En nuestra vida cotidiana tenemos ocasión de experimentar con frecuencia diferentes emociones, tales como: alegría, tristeza, enfado, miedo, etc. Si reflexionamos sobre la causa y sobre qué pensamos, qué sentimos y qué hacemos cuando nos encontramos bajo estos estados emocionales podremos entender más fácilmente este fenómeno. Fenómeno que nos resulta tan agradable o tan desagradable, activa nuestro organismo y puede provocar cambios importantes en el curso de nuestra conducta.
Cuando una persona se encuentra contenta o enfadada, alegre o triste, tranquila o temerosa, generalmente es debido a alguna causa, que seguramente podremos encontrar en una situación o algún suceso recientes, situación que probablemente habrá tenido consecuencias positivas o negativas para dicha persona. La interpretación de esta situación y de sus consecuencias es en buena parte responsable de la reacción emocional. Esta interpretación y las ideas que la acompañan pueden estar presentes durante algún tiempo en el pensamiento, dándoles vueltas, con lo que se prolongará así el recuerdo de los distintos aspectos de la situación.
Mientras esto sucede, la actividad fisiológica del organismo se ve alterada, de manera que suele aumentar la actividad de algunas respuestas fisiológicas, como por ejemplo, la tasa cardiaca, la respiración, la tensión de los músculos, la sudoración, etc. Algunos de estos cambios podemos percibirlos, otros no. La percepción de estos cambios está relacionada con la intensidad subjetiva de la experiencia emocional. Es decir, a mayor intensidad de los cambios corporales sentiremos mayor enfado, alegría, etc.