microorganismo para que infecte. Prescribir antibióticos ineficaces también promueve el desarrollo de resistencia y puede causar efectos secundarios innecesarios en el paciente.

Idealmente deberían realizarse pruebas de laboratorio para identificar el patógeno específico antes de iniciar un tratamiento antiinfeccioso. Las pruebas de laboratorio pueden incluir el examen de la orina, las heces, el líquido cefalorraquídeo, el esputo, la sangre o un drenaje purulento para detectar microorganismos. Los organismos aislados de las muestras pueden ser cultivados en el laboratorio e identificados. Tras su identificación, el laboratorio puede probar varios antibióticos diferentes para determinar cuál es más eficaz contra los microorganismos causantes de la infección. Este proceso de cultivo del patógeno e identificación del antibiótico más eficaz se conoce con el nombre de cultivo y antibiograma. Dado que el tratamiento antibiótico altera la composición de los líquidos infectados, las muestras deberían recogerse antes de iniciar la farmacoterapia. No siempre es necesaria la identificación del laboratorio; algunas infecciones son leves y los profesionales sanitarios expertos pueden establecer con frecuencia un diagnóstico certero basándose en los signos y síntomas del paciente.

Unas pruebas adecuadas de laboratorio e identificación de las bacterias pueden tardar varios días o, en el caso de virus, varias semanas. Algunos organismos no pueden ser completamente cultivados. Si la infección es grave, el tratamiento probablemente deberá iniciarse de forma inmediata con un antibiótico de amplio espectro. Tras obtener los resultados de las pruebas de cultivo y antibiograma se puede cambiar el tratamiento para incluir el antibiótico que se ha demostrado más eficaz contra el patógeno.

En la mayoría de casos, el tratamiento antibacteriano se realiza con un solo fármaco. Combinar dos antibióticos puede, en realidad, disminuir la eficacia de cada fármaco, un fenómeno conocido como antagonismo. Si se prescriben combinaciones incorrectas, el uso de múltiples antibióticos también puede crear resistencias. Un tratamiento con varios fármacos está justificado, no obstante, si varios organismos diferentes son la causa de la infección del paciente o si la infección es tan grave que el tratamiento debe iniciarse antes de que se hayan completado las pruebas de laboratorio. El tratamiento con varios fármacos está claramente justificado en el tratamiento de la tuberculosis o en pacientes infectados por VIH.

Un efecto secundario común del tratamiento antiinfeccioso es la aparición de infecciones secundarias, conocidas como sobreinfecciones, que ocurren cuando los microorganismos normalmente presentes en el cuerpo son destruidos. Estos microorganismos normales, o flora del huésped, habitan en la piel y en los tractos respiratorio superior, genitourinario e intestinal. Algunos de estos organismos cumplen una función útil produciendo sustancias antibacterianas y compitiendo con los organismos patogénicos por el espacio y los nutrientes. La eliminación de la flora del huésped por un antibiótico proporciona a los restantes microorganismos una oportunidad para desarrollarse, permitiendo un crecimiento excesivo de los microbios patogénicos.

La flora del huésped por sí misma puede causar enfermedad si se le permite proliferar sin control o si se establecen colonias en lugares anómalos. Por ejemplo, E. coli es parte de la flora del huésped en el colon, pero puede convertirse en un patógeno grave si penetra en el tracto urinario. La flora del huésped también puede hacerse patogénica si el sistema inmune del paciente se deprime. Los microbios que se transforman en patogénicos cuando se deprime el sistema inmunitario se llaman gérmenes oportunistas.

Se debería sospechar una sobreinfección si aparece una nueva infección mientras el paciente está recibiendo un tratamiento antiinfeccioso. Los signos y síntomas de una sobreinfección incluyen con frecuencia diarrea, dolor vesical, disuria o micción dolorosa o flujo vaginal anómalo. Existe mayor probabilidad de que los antibióticos de amplio espectro produzcan sobreinfecciones debido a que eliminan muchas especies diferentes de microorganismos.

Factores del huésped

El factor más importante para seleccionar un antibiótico adecuado es tener la certeza de que el microbio es sensible a los efectos del fármaco. Sin embargo, el profesional de enfermería debe también tener en cuenta ciertos factores del huésped que pueden influir en el éxito de la quimioterapia antibacteriana.

El objetivo fundamental del tratamiento antibiótico es eliminar el suficiente número de bacterias, o retrasar el desarrollo de la infección, de tal forma que las defensas naturales del cuerpo puedan vencer al agente invasor. A menos que una infección esté muy localizada, el antibiótico solo puede no ser suficiente: el sistema inmunitario del paciente y las células fagocíticas serán necesarias para liberar por completo al organismo del agente infeccioso. Los pacientes con sistemas inmunitarios deprimidos pueden necesitar tratamientos antibióticos agresivos con agentes bactericidas. Estos pacientes incluyen aquellos con sida y los que están siendo tratados con fármacos inmunosupresores o antineoplásicos. Dado que el tratamiento tiene más éxito cuando el número de microbios es pequeño, los antibióticos pueden administrarse de forma profiláctica a pacientes cuyo recuento de leucocitos sea extremadamente bajo.

Cuando se seleccione un antibiótico, deberían considerarse las condiciones locales en el sitio de la infección, ya que factores que dificultan el acceso del fármaco a los microbios limitarán su éxito terapéutico. Las infecciones del sistema nervioso central son especialmente difíciles de tratar, dado que muchos fármacos no pueden atravesar la barrera hematoencefálica. La lesión o inflamación puede hacer que los tejidos se hagan ácidos o anaerobios y tengan una circulación pobre. Una excesiva formación de pus o hematomas puede impedir que los fármacos alcancen sus objetivos. Aunque la mayoría de las bacterias son extracelulares en la naturaleza, algunos patógenos como Mycobacterium tuberculosis, salmonella, toxoplasma y listeria pueden residir dentro de las células y de esta forma hacerse resistentes a la acción antibacteriana. Estos factores pueden condicionar un cambio en la vía de administración del fármaco o la selección de un antibiótico más eficaz específico para las condiciones locales.

Aunque poco comunes, las reacciones alérgicas graves producidas por los antibióticos pueden ser mortales. La valoración del profesional de enfermería debe incluir una historia minuciosa de los fármacos; un incidente alérgico agudo es altamente predictivo de hipersensibilidad futura. Si se establece una alergia grave a una medicación, es mejor evitar todos los fármacos de la misma clase química. Dado que el paciente puede haber estado expuesto a un antibiótico sin saberlo a través de los productos o mohos de los alimentos, las reacciones alérgicas pueden aparecer sin antecedentes previos. Las penicilinas son la clase de antibacterianos con la mayor incidencia de reacciones alérgicas; entre el 0,7% y el 4% de todos los pacientes que las reciben mostrarán hipersensibilidad.

Otros factores del huésped que deben considerarse son la edad, el embarazo y la genética. Las personas muy jóvenes o muy viejas a menudo son incapaces de metabolizar o excretar con rapidez los antibióticos; de este modo, por lo general las dosis se reducen. Algunos antibióticos cruzan la placenta. Por ejemplo, las tetraciclinas que toma la madre pueden causar decoloración de los dientes en el recién nacido; los aminoglucósidos pueden afectar el oído de los niños. Los beneficios del uso de antibióticos en la mujer embarazada o lactante deben ser sopesados cuidadosamente frente a los riesgos potenciales para el feto y el neonato. Por último, algunos pacientes presentan una carencia genética de ciertas enzimas usadas para metabolizar los antibióticos. Por ejemplo, los pacientes con una deficiencia de la enzima glucosa-6-fosfato deshidrogenasa no deberían recibir sulfamidas, cloranfenicol o ácido nalidíxico, ya que los glóbulos rojos se pueden romper.

34.8 Farmacoterapia con penicilinas

Los agentes antibacterianos constituyen un gran número de clases químicas. Aunque los fármacos dentro de una clase presentan similitudes en sus mecanismos y espectro de actividad, cada uno de ellos es ligeramente diferente y aprender las diferencias y las aplicaciones terapéuticas entre los agentes antibacterianos puede ser un reto. Las valoraciones e intervenciones básicas de enfermería se aplican a todos los tratamientos antibióticos; sin embargo, el profesional de enfermería debería individualizar el plan de asistencia basándose en la enfermedad del paciente, la infección y el agente antibacteriano prescrito.

Aunque no fue el primer antiinfeccioso que se descubrió, la penicilina fue el primer antibiótico fabricado en grandes cantidades. Aislada del hongo Penicillium en 1941, el fármaco rápidamente se convirtió en un producto milagroso para evitar miles de muertes debidas a infecciones.

Las penicilinas matan a las bacterias desorganizando sus paredes celulares. Muchas paredes celulares bacterianas contienen una sustancia denominada proteína ligada a penicilina, que sirve como un receptor para la penicilina. La penicilina debilita la pared celular y permite que entre el agua, matando así al organismo. Las células humanas no contienen paredes celulares, por lo que las acciones de las penicilinas son específicas para las células bacterianas. Las bacterias grampositivas son las que con mayor frecuencia son afectadas por las penicilinas, incluidos los estreptococos y los estafilococos. Estos compuestos están indicados para el tratamiento de la neumonía, la meningitis, las infecciones cutáneas, óseas y articulares, las infecciones gástricas, las infecciones de la sangre y las válvulas, la gangrena gaseosa, el tétanos, el ántrax y la anemia de células falciformes en los niños.

La porción de la estructura química de la penicilina responsable de su actividad antibacteriana se denomina anillo betalactámico. Algunas bacterias secretan una enzima llamada beta-lactamasa o penicilinasa que escinde el anillo beta-lactámico. Este cambio estructural permite a estas bacterias hacerse resistentes a los efectos de la mayoría de penicilinas. Desde su descubrimiento, han aparecido grandes cantidades de cepas bacterianas resistentes que limitan la utilidad terapéutica de las penicilinas. Otras clases de antibióticos también contienen un anillo beta-lactámico, incluidas cefalosporinas, carbapenemens y monobactams.

Las modificaciones químicas de la molécula original de penicilina produjeron fármacos que ofrecen varias ventajas. La oxacilina y la cloxacilina son eficaces contra las bacterias productoras de penicilinasa y se les llama penicilinas resistentes a la penicilinasa.

Las aminopenicilinas como la ampicilina y la amoxicilina son eficaces contra un amplio abanico de microorganismos y se les llama penicilinas de amplio espectro. Las penicilinas de espectro extendido como la carbenicilina y la piperaci lina son eficaces incluso contra más especies microbianas, incluidas pseudomonas, enterobacter, klebsiella y Bacteroides fragilis.

Disponemos de varios fármacos que inhiben la beta-lactamasa bacteriana. Cuando se combinan con una penicilina, estos agentes protegen a la molécula de penicilina de su destrucción, ampliando su espectro de actividad. Los tres inhibidores de la beta-lactamasa, ácido clavulánico, sulbactam y tazobactam, se encuentran disponibles sólo en combinaciones en dosis fijas con penicilinas específicas. Incluyen amoxicilina más ácido clavulánico, ticarcilina más ácido clavulánico, ampicilina más sulbactam y piperacilina más tazobactam.

En general, los efectos secundarios de las penicilinas son leves; es una de las clases de antibióticos más segura. Esto ha contribuido a su amplio uso durante más de 60 años. La alergia a la penicilina es uno de los efectos secundarios más comunes. Los síntomas más habituales de esta alergia incluyen la erupción cutánea, el prurito y la fiebre. La incidencia de anafilaxia oscila entre el 0,04% y el 2%. La alergia a una penicilina incrementa el riesgo de alergia a otros fármacos de la misma clase.

Otros efectos secundarios menos comunes de las penicilinas incluyen las erupciones cutáneas y la disminución del recuento de glóbulos rojos, glóbulos blancos o plaquetas.

Consideraciones de enfermería

El papel del profesional de enfermería en el tratamiento farmacológico con penicilinas supone una monitorización cuidadosa de la enfermedad del paciente y proporcionarle educación en lo que se refiere al tratamiento farmacológico prescrito.

Dado que las alergias aparecen con mayor frecuencia con las penicilinas que con otras clases de antibióticos, valore las reacciones farmacológicas previas a la penicilina antes de su administración. Si el paciente tiene antecedentes de una reacción alérgica grave a penicilina, deberían evitarse las cefalosporinas debido al riesgo de hipersensibilidad cruzada. Obtenga muestras para cultivo y antibiograma antes de iniciar el tratamiento antibiótico.

Evalúe las constantes vitales, los electrólitos y las pruebas de función renal antes y durante el tratamiento. Dado que algunos preparados de penicilina contienen niveles elevados de sales de sodio y potasio, monitorice la posible aparición de hiperpotasemia e hipernatremia antes y durante el tratamiento. Dado el riesgo de agravamiento de una insuficiencia cardíaca previa por aumento de la ingesta de sodio, monitorice el estado del corazón, incluidos los cambios ECG. Además, monitorice los indicadores de respuesta al tratamiento, incluidos la reducción de la fiebre, recuento normal de leucocitos, mejora del apetito y ausencia de síntomas como la tos.

Tras la administración parenteral de penicilina, vigile en el paciente la posible aparición de reacciones alérgicas durante 30 minutos, especialmente con la primera dosis. La sensibilidad puede ser inmediata, acelerada o retardada.

Dado que la mayor parte de la penicilina se excreta a través de los riñones, los pacientes con afectación de la función renal pueden necesitar menos dosis. Las penicilinas deberían usarse con precaución durante la lactancia porque el fármaco se excreta por la leche materna. Monitorice un posible sangrado en pacientes con tratamiento anticoagulante que están recibiendo altas dosis de carbenicilina, piperacilina o ticarcilina parenteral, ya que estos fármacos pueden interferir con la agregación plaquetaria.

Un pequeño número de pacientes puede desarrollar una sobreinfección grave llamada colitis seudomembranosa asociada a antibióticos (CSMAA). En esta enfermedad, el organismo Clostridium difficile secreta una toxina que produce una inflamación grave de la pared intestinal, seguida de necrosis. Esto ocasiona una infección que potencialmente pone en peligro la vida. Los pacientes con esta enfermedad presentan de dos a cinco deposiciones semisólidas o líquidas diarias. No deberían administrarse fármacos antidiarreicos, porque estos agentes hacen que la toxina quede retenida en el intestino. Cuando aparece una colitis de este tipo, interrumpa el tratamiento antibiótico y reponga los líquidos y electrólitos.

Igual que sucede con otros antibióticos, las penicilinas pueden causar sobreinfecciones con síntomas como dolores cólicos abdominales y diarrea. El restablecimiento de la flora natural del colon con suplementos probióticos o con productos lácteos fermentados como el yogur o el suero de la leche puede ayudar a aliviar los síntomas. Las sobrenfecciones en los pacientes ancianos, debilitados o inmunodeprimidos pueden ser graves y requerir intervenciones inmediatas.

Educación del paciente

La educación del paciente en relación con las penicilinas debería incluir los objetivos del tratamiento, las razones para obtener datos basales, como las constantes vitales, y la existencia de trastornos subyacentes como enfermedad renal, y los posibles efectos secundarios del fármaco. Incluya los siguientes puntos cuando enseñe a los pacientes acerca de las penicilinas:

  • Llevar un brazalete de alerta médica si es alérgico a penicilina.
  • Tomar penicilina V, amoxicilina y amoxicilina-clavulánico con las comidas para disminuir las molestias GI. Tomar las restantes penicilinas con un gran vaso de agua 1 hora antes o 2 horas después de las comidas para aumentar su absorción.
  • Tomar la penicilina G oral con agua porque el zumo de frutas ácidas puede inactivar la actividad antibacteriana del fármaco.
  • Tomar el tratamiento completo.
  • Evitar el uso de penicilinas durante la lactancia.
  • Consultar con el médico sobre el consumo de suplementos probióticos y/o productos lácteos fermentados durante el tratamiento antibiótico.
  • Informar inmediatamente de la aparición de una erupción cutánea, calambres abdominales o gástricos graves, sensibilidad abdominal, convulsiones, descenso en la diuresis y diarrea acuosa grave o diarrea sanguinolenta.

Farmacoterapia con cefalosporinas

Aisladas poco después de las penicilinas, las cuatro generaciones de cefalosporinas constituyen la clase más amplia de antibióticos. Contiene fármacos con nombres que suenan de forma parecida y los estudiantes suelen encontrar dificultades para recordar diferencias entre varias cefalosporinas. Estos fármacos actúan básicamente por los mismos mecanismos que las penicilinas y poseen propiedades farmacológicas similares.

Como las penicilinas, las cefalosporinas contienen un anillo beta-lactámico responsable de la mayor parte de su actividad antimicrobiana. Son bactericidas y actúan uniéndose a las proteínas ligadas a la penicilina para inhibir la síntesis de la pared celular bacteriana.

Disponemos de más de 20 cefalosporinas y se clasifican por su «generación», aunque no siempre existen claras diferencias entre ellas. Por ejemplo, cefdinir se considera un fármaco de tercera o cuarta generación según la fuente de consulta. A continuación se exponen las principales diferencias entre las generaciones:

  • Las cefalosporinas de primera generación son más eficaces frente a los organismos grampositivos; las bacterias que producen beta-lactamasas por lo general serán resistentes a estos agentes.
  • Las cefalosporinas de segunda generación son más potentes, más resistentes a la beta-lactamasa y muestran un espectro más amplio frente a los organismos gramnegativos que los fármacos de primera generación.
  • Las cefalosporinas de tercera generación generalmente presentan una duración de acción más prolongada que los agentes de segunda generación, un espectro más amplio, incluso frente a los organismos gramnegativos, y son resistentes a la beta-lactamasa. A veces son los fármacos de elección frente a infecciones por pseudomonas, klebsiella, neisseria, salmonella, proteus y Haemophilus influenzae.
  • Las cefalosporinas de cuarta generación son eficaces frente a organismos que han desarrollado resistencia a cefalosporinas de generaciones más tempranas. Los agentes de tercera y cuarta generación son capaces de penetrar en el líquido cefalorraquídeo para tratar las infecciones del sistema nervioso central.

El principal uso terapéutico de las cefalosporinas como clase es para las infecciones gramnegativas y para pacientes que no toleran las penicilinas más baratas. Los efectos secundarios son similares a los de las penicilinas, siendo las reacciones alérgicas el efecto secundario más común. Las erupciones cutáneas son un signo común de alergia y pueden aparecer varios días después de iniciar el tratamiento. El profesional de enfermería debe ser consciente de que del 5% al 10% de los pacientes alérgicos a la penicilina también lo son a las cefalosporinas. Estos fármacos están contraindicados en pacientes que han sufrido una reacción alérgica grave a una penicilina.

A pesar de esta incidencia de hipersensibilidad cruzada, las cefalosporinas ofrecen una alternativa razonable para muchos pacientes incapaces de tomar una penicilina. Las cefalosporinas de generaciones más tempranas causaban toxicidad renal, pero este efecto secundario ha disminuido con los nuevos fármacos de esta clase.

Consideraciones de enfermería

El papel del profesional de enfermería en el tratamiento farmacológico con cefalosporinas supone una monitorización cuidadosa de la enfermedad del paciente y proporcionarle educación en lo que se refiere al tratamiento farmacológico prescrito. Como con todos los antibióticos, se debería realizar un cultivo y un antibiograma antes y durante el tratamiento. Evalúe la presencia o antecedentes de trastornos hemorrágicos, ya que las cefalosporinas pueden reducir las concentraciones de protrombina interfiriendo con el metabolismo de la vitamina K. Evalúe las funciones renal y hepática, ya que la mayoría de las cefalosporinas se eliminan por el riñón y la función hepática es importante en la producción de vitamina K. Si el paciente está tomando simultáneamente AINE, monitorice las pruebas de coagulación sanguínea, ya que las cefalosporinas aumentan el efecto de la inhibición plaquetaria.

Dado que las cefalosporinas se eliminan a través de los riñones, monitorice los aportes y las pérdidas, el nitrógeno ureico sanguíneo y la creatinina sérica. Use estos fármacos con prudencia en pacientes embarazadas o lactantes, ya que pueden ser transferidos al feto o niño. Ajuste las dosis de forma adecuada en pacientes con afectación de la función renal o hepática. Ciertas cefalosporinas producen una reacción similar al disulfiram (efecto antabús) cuando se consumen bebidas alcohólicas. Los síntomas típicos de esta reacción incluyen vómitos graves, debilidad, visión borrosa y profunda hipotensión.

Las cefalosporinas pueden predisponer a los pacientes a la colitis seudomembranosa, especialmente si existe patología digestiva previa. También pueden aparecer sobreinfecciones menos graves. Tomar productos lácteos fermentados como yogur o kefir puede evitar las sobreinfecciones digestivas.

Educación del paciente

La educación del paciente en relación con las cefalosporinas debería incluir los objetivos del tratamiento, las razones para obtener datos basales como las constantes vitales y la existencia de trastornos subyacentes como trastornos renales y hepáticos, y los posibles efectos secundarios del fármaco. Incluya los siguientes puntos cuando enseñe a los pacientes acerca de las cefalosporinas:

  • Evitar el consumo de alcohol.
  • Tomar productos lácteos fermentados para ayudar a reducir las sobreinfecciones.
  • Tomar el tratamiento completo.
  • Informar inmediatamente de la aparición de diarrea, inicio de síntomas gripales, formación de vesículas o ampollas y descamación de la piel, convulsiones, disminución de la diuresis, pérdida auditiva, erupción cutánea, dificultades para respirar o cansancio o debilidad inusuales.

Farmacoterapia con tetraciclinas

Las primeras tetraciclinas se extrajeron de microorganismos Streptomyces del suelo en 1948. Las seis tetraciclinas son eficaces frente a un gran número de organismos gramnegativos y grampositivos diferentes y tienen uno de los espectros más amplios de cualquier clase de antibiótico.

Las tetraciclinas actúan inhibiendo la síntesis de proteínas bacterianas. Al unirse al ribosoma bacteriano, cuya estructura es diferente de la del humano, las tetraciclinas retrasan el crecimiento bacteriano y ejercen un efecto bacteriostático. Todas las tetraciclinas tienen el mismo espectro de actividad y muestran efectos secundarios similares. La doxiciclina y la minociclina tienen una duración de sus acciones más prolongada y son más liposolubles, lo que les permite acceder al líquido cefalorraquídeo.

El amplio uso de las tetraciclinas en los años cincuenta y sesenta del siglo XX produjo una gran cantidad de cepas bacterianas resistentes que en la actualidad limitan la utilidad terapéutica del fármaco. Son los fármacos de elección para unas pocas enfermedades: la fiebre maculosa de las Montañas Rocosas, el tifus, el cólera, la enfermedad de Lyme, las úlceras pépticas causadas por Helicobacter pylori y las infecciones producidas por clamidias.

Las tetraciclinas presentan pocos efectos adversos graves, pero varios efectos secundarios pueden limitar el tratamiento con estos agentes. Las náuseas, los vómitos y la diarrea son comunes. El calcio y el hierro se unen a la tetraciclina, disminuyendo la absorción del fármaco hasta en un 50%. La exposición directa a la luz del sol puede producir una fotosensibilidad grave durante el tratamiento. A menos que se sufra una infección que ponga en peligro la vida, a los pacientes menores de 8 años no se les administran tetraciclinas, porque estos fármacos pueden causar una decoloración amarilla-marrón permanente de los dientes en niños pequeños. Son fármacos de la categoría D en el embarazo, por lo que deberían evitarse durante la gestación. Dado el amplio espectro de estos medicamentos, el riesgo de sobreinfección es relativamente alto y el profesional de enfermería debería vigilar la aparición de signos de una infección secundaria.

Consideraciones de enfermería

El papel del profesional de enfermería en el tratamiento con tetraciclinas supone una monitorización cuidadosa de la enfermedad del paciente y proporcionarle educación en lo que se refiere al tratamiento farmacológico prescrito. Antes de su administración, valore los antecedentes de hipersensibilidad a las tetraciclinas. Si resulta posible, obtenga un cultivo y antibiograma antes de instaurar el tratamiento. Valore la existencia de antecedentes de acné vulgar, actinomicosis, ántrax, malaria, sífilis, infección del tracto urinario, infección por rickettsia y enfermedad de Lyme. Las tetraciclinas pueden tratar todos estos trastornos. Realice un hemograma y pruebas de función renal y hepática. Monitorice la temperatura corporal del paciente, el recuento de leucocitos y el cultivo y el antibiograma para determinar la efectividad del tratamiento, y vigile la aparición de sobreinfecciones.

Los cuidados higiénicos de la boca y el periné son extremadamente importantes para disminuir el riesgo de sobreinfecciones debidas a Candida.

Las tetraciclinas producen fotosensibilidad, que pueden conducir a la aparición de hormigueo y quemazón de la piel similares a una quemadura solar. La reacción de fotosensibilidad puede aparecer desde minutos a horas después de una exposición solar y puede persistir durante varios días después de completado el tratamiento. Úselas con prudencia en pacientes con afectación de las funciones renal o hepática.

Consideraciones por edades

Las tetraciclinas están contraindicadas en el embarazo o la lactancia debido al efecto del fármaco sobre el crecimiento esquelético longitudinal del feto y del niño. También están contraindicadas en niños menores de 8 años debido a la capacidad del fármaco de producir una decoloración y moteado permanentes de los dientes. Las tetraciclinas disminuyen la eficacia de los anticonceptivos orales, por lo que se debe recomendar a las mujeres que usen un método alternativo de control de la natalidad mientras tomen la medicación.

Educación del paciente

La educación del paciente en relación con las tetraciclinas debería incluir los objetivos del tratamiento, las razones para obtener datos basales como las constantes vitales, pruebas de cultivo y antibiograma, y la existencia de trastornos subyacentes, como trastornos renal y hepático, y los posibles efectos secundarios del fármaco. Incluya los siguientes puntos cuando eduque a los pacientes acerca de las tetraciclinas:

  • No guardar la medicación, porque pueden aparecer efectos tóxicos si se toma una vez caducada.
  • No tomar estos medicamentos con productos lácteos, suplementos de hierro, laxantes que contengan magnesio, o antiácidos.
  • Esperar 1 a 3 horas después de tomar las tetraciclinas para tomar los antiácidos.
  • Esperar como mínimo 2 horas antes o después de tomar las tetraciclinas para tomar fármacos hipolipemiantes como el colestipol y la colestiramina.
  • Tomar el tratamiento completo.
  • Informar inmediatamente de la aparición de dolor abdominal, pérdida de apetito, náuseas y vómitos, cambios visuales y coloración amarilla de la piel.
  • Evitar la exposición directa a la luz del sol; usar pantalla solar y ropa protectora para disminuir los efectos de la fotosensibilidad.

Farmacoterapia con macrólidos

La eritromicina, el primer antibiótico macrólido, se aisló de Streptomyces en una muestra de tierra en 1952. Los macrólidos se consideran alternativas seguras a la penicilina, aunque son fármacos de primera elección para infecciones relativamente nuevas.

Los macrólidos inhiben la síntesis de proteínas ligándose al ribosoma bacteriano. En dosis bajas, esta inhibición produce un efecto bacteriostático. En dosis más altas y en especies susceptibles, los macrólidos pueden ser bactericidas. Son eficaces frente a la mayoría de bacterias grampositivas y muchas especies gramnegativas. Los usos habituales incluyen el tratamiento de la tos ferina, la enfermedad del legionario y las infecciones por streptococos, H. influenza y Mycoplasma pneumoniae.

Los fármacos de esta clase se usan frente a bacterias que residen en el interior de las células del huésped, como Listeria, Chlamydia, Neisseria y Legionella.

Los nuevos macrólidos fueron sintetizados a partir de la eritromicina. Aunque sus espectros son similares, los nuevos agentes poseen una semivida más larga y producen menos irritación gástrica que la eritromicina. Por ejemplo, la azitromicina tiene una semivida tan extensa que se administra sólo durante 3 o 4 días en vez de los 10 días que se requieren para la mayoría de antibióticos. La menor duración del tratamiento se piensa que aumenta el cumplimiento del paciente.

Los macrólidos apenas muestran efectos secundarios graves. Los efectos secundarios más comunes son molestias digestivas, diarrea y dolor abdominal. Pueden aparecer sobreinfecciones, ya que los macrólidos son agentes de amplio espectro. No existen contraindicaciones al tratamiento con macrólidos, excepto si ha habido reacciones alérgicas previas.

Consideraciones de enfermería

El papel del profesional de enfermería en el tratamiento con macrólidos supone una monitorización cuidadosa de la enfermedad del paciente y proporcionarle educación en lo que se refiere al tratamiento farmacológico prescrito. Como los macrólidos están indicados en el tratamiento farmacológico de los trastornos respiratorios, valore la presencia de infección respiratoria.

También se deben descartar infecciones digestivas, cutáneas y de los tejidos blandos, otitis media, gonorrea, uretritis no gonocócica y H. pylori. Valore los antecedentes de trastornos cardíacos del paciente, ya que los macrólidos pueden exacerbar una cardiopatía preexistente. Dados los posibles efectos tóxicos sobre el hígado, monitorice las enzimas hepáticas con determinados macrólidos, como el estolato de eritromicina.

Valore la existencia de antecedentes de hipersensibilidad a los macrólidos. Informe de forma inmediata de la aparición de erupciones cutáneas u otros signos de hipersensibilidad.

Obtenga un cultivo y un antibiograma antes de iniciar el tratamiento con macrólidos.

No administre macrólidos a pacientes con afectación hepática grave, ya que el hígado metaboliza estos fármacos. Úselos con prudencia en mujeres embarazadas o lactantes para evitar el daño al feto o recién nacido.

Con los macrólidos aparecen muchas interacciones fármacofármaco. Ciertos agentes anestésicos y fármacos anticonvulsionantes pueden interaccionar con los macrólidos elevando los niveles sanguíneos del fármaco y produciendo toxicidad. Los macrólidos deberían usarse con prudencia en pacientes que reciben ciclosporina y los niveles del fármaco deberían monitorizarse debido al riesgo de nefrotoxicidad. Monitorice de forma estrecha a los pacientes que reciben warfarina, ya que los macrólidos pueden disminuir el metabolismo y la excreción de esta sustancia. Realice estudios de coagulación como el cociente normalizado internacional (INR) con mayor frecuencia, ya que pueden ser necesarios ajustes de dosis. Administre la claritromicina y la zidovudina al menos 4 horas separadas para evitar interacción, lo que retrasaría alcanzar la concentración pico de la zidovudina.

Educación del paciente

La educación del paciente en relación con los macrólidos debería incluir los objetivos del tratamiento, las razones para obtener datos basales como las constantes vitales, pruebas de cultivo y antibiograma, y la existencia de trastornos respiratorios subyacentes, y los posibles efectos secundarios del fármaco. Incluya los siguientes puntos cuando enseñe a los pacientes acerca de los macrólidos:

  • Tomar el tratamiento completo.
  • No tomar los macrólidos con zumos de frutas.
  • No tomar otros fármacos con receta o medicamentos de libre dispensación, productos de herboristería o vitaminas y minerales sin comunicarlo a su médico, ya que los macrólidos interaccionan con estas sustancias.
  • Informar inmediatamente de la aparición de una erupción cutánea grave, picor o urticaria, dificultad para respirar o tragar, coloración amarillenta de la piel o los ojos, orina oscura (coluria) o heces blanquecinas (acolia).

Farmacoterapia con aminoglucósidos

El primer aminoglucósido, la estreptomicina, se llamó así por Streptomyces griseus, el organismo del suelo del que se aisló en 1942. Usada ampliamente en el pasado, la estreptomicina se emplea en la actualidad de forma restringida para el tratamiento de la tuberculosis debido a la aparición de una gran cantidad de cepas resistentes al antibiótico. Aunque más tóxico que otras clases de antibióticos, los aminoglucósidos tienen importantes aplicaciones terapéuticas para el tratamiento de las bacterias gramnegativas, micobacterias y algunos protozoos.

Los aminoglucósidos son bactericidas y actúan inhibiendo la síntesis de proteínas bacterianas e induciendo la síntesis de proteínas anormales. Se reservan normalmente para infecciones sistémicas graves causadas por organismos aeróbicos gramnegativos, incluidas las producidas por E. Coli, serratia, proteus, klebsiella y pseudomonas. Se administran a veces junto con una penicilina, una cefalosporina o la vancomicina para el tratamiento de las infecciones por enterococos. Cuando se usan para el tratamiento de infecciones bacterianas sistémicas, se administran por vía parenteral porque se absorben mal por el tubo digestivo. En ocasiones, se administran por vía oral por su efecto local sobre el tubo digestivo para esterilizar el intestino antes de la cirugía intestinal. La neomicina está disponible para infecciones tópicas de la piel, ojos y oídos. La paromomicina se administra por vía oral para el tratamiento de las infecciones parasitarias. El profesional de enfermería debería fijarse en las diferencias a la hora de escribir correctamente algunos fármacos, que reflejan los diferentes organismos de los que los fármacos fueron originalmente aislados.

Los aminoglucósidos son capaces de producir efectos adversos graves en ciertos pacientes. De especial interés son sus efectos sobre el oído interno y los riñones. El daño sobre el oído interno u ototoxicidad se reconoce por la afectación del oído, el mareo, la pérdida del equilibrio, el dolor de cabeza persistente y los acúfenos. Dado que la ototoxicidad puede ser irreversible, los aminoglucósidos se interrumpen habitualmente cuando estos síntomas se comunican por primera vez. La nefrotoxicidad se reconoce por unas pruebas de función urinaria anormales, como una creatinina sérica o un nitrógeno ureico elevados. Habitualmente la nefrotoxicidad es reversible.

Consideraciones de enfermería

El papel del profesional de enfermería en el tratamiento con aminoglucósidos supone una monitorización cuidadosa de la enfermedad del paciente y proporcionarle educación en lo que se refiere al tratamiento farmacológico prescrito. Evalúe en el paciente los antecedentes de reacción alérgica previa a aminoglucósidos. Estos antiinfecciosos son muy conocidos por sus efectos tóxicos sobre los riñones y el oído interno; por tanto, monitorice la ototoxicidad y la nefrotoxicidad durante el curso del tratamiento. Valore una audiometría y una función vestibular basales antes de la administración inicial de aminoglucósidos y a lo largo del tratamiento. La pérdida auditiva puede aparecer después de finalizado el tratamiento.

Evalúe la función renal basal y obtenga resultados de análisis de orina (con microalbuminuria) antes de iniciar el tratamiento y a lo largo del mismo, ya que la afectación renal puede aumentar el riesgo de toxicidad.

La función neuromuscular también puede verse afectada en pacientes que reciben aminoglucósidos. Los pacientes con enfermedades neuromusculares, como miastenia grave y enfermedad de Parkinson, pueden aquejar mayor debilidad muscular debido al bloqueo neuromuscular causado por los aminoglucósidos. Use estos antibióticos con prudencia en pacientes que reciben anestésicos, dadas las posibles interacciones que pueden ocasionar un bloqueo neuromuscular.

Úselos con cautela en pacientes neonatos, niños y ancianos. Los niños pueden experimentar un bloqueo neuromuscular por los aminoglucósidos debido a la inmadurez de sus sistemas neurológicos. Los pacientes ancianos presentan mayor riesgo de nefrotoxicidad y ototoxicidad debido a su función renal reducida, y pueden requerir menores dosis. Enseñe a los pacientes a beber más líquidos, si por lo demás no están contraindicados, para promover la excreción de la medicación. La sobreinfección es un efecto secundario del tratamiento con aminoglucósidos; monitorice a los pacientes con cuidado para detectar la aparición de diarrea, flujo vaginal, estomatitis y glositis.

Educación del paciente

La educación del paciente en relación con los aminoglucósidos debería incluir los objetivos del tratamiento, las razones para obtener datos basales como pruebas de función vestibular y la existencia de trastornos renales subyacentes, y los posibles efectos secundarios del fármaco. Incluya los siguientes puntos cuando enseñe a los pacientes acerca de los aminoglucósidos:

  • Aumentar el consumo de líquidos.
  • Tomar el tratamiento completo.
  • Informar inmediatamente de la aparición de acúfenos, pérdida de agudeza auditiva de alta frecuencia, dolor de cabeza persistente, náuseas o vértigo.

Farmacoterapia con fluoroquinolonas

Las fluoroquinolonas se reservaban antes sólo para las infecciones urinarias debido a su toxicidad, pero el desarrollo de fármacos más seguros de esta clase comenzó a finales de los años ochenta y ha continuado hasta el día de hoy. Las nuevas fluoroquinolonas poseen un amplio espectro de actividad y se usan para una gran variedad de infecciones.

Aunque el primer fármaco de esta clase, el ácido nalidíxico, fue aprobado por la FDA en 1962, presentaba un espectro reducido de actividad y su uso se limitó a las infecciones urinarias. Desde entonces, disponemos de cuatro generaciones de fluoroquinolonas. Todos estos fármacos muestran actividad frente a patógenos gramnegativos; las más nuevas son mucho más eficaces frente a los microbios grampositivos, como los estafilococos, estreptococos y enterococos.

Las fluoroquinolonas son bactericidas y afectan a la síntesis de ADN inhibiendo dos enzimas bacterianas: la ADN girasa y la topoisomerasa IV. Los agentes de esta clase raramente son fármacos de primera línea, aunque se usan ampliamente como alternativas a otros antibióticos. Las aplicaciones clínicas incluyen las infecciones de los tractos respiratorio, GI y genitourinario, y algunas infecciones de la piel y de los tejidos blandos. El fármaco de esta clase más ampliamente usado, el ciprofloxacino, es el agente de elección para la profilaxis postexposición a Bacillus anthracis. Dos agentes más recientes, moxifloxacino y trovafloxacino, son altamente eficaces frente a los anaerobios. Estudios recientes sugieren que algunas fluoroquinolonas pueden ser eficaces frente a M. tuberculosis.

Una ventaja importante de las fluoroquinolonas es que la mayoría se absorben bien por vía oral y puede administrarse una o dos veces al día. Aunque pueden tomarse con alimentos, no deberían tomarse junto con suplementos polivitamínicos o minerales, ya que los iones calcio, magnesio, hierro o cinc pueden reducir la absorción de algunas fluoroquinolonas hasta el 90%.

Las fluoroquinolonas son fármacos seguros para la mayoría de pacientes, siendo los efectos secundarios más comunes las náuseas, los vómitos y la diarrea. Los efectos adversos más graves son las arritmias (gatifloxacino y moxifloxacino) y la insuficiencia hepática (trovafloxacino). Los efectos sobre el sistema nervioso central, como el mareo, la cefalea y los trastornos del sueño, afectan del 1% al 8% de los pacientes. Dado que estudios animales han sugerido que las fluoroquinolonas afectan al desarrollo cartilaginoso, su uso en niños debe ser monitorizado cuidadosamente. Debería evitarse su uso en pacientes embarazadas o lactantes.

Consideraciones de enfermería

El papel del profesional de enfermería en el tratamiento con fluoroquinolonas supone una monitorización cuidadosa de la enfermedad del paciente y proporcionarle educación en lo que se refiere al tratamiento farmacológico prescrito. Valore la aparición de reacciones alérgicas a las fluoroquinolonas antes de iniciar el tratamiento. Dado que estos agentes pueden disminuir los leucocitos, monitorice el recuento de glóbulos blancos. Cuando sea posible, obtenga un cultivo y un antibiograma antes de iniciar el tratamiento.

Estos fármacos están contraindicados en pacientes con antecedentes de hipersensibilidad a las fluoroquinolonas. Úselos con prudencia en pacientes con epilepsia, arterioesclerosis cerebral o alcoholismo, debido a la potencial interacción farmacológica que eleva el riesgo de toxicidad del sistema nervioso central. Monitorice cuidadosamente a los pacientes con disfunción hepática y renal, ya que el fármaco es metabolizado por el hígado y excretado por los riñones.

Administre el enoxacino y el norfloxacino con el estómago vacío. Los antiácidos y el sulfato ferroso pueden disminuir la absorción de las fluoroquinolonas, reduciendo la efectividad antibiótica. Administre las fluoroquinolonas al menos 2 horas antes de estos fármacos. Monitorice con frecuencia los estudios de coagulación si estos antibióticos se administran de forma simultánea con warfarina, ya que las interacciones pueden llevar a unos efectos de anticoagulación incrementados.

Monitorice la diuresis e informe de cantidades inferiores a 1.000 mL en 24 horas. Anime a los pacientes a beber ocho o más vasos de agua al día para disminuir el riesgo de cristaluria que irrita los riñones. Aconseje a los pacientes interrumpir el tratamiento y comunicar al médico si surgen signos de hipersensibilidad.

Informe al paciente de que estos fármacos pueden producir mareo y vértigo, y aconseje no conducir o realizar tareas peligrosas durante el tratamiento farmacológico. Úselas con prudencia durante el embarazo o la lactancia debido a sus efectos perjudiciales causados por el paso del antimicrobiano al recién nacido. La seguridad del uso en menores de 18 años no se ha establecido.

Informe a los pacientes que reciben norfloxacino de que es posible la aparición de fotofobia. Algunas fluoroquinolonas, como el ciprofloxacino, pueden afectar a los tendones, especialmente en niños. Aconseje a los pacientes abstenerse de realizar ejercicios físicos si aparece dolor en la pantorrilla, el tobillo o el talón de Aquiles.

Educación del paciente

La educación del paciente en relación con las fluoroquinolonas debería incluir los objetivos del tratamiento, las razones para obtener datos basales como pruebas de laboratorio, cultivo y antibiograma y la existencia de trastornos subyacentes como epilepsia, y los posibles efectos secundarios del fármaco. Incluya los siguientes puntos cuando enseñe a los pacientes acerca de las fluoroquinolonas:

  • Ponerse gafas de sol; evitar la exposición a luces brillantes y a la luz solar directa cuando se toma norfloxacino.
  • Tomar el tratamiento completo.
  • Informar inmediatamente de la aparición de signos de dolor o inflamación tendinosa.
  • Informar inmediatamente de la aparición de mareo, inquietud, molestias gástricas, diarrea, psicosis, confusión o frecuencia cardíaca rápida o irregular.

Farmacoterapia con sulfamidas

Las sulfamidas son viejos fármacos que se han prescrito para una gran variedad de infecciones durante los últimos 70 años. Aunque su uso se ha reducido, las sulfamidas todavía son útiles para tratar infecciones urinarias susceptibles.

El descubrimiento de las sulfamidas en los años treinta del siglo XX anunció una nueva era en el tratamiento de la enfermedad infecciosa. Con su amplio espectro de actividad frente a bacterias gramnegativas y grampositivas, las sulfamidas redujeron considerablemente la mortalidad producida por microbios susceptibles y su descubridor ganó el premio Nobel de Medicina en 1938. Las sulfamidas impiden el crecimiento bacteriano inhibiendo la síntesis de la vitamina esencial del complejo B, ácido fólico, que es fundamental para el crecimiento celular. A veces se hace referencia a estos fármacos como inhibidores del ácido fólico. Son bacteriostáticas y activas frente a un amplio espectro de microorganismos.

Varios factores justificaron una disminución importante en el uso de las sulfamidas. Su extenso uso durante muchas décadas produjo una cantidad sustancial de cepas resistentes. El descubrimiento de las penicilinas, las cefalosporinas y los macrólidos proporcionó a los médicos mayores posibilidades para escoger agentes más seguros. La aprobación de la combinación antibiótica de trimetoprim-sulfametoxazol marcó el resurgimiento del uso de las sulfamidas en el tratamiento de las infecciones urinarias. Los agentes de esta clase farmacológica también se prescriben para el tratamiento de la neumonía por Pneumocystis carinii y las infecciones del intestino delgado por shigella. La sulfasalacina es una sulfamida con propiedades antiinflamatorias que se prescribe para la artritis reumatoide y la colitis ulcerosa.

Las sulfamidas se clasifican por su vía de administración: sistémica o tópica. Los agentes sistémicos, como el sulfisoxazol y el sulfametoxazol, se absorben con rapidez cuando se administran por vía oral y son excretados rápidamente por los riñones. Otras sulfamidas, incluida la sulfadiazina, se usan sólo para las infecciones tópicas. Las sulfamidas tópicas no se consideran fármacos de primera elección porque muchos pacientes son alérgicos a sustancias que contienen azufre. Un fármaco de esta clase, la sulfadoxina, tiene una semivida excepcionalmente larga y se prescribe ocasionalmente para la profilaxis del paludismo.

En general, las sulfamidas son fármacos seguros; sin embargo, algunos de sus efectos secundarios pueden ser graves. Los efectos adversos incluyen la formación de cristales en la orina, las reacciones de hipersensibilidad, las náuseas y los vómitos. Aunque no son comunes, pueden aparecer algunas anomalías sanguíneas potencialmente mortales, como la anemia aplásica, la anemia hemolítica aguda y la agranulocitosis.

Consideraciones de enfermería

El papel del profesional de enfermería en el tratamiento con sulfamidas supone una monitorización cuidadosa de la enfermedad del paciente y proporcionarle educación en lo que se refiere al tratamiento farmacológico prescrito. Valore la aparición de anemia u otros trastornos farmacológicos, ya que las sulfamidas pueden producir anemia hemolítica y discrasias sanguíneas debido a una deficiencia genéticamente determinada en los glóbulos rojos de algunos pacientes.

Evalúe la función renal, ya que las sulfamidas pueden aumentar el riesgo de cristaluria. Obtenga un cultivo y un antibiograma antes de iniciar el tratamiento con sulfamidas. Obtenga también un hemograma y un análisis de orina durante el tratamiento.

Las sulfamidas están contraindicadas durante el embarazo y la lactancia y en los niños menores de 2 meses debido a la capacidad del fármaco para ocasionar ictericia. Use los agentes de esta clase con precaución en pacientes con afectación renal. Las sulfamidas tienen una baja liposolubilidad, lo que puede hacer que se formen cristales en la orina y obstruyan los riñones o los uréteres. Anime a los pacientes a beber más de 3.000 mL de líquidos al día para conseguir una diuresis de 1.500 mL cada 24 horas y disminuir la posibilidad de cristaluria.

Existe hipersensibilidad cruzada con los diuréticos, como la acetazolamida y las tiacidas, y con agentes antidiabéticos con sulfonilurea. Evite la administración de estos agentes en pacientes con antecedentes de hipersensibilidad a las sulfamidas, porque esta puede inducir una anomalía de la piel denominada síndrome de Stevens-Johnson. Enseñe al paciente a interrumpir la medicación y contactar con el médico si aparece una erupción cutánea.

Educación del paciente

La educación del paciente en relación con las sulfamidas debería incluir los objetivos del tratamiento, las razones para obtener datos basales como un cultivo y antibiograma y la existencia de trastornos renales subyacentes, y los posibles efectos secundarios del fármaco. Incluya los siguientes puntos cuando enseñe a los pacientes acerca de las sulfamidas:

  • Evitar la exposición directa a la luz del sol; usar pantalla solar y ropa protectora para disminuir los efectos de la fotosensibilidad.
  • Tomar los medicamentos orales con un vaso lleno de agua.
  • Aumentar el consumo de líquidos de 1.500 a 3.000 mL al día si no está contraindicado.
  • Tomar el tratamiento completo.
  • Informar inmediatamente de la aparición de calambres o dolor de estómago o abdomen, sangre en la orina, erupción cutánea, confusión, dificultad para respirar y fiebre.

Antibacterianos diversos (otros antibacterianos)

Algunos antiinfecciosos no pueden ser agrupados en clases o la clase es demasiado pequeña para justificar una discusión por separado. Esto no reduce su importancia en medicina, ya que algunos de los antiinfecciosos de este grupo son esenciales para infecciones específicas.

La clindamicina es eficaz frente a bacterias grampositivas y gramnegativas y se considera un tratamiento adecuado cuando las alternativas menos tóxicas no son opciones eficaces. Las bacterias susceptibles incluyen fusobacterium y Clostridium perfringens. La clindamicina es a veces el fármaco de elección para las infecciones orales causadas por bacteroides. Está contraindicada en pacientes con antecedentes de alergia a clindamicina o lincomicina, enteritis regional o colitis ulcerosa. Su uso está limitado debido a que se asocia con la colitis seudomembranosa, el efecto adverso más grave de este fármaco. El paciente debería informar inmediatamente al médico de la aparición de efectos secundarios importantes, incluida la diarrea, las erupciones, la dificultad para respirar, el picor o la dificultad para tragar.

El metronidazol es otro viejo antiinfeccioso eficaz frente a muchos anaerobios que son causas comunes de abscesos, gangrena, úlceras cutáneas diabéticas e infecciones de heridas profundas. Un uso relativamente nuevo es para el tratamiento de las infecciones gástricas por H. pylori asociadas a la enfermedad ulcerosa péptica. El metronidazol es uno de los pocos fármacos activos frente a bacterias y parásitos pluricelulares; es un prototipo de los medicamentos antiprotozoarios en el capítulo 35 . Cuando se administra el metronidazol por vía oral, los efectos secundarios son generalmente leves, siendo los más comunes las náuseas, la boca seca y la cefalea. En altas dosis pueden producir neurotoxicidad.

Quinupristin/dalfopristin es una combinación farmacológica que es la primera de una nueva clase de antibióticos denominados estreptograminas. Este fármaco está indicado fundamentalmente para tratar las infecciones por Enterococcus faecium resistentes a la vancomicina. Está contraindicado en pacientes con hipersensibilidad al fármaco y debería usarse con prudencia en pacientes con disfunción renal o hepática. La hepatoxicidad es el efecto secundario más grave de este fármaco. El paciente debería informar inmediatamente al médico de la aparición de efectos secundarios importantes, incluidas la irritación, el dolor o la sensación de quemazón en el lugar de la perfusión IV, dolor articular y muscular, erupción cutánea, diarrea o vómitos.

Linezolida es importante como el primer fármaco de una nueva clase de antibióticos denominados oxazolidinonas. Este fármaco es tan eficaz como la vancomicina frente a las infecciones por S. aureus resistente a meticilina (SARM). Se administra por vía intravenosa u oral. La mayoría de pacientes pueden pasar de la vía IV a la oral en aproximadamente 5 días. Está contraindicado en pacientes con hipersensibilidad al fármaco y en el embarazo, y se debería usar con prudencia en pacientes hipertensos. También es necesario un uso juicioso en pacientes que toman inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO) o inhibidores de la recaptación de serotonina, ya que los fármacos pueden interaccionar y ocasionar una crisis hipertensiva. Linezolida puede producir trombocitopenia. El paciente debería informar inmediatamente al médico de la aparición de efectos secundarios importantes, incluido sangrado, diarrea, cefalea, náuseas, vómitos, erupción cutánea, mareo o fiebre.

La vancomicina es un antibiótico que habitualmente se reserva para infecciones graves producidas por gérmenes grampositivos, como S. aureus y Streptococcus pneumoniae. Se usa a menudo una vez que las bacterias se han hecho resistentes a otros antibióticos más seguros. Es el fármaco más eficaz para tratar las infecciones por S. aureus meticilina-resistente. Dada la ototoxicidad del fármaco, debe evaluarse con frecuencia la audición a lo largo del tratamiento.

También puede producir nefrotoxicidad y conducir a la aparición de uremia. Los niveles de pico y valle se consiguen tras la administración de tres dosis. Con la administración IV rápida del fármaco puede aparecer una reacción conocida como síndrome del hombre rojo, que incluye un cuadro de hipotensión con sofocos y una erupción eritematosa en la cara y la parte superior del cuerpo. Otros efectos secundarios importantes incluyen sobreinfecciones, hormigueo generalizado tras la administración IV, escalofríos, fiebre, cefalea, mareo, insomnio y erupción cutánea.

En septiembre de 2003 fueron aprobados los lipopéptidos cíclicos, los primeros de una nueva clase de antibióticos. La daptomicina está aprobada para el tratamiento de infecciones graves de la piel y anejos como abscesos importantes, infecciones de las heridas cutáneas posquirúrgicas y úlceras infectadas por S. aureus, Streptococcus pyogenes, Streptococcus agalactiae y E. faecalis. Los efectos secundarios más comunes son las molestias digestivas, las reacciones en el lugar de la inyección, la fiebre, la cefalea, el mareo, el insomnio y la erupción cutánea.

Imipenem, ertapenem y meropenem pertenecen a una nueva clase de antibióticos llamada carbapenems. Estos fármacos son bactericidas y poseen uno de los espectros antimicrobianos más amplios de cualquier clase de antibióticos. De los tres carbapenems, imipenem tiene el espectro antimicrobiano más amplio y es el que más se usa. Se administra siempre en una combinación en dosis fijas con cilastatina que aumenta las concentraciones séricas del antibiótico. Meropenem está aprobado sólo para la peritonitis y la meningitis bacteriana. Ertapenem tiene un espectro más estrecho, pero una semivida más larga que otros carbapenems. Está aprobado para el tratamiento de infecciones abdominopélvicas y cutáneas graves, neumonía adquirida en la comunidad e infecciones urinarias complicadas. Todos los carbapenems muestran una baja incidencia de efectos secundarios, los más comunes de los cuales son la diarrea, las náuseas, las erupciones cutáneas y la tromboflebitis en los lugares de las inyecciones.

En 2004, la FDA aprobó telitromicina, el primero de una nueva clase de antibióticos conocidos como cetólidos, para las infecciones respiratorias. Sus indicaciones incluyen la exacerbación bacteriana aguda de la bronquitis crónica, la sinusitis bacteriana aguda y la neumonía adquirida en la comunidad debida a S. pneumoniae. La telitromicina es un fármaco oral y sus efectos secundarios más comunes son la diarrea, las náuseas y la cefalea. Debido a la reciente aprobación del fármaco, la resistencia todavía no es un problema clínico.

Otro antibiótico «primero de clase» es la tigecilina, perteneciente a un nuevo grupo conocido como las glicilcilinas. Tigecilina está aprobada para las infecciones intraabdominales resistentes a fármacos y para las infecciones complicadas de la piel y anejos, especialmente las causadas por S. aureus meticilina-resistente. Las glicilcilinas son estructuralmente similares a las tetraciclinas y comparten algunos efectos secundarios, incluida la decoloración de los dientes en los niños. Sin embargo, no muestran resistencia cruzada con las tetraciclinas u otras clases de antibióticos. Las náuseas y los vómitos son los efectos secundarios más comunes. La tigecilina está disponible para perfusión IV.

Farmacoterapia de la tuberculosis

La tuberculosis (TB), causada por Mycobacterim tuberculosis, es un importante reto sanitario en todo el mundo. La incidencia es asombrosa: se cree que están infectados más de 1.800 millones de personas o el 32% de la población mundial. En la fase activa, la tuberculosis se transmite con facilidad de persona a persona a través de la tos, los estornudos o el esputo contaminado. Se trata con múltiples fármacos antiinfecciosos durante un período prolongado de tiempo.

Aunque M. tuberculosis típicamente invade el pulmón, puede viajar a otros sistemas del cuerpo, especialmente al hueso, a través de la sangre o el sistema linfático. M. tuberculosis activa las defensas inmunológicas del organismo que intentan aislar a los patógenos creando una barrera alrededor de ellos. Las micobacterias de crecimiento lento generalmente se hacen latentes, subsistiendo en cavidades llamadas tubérculos. Pueden permanecer latentes durante toda una vida o reactivarse si la respuesta inmunitaria del paciente se deprime. Debido a las características de la inmunodepresión del sida, la incidencia de TB aumentó de forma importante de 1985 a 1992; hasta el 20% de todos los pacientes con sida desarrollan infecciones de tuberculosis activa. La incidencia global de TB, sin embargo, ha ido descendiendo en EEUU desde 1992 debido a la mejora en la farmacoterapia del VIH-sida.

El tratamiento farmacológico de la TB difiere del de la mayoría de las restantes infecciones. Las micobacterias tienen una pared celular resistente a la penetración de los fármacos antiinfecciosos. Para que los medicamentos alcancen a los microorganismos aislados en los tubérculos, el tratamiento debe mantenerse de 6 a 12 meses. Aunque el paciente puede que no sea contagioso durante este período completo y no presente síntomas, es crítico que el tratamiento se mantenga durante todo el período. Algunos pacientes desarrollan infecciones resistentes a múltiples fármacos y requieren tratamiento durante períodos de hasta 24 meses.

Una segunda diferencia en la farmacoterapia de la tuberculosis es que se administran de forma conjunta por lo menos dos antibióticos y a veces cuatro o más. Durante el período de tratamiento de 6 a 24 meses, pueden usarse diferentes combinaciones de fármacos. Es necesario un tratamiento con múltiples fármacos porque las micobacterias crecen lentamente y es común la aparición de resistencia. Usar múltiples fármacos en diferentes combinaciones durante un período de tratamiento largo reduce el potencial de aparición de resistencia e incrementa el éxito del tratamiento. Existen dos categorías amplias de agentes antituberculosos. Una categoría la constituyen los fármacos fundamentales, de primera línea, que son más seguros y generalmente los más eficaces. Los fármacos secundarios (de segunda línea), más tóxicos y menos eficaces que los de la primera línea, se usan cuando se desarrolla resistencia. Las infecciones debidas a M. tuberculosis resistente a múltiples fármacos pueden ser rápidamente mortales y pueden causar graves problemas de salud pública en algunas poblaciones.

Una tercera diferencia es que los fármacos antituberculosos se usan ampliamente para prevenir la enfermedad además de para tratarla. La quimioprofilaxis se inicia en contactos estrechos de pacientes recientemente infectados por tuberculosis o en aquellos susceptibles de infecciones porque están inmunodeprimidos. El tratamiento se inicia habitualmente de forma inmediata tras saberse que el paciente presenta una prueba de tuberculina positiva. Los pacientes inmunodeprimidos, como los que padecen sida o los que reciben fármacos inmunosupresores, pueden recibir quimioprofilaxis con fármacos antituberculosos. Un tratamiento a corto plazo de 2 meses, con una combinación de isoniacida (INH) y piracinamida (PZA), está aprobado para la profilaxis tuberculosa en pacientes VIH positivos.

Otros dos tipos de micobacterias infectan a los humanos. Mycobacterium leprae es responsable de la lepra, una enfermedad muy rara en EEUU. M. leprae se trata con múltiples fármacos, generalmente empezando con rifampicina. El complejo Mycobacterium avium (CMA) produce una infección de los pulmones que se observa más comúnmente en pacientes con sida. Los fármacos más eficaces frente a CMA son los macrólidos azitromicina y claritromicina.

Consideraciones de enfermería

El papel del profesional de enfermería en el tratamiento con antituberculosos supone una monitorización cuidadosa de la enfermedad del paciente y proporcionarle educación en lo que se refiere al tratamiento farmacológico prescrito. Dado que es tos fármacos están indicados para los bacilos tuberculosos, valore la presencia o los antecedentes de una prueba cutánea de tuberculina positiva, un cultivo de esputo positivo o un contacto estrecho con una persona recientemente infectada con TB. Realice una exploración física completa, incluidas las constantes vitales. Valore en el paciente los antecedentes de alcoholismo, sida, enfermedad hepática o renal, porque muchos fármacos antituberculosos están contraindicados en esas enfermedades. Valore el uso concomitante de fármacos inmunosupresores.

Úselos con prudencia en pacientes con disfunción renal, embarazo y lactancia o con antecedentes de trastornos convulsivos. Úselos también con cautela en pacientes con enfermedad hepática crónica o alcoholismo debido al riesgo de daño hepático por la producción de niveles tóxicos de metabolitos del fármaco. Algunos fármacos antituberculosos pueden producir hiperuricemia asintomática, porque pueden inhibir la excreción renal de ácido úrico conduciendo a la aparición de artritis gotosa. El etambutol está contraindicado en pacientes con neuritis óptica. Debido a que algunos fármacos antituberculosos interaccionan con los anticonceptivos orales y disminuyen su eficacia, las mujeres en edad fértil deberían usar un método alternativo de control de natalidad mientras usen estos medicamentos.

Educación del paciente

La educación del paciente en relación con los antituberculosos debería incluir los objetivos del tratamiento, las razones para obtener datos basales como las constantes vitales y la existencia de trastornos subyacentes, y los posibles efectos secundarios del fármaco. Incluya los siguientes puntos cuando enseñe a los pacientes acerca de los antituberculosos:

  • Informar inmediatamente de la aparición de ojos y piel amarillos (ictericia), pérdida de apetito, orina oscura o cansancio inusual.
  • Tomar suplementos de vitamina B como se le indique para 6 reducir el riesgo de efectos secundarios.
  • Si se recibe isoniacida, evitar los alimentos que contienen tiramina, como el queso, el pescado ahumado y en escabeche, la cerveza y el vino tinto, los plátanos y el chocolate.
  • Tomar el tratamiento completo.
  • Lavarse las manos con frecuencia y taparse la boca cuando tosa o estornude. Eliminar adecuadamente los pañuelos sucios.
  • Si se toman anticonceptivos orales, usar un método alternativo de control de natalidad durante el tratamiento farmacológico antituberculoso.
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