Los trastornos mentales crecen en importancia en nuestra sociedad. Muchos de los trastornos de los que nos hablan, como el estrés, la anorexia, o el trastorno límite de personalidad eran desconocidos hasta hace bien poco. Muchas veces estas enfermedades son negadas o estigmatizadas.
Más allá de discutir si todas son enfermedades auténticas o no, hay que plantearse cuáles son las causas sociales patológicas que desembocan en este malestar que es totalmente real para las personas más vulnerables. La competitividad y el éxito personal son los valores sociales hegemónicos, lo que puede comportar un altísimo grado de frustración. Además, la función educadora de las familias, escuela y del conjunto de la sociedad está sometida a un cambio de escenario social que nos confunde. Los trastornos psíquicos, en estas condiciones, están garantizados.
La salud mental es fruto de todos los aspectos de la vida cotidiana, porque no solo depende de factores físicos sino en gran parte de factores psicológicos y ambientales. En este sentido, se puede considerar que las personas somos muy vulnerables. Ya en la primera etapa de la vida, el establecimiento de vínculos afectivos es fundamental, mientras que el aislamiento, la falta de estímulos o el estrés causado por hechos como la enfermedad o la muerte de un progenitor, pueden predisponer a la depresión y otros trastornos. En la edad adulta, las personas pueden estar expuestas a otros factores de riesgo, como son: un nivel social y económico bajo, la angustia que puede provocar el trabajo precario y el paro, la exigencia a adaptarse a los cambios que suponen las nuevas tecnologías y el desarraigo que comporta la inmigración. Y estos son, sin duda, fenómenos crecientes. un dato sobre el aumento de la pobreza: en Barcelona ya son entre 800 y 1500 personas las que viven en la calle y entre ella hay una alta incidencia y frecuencia de problemas mentales.
En un contexto socioambiental cambiante y confuso el grado de vulnerabilidad del ser humano es mayor, aumentando así la fragilidad y más aún, en relación con su salud mental. Por esta razón el ámbito de la salud mental constituye un campo prioritario para la acción voluntaria, no solo entendiendo la misma acción voluntaria como terapéutica y generadora de calidad de vida, sino también comprendiéndola como agente preventivo.
Así pues, la acción voluntaria en el campo de la salud mental es saludable para todos los agentes, siempre y cuando se tengan en cuenta algunos criterios. Este documento pretende ser una puerta de entrada a la acción voluntaria en el campo de la salud mental con criterios de calidad y calidez.