La adolescencia comienza con los cambios físicos de la pubertad y finaliza cuando el individuo es un adulto. Es un periodo de cambios en los que la persona pasa de la dependencia a la independencia y atraviesa una crisis de identidad que se expresa en vivencias no siempre agradables y en comportamientos conflictivos.
El desarrollo de la identidad comprende la maduración sexual que incide en la necesidad de separación de los padres, una separación que va en paralelo al reforzamiento de su relación con iguales.
La familia debe reajustar su dinámica y funcionamiento y se debe producir una mayor autonomía de padres e hijos.
En la adolescencia aparecen una serie de problemas de salud entre los que destacan los comportamientos de riesgo y otros trastornos como los relacionados con la sexualidad (embarazo, enfermedades de transmisión sexual), abuso de substancias y los problemas emocionales que a veces se manifiestan como depresión y otras como trastornos alimentarios.
Los adolescentes tienen necesidades de salud importantes y a la vez experimentan dificultades para conseguir ayuda apropiada.
Los profesionales de salud deben establecer relaciones de confianza con adolescentes (que necesitan confidencialidad) y adoptar estrategias para sortear las dificultades de la entrevista sobre todo con el adolescente poco comunicativo. Pero también se necesita un trabajo con los padres dirigido a que mantengan su rol pero adaptado a las nuevas circunstancias y a que afronten sus retos personales y entrevistas conjuntas para entender e incidir en la dinámica familiar.
Todo ello requiere preparar a los profesionales y organizar los dispositivos asistenciales.