Fármacos para la inflamación y la fiebre

Todo el mundo ha experimentado alguna vez el dolor y el enrojecimiento por la inflamación producida después de abrasiones y cortes leves. Aunque esos rasguños producen algunas molestias, la inflamación es una parte normal y esperada de la defensa de nuestro organismo frente a las heridas. Para algunas enfermedades, sin embargo, la inflamación puede actuar de forma descontrolada produciendo un dolor importante, fiebre y otros síntomas preocupantes. En este tipo de enfermedades puede necesitarse la farmacoterapia.

Conceptos clave

Los conceptos clave numerados proporcionan un breve resumen de los aspectos más importantes de cada uno de los apartados correspondientes dentro del capítulo. Si alguno de estos puntos no está claro, acuda al apartado correspondiente para su revisión.

  1. La inflamación es una defensa corporal natural inespecífica que limita la extensión de los microorganismos o la lesión. La inflamación aguda se presenta a lo largo de varios días, mientras que la crónica puede prolongarse durante meses o años.

  2. La histamina es un mediador químico clave en la inflamación. La liberación de la histamina produce vasodilatación permitiendo a los capilares hacerse permeables y, de este modo, ocasionar edema tisular.

  3. La histamina puede producir sus efectos interactuando con dos receptores diferentes. Los receptores H1 se encuentran en el músculo liso vascular, en los bronquios y sobre los nervios sensitivos, mientras que los receptores H2 se localizan en el tubo digestivo.

  4. Los fármacos antiinflamatorios no esteroideos (AINE) son los principales fármacos para el tratamiento de la inflamación simple. Todos los fármacos de esta clase tienen una eficacia similar para tratar la inflamación. Los nuevos inhibidores selectivos de la COX-2 ocasionan menos molestias digestivas, pero tienen importantes efectos secundarios cardiovasculares.

  5. Los glucocorticoides sistémicos son eficaces para tratar la inflamación aguda o grave. Un exceso de tratamiento de estos fármacos puede ocasionar una enfermedad grave denominada síndrome de Cushing; por eso, el tratamiento para la inflamación habitualmente se realiza a corto plazo.

  6. El paracetamol y los AINE son los principales agentes que se usan para tratar la fiebre. Ciertos medicamentos pueden causar fiebre inducida por fármacos que puede variar desde una situación leve a otra que ponga en peligro la vida.


La función de la inflamación

La inflamación es un sistema inespecífico de defensa del organismo. Mediante el proceso de la inflamación pueden ser neutralizados un gran número de sustancias químicas y microorganismos potencialmente dañinos.

El cuerpo humano ha desarrollado muchas vías complejas para defenderse de las heridas y de las invasiones de los microorganismos. La inflamación es uno de estos mecanismos de defensa. La inflamación aparece en respuesta a múltiples estímulos diferentes, incluida la lesión física, la exposición a sustancias químicas tóxicas, al calor extremo, a microorganismos invasores o a la muerte de células. Se considera un mecanismo de defensa inespecífico porque la inflamación actúa de la misma manera con independencia de la causa.

El objetivo fundamental de la inflamación es contener la lesión o destruir el microorganismo. Si se neutraliza el agente extraño y eliminan los desechos celulares y las células muertas, puede repararse el área lesionada de una forma más rápida. Los signos de inflamación incluyen la tumefacción, el dolor, el calor y el rubor o enrojecimiento del área afectada.

La inflamación puede clasificarse como aguda o crónica. Durante la inflamación aguda, como la causada por una lesión física leve, se necesitan normalmente de 8 a 10 días para que desaparezcan los síntomas y se restablezca la normalidad. Si el organismo no puede contener o neutralizar al agente dañino, la inflamación debe continuar durante períodos más largos y se hace crónica. En los trastornos autoinmunitarios crónicos, como el lupus y la artritis reumatoide, la inflamación puede persistir durante años con un empeoramiento progresivo de los síntomas a lo largo del tiempo. Otros trastornos, como la alergia estacional, aparecen en épocas predecibles cada año y la inflamación puede producir sólo síntomas leves, molestos.

La farmacoterapia de la inflamación incluye fármacos que disminuyen la respuesta inflamatoria natural. La mayoría de los fármacos antiinflamatorios son inespecíficos, es decir, el fármaco mostrará las mismas acciones inhibitorias, independientemente de que la inflamación sea debida a una lesión, una respuesta autoinmunitaria o una alergia.

Unos pocos fármacos antiinflamatorios son específicos de ciertas enfermedades, como los que se usan para tratar la gota. Las siguientes son algunas enfermedades comunes que tienen un componente inflamatorio que puede beneficiarse de la farmacoterapia antiinflamatoria:

  • Rinitis alérgica Anafilaxia
  • Espondilitis anquilosante
  • Dermatitis de contacto
  • Enfermedad de Crohn
  • Glomerulonefritis
  • Tiroiditis de Hashimoto
  • Úlceras pépticas
  • Artritis reumatoide
  • Lupus eritematoso sistémico
  • Colitis ulcerosa

El papel de la histamina en la inflamación

Si la lesión es producida por patógenos, sustancias químicas o traumatismos físicos, el tejido dañado libera mediadores químicos que actúan como «alarmas» para informar al área circundante de la lesión.

Los mediadores químicos de la inflamación incluyen histamina, leucotrienos, bradicinina, complemento y prostaglandinas.

La histamina es un mediador químico clave de la inflamación. Se almacena fundamentalmente dentro de los mastocitos localizados en los espacios tisulares debajo de las membranas epiteliales como la piel, el árbol bronquial, el aparato digestivo y a lo largo de los vasos sanguíneos. Los mastocitos detectan los cuerpos extraños o la lesión y responden liberando histamina, que inicia la respuesta inflamatoria en pocos segundos. Además de su papel en la inflamación, la histamina también estimula directamente los receptores del dolor y es un agente fundamental responsable de los síntomas de las alergias estacionales.

Cuando se libera en el lugar de la lesión, la histamina dilata los vasos sanguíneos cercanos aumentando la permeabilidad de los capilares. De esta forma, el plasma, las proteínas del complemento y los fagocitos acceden al área para neutralizar los agentes extraños. El área afectada puede llegar a congestionarse con sangre lo que puede ocasionar un edema y dolor importantes.

La liberación rápida de los mediadores químicos de la inflamación de una forma masiva en todo el cuerpo es la responsable de la anafilaxia, una respuesta alérgica que pone en peligro la vida y que puede producir un choque y la muerte. Una serie de sustancias químicas, picaduras de insectos, alimentos y algunos fármacos pueden producir esta liberación extensa de histamina desde los mastocitos si la persona es alérgica a estas sustancias.

Receptores de la histamina

Existen dos receptores diferentes con los que interactúa la histamina para producir una respuesta. Los receptores H1 están presentes en el músculo liso del sistema vascular, el árbol bronquial y el aparato digestivo. La estimulación de estos receptores produce picor, dolor, edema, vasodilatación, broncoconstricción y los síntomas característicos de la inflamación y la alergia. En contraste, los receptores H2 están presentes fundamentalmente en el estómago y su estimulación produce la secreción de grandes cantidades de ácido clorhídrico.

Los fármacos que actúan como antagonistas específicos de los receptores H1 y H2 se usan ampliamente en terapéutica.

Tratar la inflamación con AINE

Los fármacos antiinflamatorios no esteroideos (AINE), como el ácido acetilsalicílico y el ibuprofeno, tienen propiedades analgésicas, antipiréticas y antiinflamatorias. Se prescriben ampliamente para la inflamación leve a moderada.

Debido a su elevado margen de seguridad y gran disponibilidad como fármacos de venta libre, los AINE son los fármacos de elección para el tratamiento de la inflamación ligera a moderada. Los AINE incluyen algunos de los fármacos más comúnmente usados en medicina, incluidos el ácido acetilsalicílico, el ibuprofeno y los nuevos inhibidores de la COX-2.

Todos los AINE tienen aproximadamente la misma eficacia, aunque los perfiles de efectos secundarios varían entre los diferentes fármacos. Los AINE también muestran acciones analgésicas y antipiréticas. Aunque el paracetamol comparte las propiedades analgésicas y antipiréticas de estos otros fármacos, no tiene acción antiinflamatoria y no se clasifica como un AINE.

Los AINE actúan inhibiendo la síntesis de las prostaglandinas. Las prostaglandinas son lípidos que se encuentran en todos los tejidos, con potentes efectos fisiológicos además de promover la inflamación dependiendo del tejido en que se hallen. Los AINE bloquean la inflamación inhibiendo la ciclooxigenasa (COX), la enzima clave en la biosíntesis de las prostaglandinas.

Existen dos formas de COX, la ciclooxigenasa-1 (COX-1) y la ciclooxigenasa-2 (COX-2). La COX-1 está presente en todos los tejidos y realiza funciones protectoras, como reducir la secreción de ácido gástrico, promover el flujo sanguíneo renal y regular el tono del músculo liso en los vasos sanguíneos y el árbol bronquial. La COX-2, por otra parte, aparece sólo tras la lesión tisular y sirve para promover la inflamación. De este modo, dos enzimas casi idénticas sirven para funciones muy diferentes.

Los AINE de primera generación, como el ácido acetilsalicílico y el ibuprofeno, bloquean tanto la COX-1 como la COX-2. Aunque esta inhibición reduce la inflamación, la inhibición de la COX-1 produce efectos indeseables como el sangrado, las molestias gástricas y una reducción de la función renal. La mayoría de los efectos secundarios del ácido acetilsalicílico y del ibuprofeno se deben a la inhibición de la COX-1, la forma protectora de la enzima.

El ácido acetilsalicílico se une a ambas enzimas COX-1 y COX-2 cambiando sus estructuras e impidiéndoles que sinteticen prostaglandinas inflamatorias. La inhibición de la ciclooxigenasa se prolonga especialmente en las plaquetas en las que una dosis única de ácido acetilsalicílico puede ocasionar la inhibición completa de los 8-11 días de vida de la plaqueta.

Como se consigue con facilidad, es barato y eficaz, el ácido acetilsalicílico suele ser el fármaco de elección para tratar una inflamación leve. El ácido acetilsalicílico también tiene un efecto protector sobre el aparato cardiovascular y millones de pacientes lo toman diariamente para prevenir la formación de coágulos anómalos y evitar los ictus cerebrales.

Desgraciadamente, las dosis altas de ácido acetilsalicílico que se necesitan para suprimir una inflamación grave pueden acarrear una alta incidencia de efectos secundarios, especialmente sobre el aparato digestivo. Al aumentar la secreción de ácido gástrico e irritar la mucosa gástrica, el ácido acetilsalicílico puede ocasionar dolor epigástrico, pirosis e incluso sangrado debido a una ulceración. Algunas formulaciones de ácido acetilsalicílico son tamponadas o se administran con una cubierta entérica para minimizar los efectos secundarios de tipo digestivo. Como el ácido acetilsalicílico también realiza un potente efecto anticoagulante, debe monitorizarse con cuidado su potencial de sangrado. Las dosis altas de este fármaco pueden producir salicilismo, un síndrome que incluye síntomas como acúfenos, el mareo, la cefalea y la sudoración excesiva.

El ibuprofeno y un gran número de fármacos similares a ibuprofeno son AINE de primera generación desarrollados como alternativa al ácido acetilsalicílico. Como sucede con este, sus efectos vienen mediados por la inhibición tanto de la COX-1 como de la COX-2, aunque la inhibición por estos fármacos es reversible. Compartiendo el mismo mecanismo de acción, todos los fármacos de esta clase tienen una eficacia similar para tratar el dolor, la fiebre y la inflamación. Para algunos pacientes la elección de un AINE se basa en el precio y la disponibilidad: el ácido acetilsalicílico, el ibuprofeno y el naproxeno son los únicos AINE que se venden sin receta. Los AINE difieren en su duración de acción, hecho que puede ser importante cuando los pacientes están tomando estos fármacos de forma continuada. Aunque los fármacos de esta clase tienen una eficacia global similar, existe una cierta variabilidad en la respuesta a los AINE y algunos pacientes responden mejor a un fármaco concreto. La elección para prescribir un AINE se basa a menudo en las experiencias personales y en la preferencia del que lo prescribe.

La mayoría de los AINE similares a ibuprofeno comparten una baja incidencia de efectos secundarios. Los más comunes son las náuseas y los vómitos. Estos agentes pueden causar ulceración gástrica y sangrado; sin embargo, la incidencia es menor que con el ácido acetilsalicílico. Es posible la toxicidad renal y debería realizarse una evaluación renal periódicamente. Los pacientes con importante afectación renal preexistente generalmente reciben paracetamol para el dolor en vez de un AINE. Los AINE similares a ibuprofeno comprometen la función plaquetaria y aumentan el potencial de sangrado, aunque este riesgo es menor que con ácido acetilsalicílico.

La más nueva y controvertida clase de AINE inhibe selectivamente la COX-2. La inhibición de la COX-2 produce los efectos analgésico, antiinflamatorio y antipirético sin ocasionar la mayoría de los efectos secundarios graves de los viejos AINE. Debido a que no inhiben la COX-1, estos fármacos no producen efectos secundarios sobre el aparato digestivo como hace el ácido acetilsalicílico. Debido a su baja toxicidad digestiva y ausencia de efectos sobre la coagulación sanguínea, los inhibidores de la COX-2 se convirtieron rápidamente en el tratamiento de elección para la inflamación moderada a grave.

Sin embargo, en 2004, la vigilancia poscomercialización reveló que el rofecoxib duplicaba el riesgo de ataque al corazón e ictus en pacientes que tomaban el fármaco durante períodos prolongados. En esa época, más de 84 millones de personas habían tomado rofecoxib desde su aprobación en 1999. En base a estos datos, el laboratorio fabricante del fármaco retiró voluntariamente el producto del mercado. Poco tiempo después, un segundo inhibidor de la COX-2, valdecoxib, también fue re tirado voluntariamente dejando a celecoxib como el único fármaco de esta clase. Otros inhibidores selectivos de la COX-2 todavía están disponibles fuera de EEUU. Además de sus indicaciones antiinflamatorias, el celecoxib también se usa para reducir el número de pólipos colorrectales en adultos con poliposis adenomatosa familiar (PAF). Los pacientes con PAF tienen una mutación hereditaria en un gen que produce cientos de pólipos y se asocia a un riesgo próximo al 100% de sufrir un cáncer de colon.

Consideraciones de enfermería

El papel del profesional de enfermería en el tratamiento con antiinflamatorios no esteroideos supone una monitorización cuidadosa de la enfermedad del paciente y proporcionarle educación en lo que se refiere al tratamiento farmacológico prescrito. El grupo de fármacos conocidos como AINE puede usarse por sus propiedades analgésicas, antipiréticas o antiinflamatorias. Las principales indicaciones son para la artritis reumatoide, la artrosis, el dolor y la dismenorrea. Los AINE se metabolizan fundamentalmente en el hígado; por tanto, no deberían administrarse a pacientes con disfunción hepática porque podrían aparecer concentraciones tóxicas de metabolitos que podrían producir una insuficiencia hepática. Evalúe a los pacientes para detectar trastornos hemorrágicos, enfermedad ulcerosa péptica, insuficiencia cardíaca congestiva, retención de líquidos, hipertensión, enfermedad renal y uso de diuréticos, litio, anticoagulantes, productos homeopáticos, alcohol y tabaco. Los AINE pueden estar contraindicados en estos pacientes.

Antes de iniciar un tratamiento con AINE obtenga pruebas de laboratorio de las funciones renal y hepática y un hemograma basales. Monitorice el tiempo de hemorragia si se administran a largo plazo. Evalúe los cambios en el dolor (intensidad, frecuencia y tipo) y la reducción en la temperatura y la inflamación para determinar su efectividad. Valore la aparición de sangrado digestivo, hepatitis, neurotoxicidad, anemia hemolítica y toxicidad por salicilatos. Otros efectos secundarios comunes pueden incluir los acúfenos, los dolores cólicos abdominales y la pirosis. La hipersensibilidad a AINE puede manifestarse como una erupción cutánea o un broncoespasmo en pacientes asmáticos con pólipos nasales.

Consideraciones por edades

Use los AINE con prudencia en pacientes ancianos porque pueden aumentar el sangrado. Su uso debe ser juicioso durante el embarazo y la lactancia dependiendo del fármaco específico. Use el ibuprofeno con prudencia en niños menores de 6 meses y el naproxeno con cautela en niños menores de 2 años. El ácido acetilsalicílico está generalmente contraindicado en pacientes pediátricos menores de 18 años. Esto es especialmente importante si el niño tiene infecciones por varicela o gripe debido a la posibilidad de desarrollar un síndrome de Reye. Este es un trastorno raro aunque grave caracterizado por una elevación aguda de la presión intracraneal y una acumulación masiva de lípidos en el hígado.

Educación del paciente

La educación del paciente en relación con el tratamiento con AINE debería incluir los objetivos del tratamiento, las razones para obtener datos basales como las constantes vitales y la existencia de trastornos hepáticos subyacentes y los posibles efectos secundarios del fármaco.

Incluya los siguientes puntos cuando enseñe a los pacientes acerca de los AINE:

  • Tomar el AINE con alimentos o leche para disminuir las posibles molestias gástricas.
  • Leer con atención los prospectos de los fármacos sin receta ya que muchos tienen ácido acetilsalicílico u otros salicilatos.
  • Evitar el consumo de alcohol.
  • Informar de la aparición de signos de sangrado como una hemorragia prolongada tras una herida, sangrado de las encías, heces u orina oscuras y un aumento en la gravedad o la frecuencia de los cardenales.
  • No tomar ácido acetilsalicílico y otros AINE a la vez ya que el efecto del AINE puede verse reducido.
  • Los efectos óptimos del tratamiento con AINE puede que no se aprecien durante 1 a 3 semanas.

Tratamiento de la inflamación aguda o grave con glucocorticoides sistémicos

Los glucocorticoides tienen múltiples aplicaciones terapéuticas. Una de sus propiedades más útiles es una potente acción antiinflamatoria que puede suprimir casos graves de inflamación. Dados sus potenciales graves efectos secundarios, sin embargo, los glucocorticoides sistémicos se reservan para el tratamiento a corto plazo de una enfermedad grave.

Los glucocorticoides son hormonas naturales liberadas por la corteza suprarrenal que tienen potentes efectos sobre casi todas las células del organismo. Cuando se usan como fármacos para tratar trastornos inflamatorios, las dosis son muchas veces mayores que la cantidad presente de forma natural en la sangre.

Como los AINE, los glucocorticoides inhiben la biosíntesis de las prostaglandinas. Sin embargo, actúan sobre la inflamación por mecanismos adicionales. Poseen la capacidad de suprimir la liberación de histamina y pueden inhibir ciertas funciones de los fagocitos y linfocitos. Estas acciones múltiples reducen la inflamación de forma marcada convirtiendo a los glucocorticoides en los medicamentos más eficaces disponibles para el tratamiento de trastornos inflamatorios graves.

Cuando se administran por vía oral o parenteral, los glucocorticoides producen un gran número de efectos secundarios graves que limitan su utilidad terapéutica. Estos incluyen la supresión de las funciones normales de la glándula suprarrenal (insuficiencia suprarrenal), la hiperglucemia, los cambios de humor, las cataratas, las úlceras pépticas, los desequilibrios electrolíticos y la osteoporosis. Debido a su eficacia a la hora de reducir los signos y síntomas de la inflamación, los glucocorticoides pueden enmascarar las infecciones que puede sufrir el paciente. Esta combinación de enmascaramiento de los signos de infección y supresión de la respuesta inmunitaria puede condicionar que las infecciones existentes progresen con rapidez y permanezcan ocultas. Una infección activa generalmente es una contraindicación para el tratamiento con glucocorticoides.

Como la aparición de estos efectos secundarios está en función de la dosis y la duración del tratamiento, este habitualmente se limita al control a corto plazo de una enfermedad aguda. Cuando se indica un tratamiento más largo, se mantienen las menores dosis posibles y algunas veces se instaura un tratamiento a días alternos; la medicación se administra a días alternos para promover que la glándula suprarrenal del paciente funcione los días en que no se administra el fármaco. Durante el tratamiento a largo plazo, el profesional de enfermería debe estar atento a la aparición de signos de exceso de glucocorticoides, una enfermedad conocida como síndrome de Cushing. Como el organismo termina acostumbrándose a altas dosis de glucocorticoides, los pacientes deben interrumpir estos fármacos de forma gradual; una retirada brusca puede producir una pérdida aguda de la función suprarrenal.

Consideraciones de enfermería

El papel del profesional de enfermería en el tratamiento con glucocorticoides supone una monitorización cuidadosa de la enfermedad del paciente y proporcionarle educación en lo que se refiere al tratamiento farmacológico prescrito. Los glucocorticoides sistémicos se usan fundamentalmente en tratamientos de la inflamación grave en períodos cortos de tiempo. Están contraindicados en pacientes con infecciones fúngicas sistémicas. Use los glucocorticoides con gran prudencia en pacientes inmunocomprometidos, por ejemplo, en aquellos con cáncer, infección por VIH o tuberculosis. Estos pacientes son propensos a la infección y el uso de estos fármacos puede enmascarar los signos tempranos de infección.

Tenga presente que estos pacientes pueden tener una infección sistémica en el momento en que se determina que han adquirido otra enfermedad. Antes de la administración de estos fármacos, evalúe en los pacientes el tratamiento actual con fármacos, la presencia de úlceras digestivas, enfermedad renal, hipertensión, osteoporosis, varicela, diabetes mellitus, insuficiencia cardíaca e inestabilidad mental. Úselos con mucha prudencia en este tipo de pacientes.

Los glucocorticoides sistémicos interaccionan con muchos otros fármacos. En uso prolongado (más de 1 mes) puede aconsejarse un plan terapéutico a días alternos. Los efectos secundarios pueden incluir un síndrome de Cushing (exceso adrenocortical). Los signos incluyen cara de luna llena, abdomen prominente, extremidades atrofiadas, hirsutismo y acné.

Otros efectos secundarios pueden incluir una depresión grave, hiperglucemia, retención aumentada de sodio y agua, incremento en la secreción de potasio y supresión de signos y síntomas de infección. Otros efectos pueden incluir cambios en el estado mental, alteración de la cicatrización de las heridas, aumento en la susceptibilidad a las fracturas, ganancia de peso y exacerbación de los síntomas de miastenia grave. El uso de estos fármacos aumenta el riesgo de insuficiencia respiratoria y puede desencadenar manía en los pacientes con trastorno bipolar. Monitorice en el paciente la glucemia, el peso corporal, la presión sanguínea, el hemograma y los electrólitos (especialmente el sodio y el potasio). Cuando se usan en el asma, una buena respuesta terapéutica puede ser la facilidad para respirar (disminución de la frecuencia y el esfuerzo respiratorios) y una auscultación pulmonar limpia. La disminución de la inflamación también indica una respuesta terapéutica.

Consideraciones por edades

Úselos con prudencia en la mujer embarazada o lactante. En general, los glucocorticoides sistémicos no se recomiendan en niños menores de 2 años.

Educación del paciente

La educación del paciente en relación con el tratamiento con glucocorticoides sistémicos debería incluir los objetivos del tratamiento, las razones para obtener datos basales como las constantes vitales y la existencia de trastornos hepáticos subyacentes y los posibles efectos secundarios del fármaco. Incluya los siguientes puntos cuando enseñe a los pacientes acerca de los glucocorticoides:

  • Tomarlos con alimentos o leche para disminuir el riesgo de úlceras gástricas.
  • Tomar la medicación a la misma hora todos los días.
  • No interrumpir la medicación de repente porque puede aparecer una crisis suprarrenal.
  • Evitar el contacto con otras personas que tengan infecciones activas e informar de la aparición de síntomas de infección como dolor de garganta, fiebre o tos.
  • Evitar el consumo de alcohol, tabaco, cafeína o ácido acetilsalicílico.
  • Informar inmediatamente de la aparición de dificultad para respirar, pirosis, dolor torácico, abdominal, articular u óseo, sangrado nasal, tos, vómitos, orina o heces sanguinolentos, fiebre, chapetas malares, líneas rojizas en las heridas y otros signos de infección, aumento de la sed o de las ganas de orinar, aliento con olor a frutas (o aumento importante de la glucemia diaria), caídas u otros accidentes (laceraciones profundas que requieran tratamiento antibiótico) y cambios de humor.

Tratamiento de la fiebre con antipiréticos

Como la inflamación, la fiebre es un mecanismo de defensa natural para neutralizar los organismos extraños. Muchas especies de bacterias son eliminadas por una fiebre alta.

A menudo, el profesional sanitario debe determinar si la fiebre debe ser tratada de forma agresiva o se le permite que siga su curso. Los fármacos usados para tratar la fiebre se denominan antipiréticos.

En la mayoría de pacientes, la fiebre es más una molestia que un problema que ponga en peligro la vida. Sin embargo, la fiebre alta prolongada puede llegar a ser peligrosa, especialmente en niños pequeños, en los que la fiebre puede desencadenar las convulsiones febriles. En adultos, una fiebre excesivamente elevada puede lesionar los tejidos corporales, reducir la agudeza mental y conducir al delirio o al coma, especialmente entre los pacientes ancianos. En raros casos, una temperatura corporal elevada puede ser mortal.

El objetivo del tratamiento antipirético es reducir la temperatura corporal mientras se trata la causa subyacente de la fiebre, generalmente una infección. El ácido acetilsalicílico, el ibuprofeno y el paracetamol son fármacos seguros, baratos y eficaces para reducir la fiebre. Muchos de estos fármacos se comercializan para diferentes grupos de edad, incluidas marcas especiales con sabores para lactantes y niños. Para una distribución más rápida y eficaz, los fármacos pueden presentarse en varias formas, incluidos geles, comprimidos oblongos, tabletas con recubrimiento entérico y suspensiones. El ácido acetilsalicílico y el paracetamol también están disponibles en supositorio. Los antipiréticos se presentan en varias dosificaciones y concentraciones, incluida extrafuerte.

Aunque la mayoría de las fiebres están causadas por procesos infecciosos, los fármacos mismos pueden ser la causa. Cuando la etiología de la fiebre no puede diagnosticarse, el profesional de enfermería debería considerar los fármacos como una posible fuente. En muchos casos, la retirada del agente que causa la fiebre inducida por el fármaco hará retornar con rapidez la temperatura corporal a su nivel normal. En casos raros, la fiebre inducida por un fármaco puede ser mortal. Es importante que el profesional de enfermería reconozca los medicamentos que con mayor probabilidad causan fiebre inducida por fármacos, incluidos los que figuran en la siguiente lista:

  • Antiinfecciosos: los antiinfecciosos, especialmente los derivados de microorganismos como la anfotericina B o la penicilina G, pueden ser vistos como extraños por el cuerpo y producir fiebre. Cuando los antibióticos matan a los microorganismos, pueden liberarse sustancias químicas productoras de fiebre conocidas como pirógenos. Los antiinfecciosos son los fármacos más comunes conocidos como inductores de fiebre.
  • Inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS): el uso de ISRS como la paroxetina para la depresión u otros trastornos del estado de ánimo puede producir una fiebre alta acompañada de cambios graves en el estado mental y cardiovascular, conocidos como síndrome serotoninérgico.
  • Fármacos antipsicóticos convencionales: fármacos como la clorpromacina pueden producir una temperatura elevada con graves alteraciones cardiovasculares y respiratorias conocidas como síndrome neuroléptico maligno (SNM).
  • Anestésicos volátiles y bloqueantes de la despolarización neuromuscular: agentes como la succinilcolina pueden causar hipertermia maligna que ponga en peligro la vida.
  • Inmunomoduladores: los interferones y los anticuerpos monoclonales como el muromonab-CD3 pueden causar un síndrome seudogripal porque inducen la liberación de citocinas productoras de fiebre.
  • Fármacos citotóxicos: agentes como los que se usan en la quimioterapia del cáncer y para prevenir el rechazo de un trasplante deprimen profundamente la respuesta inmunitaria y producen fiebre por las infecciones secundarias.
  • Agentes neutropénicos: fármacos como los AINE, las fenotiacinas, los fármacos antitiroideos y los agentes antipsicóticos pueden causar neutropenia y posterior fiebre.
  • Otros fármacos: las reacciones de hipersensibilidad sistémica pueden causar fiebre alta y anafilaxia.

Consideraciones de enfermería

El papel del profesional de enfermería en el tratamiento con antipiréticos para una temperatura elevada supone una monitorización cuidadosa de la enfermedad del paciente y proporcionarle educación en lo que se refiere al tratamiento farmacológico prescrito. Antes de la administración de un antipirético, obtenga las constantes vitales del paciente, especialmente su temperatura. Evalúe el estado de desarrollo del paciente, el origen de la fiebre y los síntomas asociados para determinar la formulación y vía adecuadas del antipirético. Por ejemplo, los pacientes que están vomitando deberían recibir un antipirético en forma de supositorio y a los niños muy pequeños se les administra jarabes de sabores.

Los datos básicos de laboratorio son necesarios para evaluar el estado renal y hepático del paciente; los antipiréticos pueden causar toxicidad en pacientes con función orgánica disminuida. El paracetamol está contraindicado en pacientes con enfermedad hepática importante, incluida la hepatitis viral, la cirrosis y el alcoholismo porque el fármaco es metabolizado en el hígado y puede aumentar de forma importante el riesgo de hepatotoxicidad. El paracetamol también inhibe el metabolismo de la warfarina y puede producir acumulación tóxica de este fármaco ocasionando un sangrado grave. Los AINE también pueden estar contraindicados con la warfarina porque promueven el sangrado. Puede determinarse una respuesta terapéutica por la reducción de la fiebre. Pueden aparecer efectos adversos y efectos secundarios generales con el uso de antipiréticos. Estos efectos son los mismos de los AINE.

Consideraciones por edades

Hasta los años ochenta, el ácido acetilsalicílico fue el tratamiento más común para la fiebre en los niños; sin embargo, el ácido acetilsalicílico se ha implicado en el desarrollo del síndrome de Reye. El ácido acetilsalicílico y otros salicilatos actualmente están contraindicados en pacientes pediátricos menores de 18 años con fiebre. Debido a su potencial para producir síndrome de Reye, algunos médicos aconsejan no administrar ningún tipo de AINE a los niños. Por tanto, el paracetamol se ha convertido en el antipirético de elección para tratar la mayoría de las fiebres. Úselo con prudencia en mujeres embarazadas y lactantes.

Educación del paciente

La educación del paciente en relación con los antipiréticos debería incluir los objetivos del tratamiento, las razones para obtener datos basales como las constantes vitales y la existencia de trastornos hepáticos y renales subyacentes y los posibles efectos secundarios del fármaco.

Incluya los siguientes puntos cuando enseñe a los pacientes acerca de los antipiréticos:

  • Las formas líquidas del paracetamol y el ibuprofeno vienen en distintas concentraciones; no todas las formulaciones líquidas para los niños son iguales.
  • Administrar a los niños menores de 1 año «gotas infantiles» mejor que «solución para niños» para disminuir la cantidad de líquido a tomar.
  • Informar inmediatamente de signos de toxicidad por paracetamol como náuseas, vómitos o dolor abdominal.
  • Avisar al profesional sanitario si la fiebre no desaparece a los 3 días.
Anterior
Siguiente