Diabetes Mellitus y el Síndrome Metabólico

Según la American Diabetes Association (ADA), la diabetes mellitus (DM) es un problema crónico de salud que afecta al 25,8 millones de personas en Estados Unidos (alrededor del 8,3% de la población). Tiene tal prevalencia que el término «diabetes» se utiliza de manera intercambiable con diabetes mellitus, no obstante existe otra variante de diabetes (diabetes insípida). Un millón de estas personas padece diabetes tipo 1; y el resto presenta diabetes tipo 2. Además, otros 79 millones de personas se han catalogado como «prediabéticas». La prediabetes y la diabetes afectan a individuos de todos los grupos etáreos y con cualquier tipo de vida. La diabetes tiene mayor prevalencia en indios estadounidenses y de Alaska (16,8%), afroamericanos no hispanos (12,6%) y americanos hispanos (11,85%).

La diabetes y el impacto que tiene sobre las fluctuaciones de la glucemia a corto y largo plazos pueden traer consigo distintas complicaciones, que van desde las urgencias médicas agudas hasta la discapacidad y la muerte. La diabetes constituye un factor de riesgo significativo en la cardiopatía coronaria y el accidente cerebrovascular, y es la causa principal de ceguera y nefropatía crónica, así como una etiología frecuente de amputaciones en las extremidades inferiores. La optimización del control de la glucemia, por medio de distintas intervenciones, minimiza las complicaciones que se relacionan con la diabetes.

Conceptos clave

La diabetes mellitus es un trastorno del metabolismo de los carbohidratos, las grasas y las proteínas, que deriva de anomalías de la síntesis o la liberación de insulina en las células β o de la incapacidad de los tejidos para utilizar la insulina.

La diabetes tipo 1 se debe a la pérdida de la función de las células β y a una insuficiencia absoluta de insulina.

La diabetes tipo 2 es resultado de la capacidad limitada de los tejidos para responder a la insulina (resistencia a la insulina), que se acompaña de una falta relativa de insulina o de anomalías para la liberación de la hormona en relación con las concentraciones de glucosa en la sangre (disfunción de las células β).

Las complicaciones crónicas de la diabetes derivan de la elevación de las concentraciones de la glucosa en la sangre y la disfunción asociada de las vías metabólicas para los lípidos, entre otras.

Los trastornos macrovasculares, como la cardiopatía coronaria, el accidente cerebrovascular y la vasculopatía periférica son reflejo de los efectos combinados de las concentraciones no controladas de la glucosa en la sangre, la elevación de la presión arterial y la hiperlipidemia.

Las complicaciones crónicas de la diabetes se previenen con más éxito con la aplicación de medidas dirigidas a lograr el control estricto de la glucemia, el mantenimiento de concentraciones lipídicas normales y el control de la hipertensión.

Resumen

Control hormonal del metabolismo de glucosa, grasas y proteínas

El organismo utiliza la glucosa, los ácidos grasos y otras sustancias como combustible para satisfacer sus requerimientos energéticos.

Los tejidos corporales, entre otros el cerebro, que dependen de manera exclusiva de la glucosa para generar su energía, obtienen la glucosa a partir de la sangre.

El hígado almacena el exceso de glucosa en forma de glucógeno y recurre a la gluconeogénesis para convertir los aminoácidos, también el lactato y el glicerol en glucosa durante el ayuno o en los períodos en que el consumo de glucosa no mantiene el paso de la demanda.

Las concentraciones de la glucosa en la sangre reflejan la diferencia que existe entre la cantidad de glucosa que se libera hacia la circulación a partir del hígado y la cantidad de glucosa que los tejidos corporales retiran de la sangre.

Las grasas, que sirven como una fuente de combustible eficiente para el organismo se almacenan en el tejido adiposo a manera de triglicéridos, constituidos por 3 ácidos grasos unidos a una molécula de glicerol. En las situaciones en que se favorece la degradación de las grasas, como el ayuno o la DM, los triglicéridos en el tejido adiposo se degradan y los ácidos grasos se utilizan como combustible o se transportan al hígado donde se convierten en cetonas.

Las proteínas, que están constituidas por aminoácidos son esenciales para la formación de todas las estructuras corporales. A diferencia de la glucosa y los ácidos grasos, existe sólo una posibilidad limitada de almacenamiento para los aminoácidos excesivos en el organismo. Debido a que los ácidos grasos no pueden convertirse en glucosa, el organismo debe degradar las proteínas y utilizar los aminoácidos para la gluconeogénesis.

El metabolismo energético se encuentra controlado por distintas hormonas, entre otras insulina, glucagón, adrenalina, hormona del crecimiento y los glucocorticoides. De estas hormonas sólo la insulina genera un efecto de reducción de la glucemia.

La acción de disminución de la glucosa en la sangre de la insulina deriva de su capacidad para aumentar el trasporte de la glucosa hacia el interior de las células somáticas, y de limitar la síntesis hepática de glucosa y su liberación hacia el torrente sanguíneo. La insulina también tiene el efecto de disminuir la lipólisis y el consumo de grasas como fuente de energía.

Otras hormonas —glucagón, adrenalina, hormona del crecimiento y los glucocorticoides— mantienen o incrementan las concentraciones de la glucosa en la sangre y se denominan hormonas contrarreguladoras. El glucagón y la adrenalina promueven la glucogenólisis. El glucagón y los glucocorticoides incrementan la gluconeogénesis. La hormona del crecimiento disminuye el consumo periférico de la glucosa. La adrenalina y el glucagón también aumentan el consumo de grasas para la obtención de energía, mediante el aumento de la liberación de ácidos grasos a partir de los adipocitos.

Diabetes mellitus

La diabetes mellitus es un trastorno del metabolismo de los carbohidratos, las proteínas y los lípidos, que deriva de un desequilibrio entre la disponibilidad y los requerimientos de insulina. El trastorno puede clasificarse como diabetes tipo 1, en que existe destrucción de las células β y una insuficiencia absoluta de insulina, o diabetes tipo 2, en que existe carencia de insulina o de su efectividad. La diabetes tipo 1 puede subdividirse en los subtipos 1A de diabetes de mediación inmunitaria, que se piensa deriva de mecanismos autoinmunitarios, y 1B, de diabetes idiopática, en que se desconoce la causa.

La DMG se desarrolla durante el embarazo, no obstante la tolerancia a la glucosa con frecuencia recupera la normalidad después del parto, lo que revela un aumento del riesgo para el desarrollo de diabetes.

El síndrome metabólico representa una constelación de anomalías metabólicas que se caracterizan por obesidad, resistencia a la insulina, concentraciones altas de triglicéridos y bajas de LAD, hipertensión, enfermedad cardiovascular, resistencia a la insulina y aumento del riesgo de desarrollo de diabetes tipo 2.

Los síntomas que se identifican con más frecuencia en la diabetes tipo 1 son poliuria, polidipsia, polifagia y pérdida ponderal no obstante un apetito normal o exacerbado. Si bien las personas con diabetes tipo 2 pueden presentarse con uno o más de estos síntomas, con frecuencia son asintomáticas al inicio.

El diagnóstico de la DM depende de los signos clínicos de la enfermedad, las concentraciones preprandiales de glucosa en la sangre, las cuantificaciones aleatorias de glucosa plasmática y los resultados de la prueba de tolerancia a la glucosa.

La glucosilación implica la unión irreversible de la glucosa a la molécula de hemoglobina; la cuantificación de la A1C aporta un índice de los niveles de glucemia a lo largo de varios meses.

El automonitoreo constituye un medio para mantener glucemias casi normales por medio de la cuantificación frecuente de la glucosa en la sangre y el ajuste de la dosificación de la insulina.

El manejo de la dieta se concentra en el mantenimiento de una dieta bien balanceada, el control de las calorías para alcanzar y mantener un peso óptimo, y la regulación de la distribución de los carbohidratos, las proteínas y las grasas. Se utilizan 2 tipos de fármacos hipoglucemiantes para el manejo de la diabetes: fármacos inyectables y fármacos hipoglucemiantes orales.

Los fármacos inyectables de manera tradicional han incluido a la familia de las insulinas, pero ahora incluyen fármacos más recientes, como la amilina y los análogos del GLP-1. Los hipoglucemiantes orales incluyen distintas opciones.

La diabetes tipo 1 (siempre) y la tipo 2 (en ocasiones) requieren tratamiento con insulina inyectable.

Los fármacos hipoglucemiantes orales incluyen a los secretagogos de la insulina, las biguanidas, los inhibidores de la α-glucosidasa, las TZD y a los inhibidores de la DPP-4. Estos medicamentos requieren que el páncreas sea funcional y pueden utilizarse para el manejo de la diabetes tipo 2.

Los trastornos metabólicos relacionados con la diabetes afectan a casi todos los sistemas corporales. Las complicaciones agudas de la diabetes incluyen a la CD, el estado hiperglucémico hiperosmolar y la hipoglucemia en individuos con diabetes controlada con insulina. Las complicaciones crónicas de la diabetes afectan al sistema microvascular (lo que incluye a la retina, los riñones y el sistema nervioso periférico) y al sistema macrovascular (arterias coronarias, cerebrales y periféricas).

El pie diabético suele derivar de una combinación de disfunción microvascular y macrovascular. La infección también es un cofactor frecuente en el pie diabético.

La hiperglucemia crónica desempeña un papel en el desarrollo de las complicaciones, por lo que los individuos deben recibir instrucción sólida y respaldo para aprender a controlar su glucemia y minimizar las complicaciones.

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